Nuevas voces para el registro de la memoria


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Escribe: José Luis Ayala | Cultural - 14 Sep 2014

Los últimos libros en referencia a la política de ediciones de la Universidad Nacional del Altiplano, trae nuevas voces de escritores y científicos sociales puneños, en su mayoría formados en sus aulas. Tal hecho demuestra el grado de madurez pedagógica, capacidad de investigación como logros alcanzados que servirán para leer la nueva realidad social de Puno.

El conjunto de textos se suma a los anteriores y permiten afirmar que la UNA, cuenta ahora con un sólido cuerpo de docentes formados para los retos del siglo XXI, quienes prepararán a las nuevas generaciones que asumirán la responsabilidad, no sólo del histórico relevo generacional, sino de superar el reto histórico. Una Universidad que no publica lo que investigan o escriben sus docentes, está condenada al fracaso, y ese no es el caso de la UNA.

Debido al criterio de extensión cultural, es un acierto incluir el libro de Alfredo Germán Cornejo Pardo, titulado: “Violencia política en el Sur-andino. Siglo XIX. Asesinato del novelista Narciso Aréstegui Zuzunaga”. Entonces, hasta que por fin se puede leer un texto de paciente trabajo de investigación en archivos y bibliotecas, para explorar la biografía de un novelista precursor, de quien se inventó una serie de fábulas no solo en torno a su biografía, sino a su muerte. Fue Aurelio Martínez, que se ocupó de preservar y defender durante muchos años, su humilde nicho en el cementerio Laykakota.

Autor de El padre Horán. Escenas de la vida del Cusco, novela que fue leída en su tiempo por capítulos y que, Cornejo Pardo, finalmente lo ha recuperado del odio sin fin a su señera figura. Precisamente, Jorge Flórez-Áybar, dice con propiedad: “El ensayo de Alfredo Germán Cornejo Pardo es consecuencia de una evidente madurez de la reflexión teórica y una atrevida apertura de nuevos ejes temáticos en la investigación antropológica, atrás quedó su dedicación exclusiva a la docencia universitaria, donde sus discípulos, hoy profesionales, lo recuerdan como un investigador que supo desentrañar la realidad en términos de protesta y búsqueda. Atrás quedaron las aulas, los alumnos, el periodismo, las reflexiones socioculturales. ¿Puede un hombre, si tiene los instrumentos necesarios para hacerlo, negar la realidad histórica y escapar de su realidad socio-político cultural? No.”

Durante muchos años en textos oficiales de historia y literatura, pero mucho más según la memoria social andina, se repitió una falsedad manipulada por los autores del asesinato de Narciso Aréstegui. Se dijo que había muerto accidentalmente después del naufragio del barco Yavarí, en el lago Titicaca, durante los días de carnavales y que posiblemente estuvo ebrio. Hasta que Alfredo Germán Cornejo Pardo, después de muchos de trabajo afirma: “El velo de impunidad y silencio cómplice de las autoridades políticas, funcionarios, militares, así como de algunos magistrados del Tribunal Superior del departamento de Puno de aquellos tiempos, son los que finalmente determinaron la oficialización de la falsa versión el naufragio del barco Yavarí; el ocultamiento de las verdaderas motivaciones de las causales de ambos crímenes (Bustamante), de la celebrada impunidad de los autores, se mantuvo hasta hoy”.

Cornejo tiene el acierto de probar lo que afirma a través de documentos, señala que efectivamente Aréstegui fue asesinado como Juan Bustamante “El viajero”, debido a que ambos representaban “un peligro” para una sociedad infestada de gamonales y jueces corruptos. Pese al tiempo transcurrido esa clase de hechos desgraciadamente se han repetido. Por ejemplo, el 24 de mayo de 1964 hubo 160 muertos entre niños, mujeres, ancianos en el Estadio Nacional, los asistentes eran más de 47,197. El árbitro Ángel Eduardo Pazos anuló un gol del Perú frente Argentina y el público protestó, la policía arrojó bombas lacrimógenas a las tribunas. Hasta ahora no hay culpables de la masacre del Frontón y menos de los sucesos de Bagua ni de Juliaca. ¿Cuánto ha cambiado la justicia oficial en el Perú?

Es cierto que es preciso dotar a los restos de Narciso Aréstegui, Juan Bustamante y Gamaliel Churata de un mausoleo digno, donde puedan reposar por fin, del odio y encanallamiento que dura tantos años. Esa es una tarea de la Beneficencia Pública de Puno. Lo que no puede suceder es que los restos del autor de El padre Horán. Escenas de la vida del Cusco sean llevados al Cusco. Que no suceda como se ha hecho con José María Arguedas, menos deberá ocurrir con César Vallejo y Carlos Oquendo de Amat. Ahora gozan de buena salud en París y Navacerrada, porque en vida fueron encarcelados, perseguidos y marcados por un sistema social cruel, que no valora a sus mejores intelectuales.

El caso de Prudencio Ramos Canaza, autor de “Historia de la Provincia de Puno”, es singular y un ejemplo de tenacidad apasionada por la historia. Vendedor de diarios y revistas de Puno, acucioso, gran lector y defensor de una identidad plural. Me hace recordar a César Cano Patiño, quien recorría las calles de Puno vendiendo revistas de carácter político. En una reunión en la casa de Yaquicha Weller en 1973 en París, estando Julio Ramón Ribeyro, Vargas Vicuña y Alfredo Bryce, Manuel Scorza me preguntó de dónde era: “De Puno”, respondí. Inmediatamente recordó a su compañero de estudios en el Colegio Militar Francisco Bolognesi. Dijo que Cano Patiño era un joven inteligente pero contestario y rebelde, que habiendo publicado un furibundo artículo por la libertad de conciencia en el periódico mural, fue procesado, sancionado y expulsado. Troskista hasta los tuétanos, acabó como sirviente proselitista junto con Átalo Gutiérrez y Sergio Dávila Urquiza de los hermanos Cáceres de Juliaca. ¿Qué habrá ocurrido con el nutrido archivo?

Jorge Ortiz del Carpio, autor de “Didáctica de la historia regional”, ha trabajado sin duda muchos años y su libro voluminoso de 679 páginas, contiene muchas investigaciones en referencia a la historia oficial Puno. Pero sin duda se equivoca cuando afirma: “El virrey Conde Lemos otorgó a Puno el título de Villa de Nuestra Señora de la Concepción y San Carlos de Puno, como capital de la provincia de Paucarcolla. Ya estando el virrey, de retorno, en la ciudad del Cuzco el día 4 de noviembre, día de San Carlos Borromeo, se ofició una misa, en la flamante villa, ratificándose lo ordenado por el Conde de Lemos. Y esto es que festejamos los puneños cada 4 de noviembre, como fundación española de nuestra ciudad, aunque ya sabemos que, en el mejor de los casos, fue una semifundación, un rebautizo o una simple remodelación. Pero la gran mayoría de estas que llamamos fundaciones españolas, no han sido nada más que las instalaciones de españoles o de pueblos y existentes.

¿Semifundación?, ¿rebautizo?, ¿remodelación?, ¿instalaciones de españoles?, ¿pueblos ya existentes?” Los libros de historia tienen que mostrar documentos, tal como lo hace Alfredo Germán Cornejo Pardo. El tema de la Fundación Española de Puno es un caso agotado porque está demostrado hasta el vértigo que no hubo tal hecho. ¿Es necesario repetir y mostrar otra vez documentos? No, basta. Pero tampoco es necesario acudir a sinónimos que semánticamente no tienen el mismo significado. No obstante, para eso sirven los libros y documentos inherentes, para el debate y revisión de los hechos, para acabar con una mentalidad colonial que tanto daño ha hecho a nuestra región. Cuánta falta hace un Instituto de Estudios Regionales, que bien podría ser auspiciado y solventado por la Universidad Nacional del Altiplano.


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