El Centro Escolar 881 y José Antonio Encinas*


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Escribe: Gamaliel Churata | Cultural - 24 May 2015

Mañana se celebra el Día de la Educación Inicial en el Perú y, cinco días después (el 30), se recuerda el nacimiento del maestro, por antonomasia, del altiplano puneño: José Antonio Encinas. Atentos a esto, les ofrecemos ahora la introducción que escribe el célebre Gamaliel Churata para el libro “Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú”, de Encinas, que recuerda y valora la educación de las poblaciones de esta parte del país desde su primera infancia.


El Centro Escolar N° 881 ha sido una escuela proletaria, atendido al sentido que le imprimiera su conductor y en gracia a los niños del pueblo, muchos de los cuales acudían descalzos y después de batallar rudamente en los talleres para lograrse esos minutos de educación mental. Encinas ponía su cuidado en rellevar estas circunstancias; de ahí que todos supiéramos severamente que el mérito del hombre comienza en la conquista de uno mismo. De esos muchachos ninguno se ha perdido. Ocupan lugar descollante en la sociedad; y si uno o dos se entregaron a la ZAMBRA moral o física, fue culpa de una indomable calidad orgánica. El alma de esta escuela, desde luego, ha sido Encinas. Él supo despertar en sus alumnos la simpatía necesaria por el trabajo fecundo, conduciéndolos más allá de los programas escolares con evidente propósito de suscitar la manifestación de personalidades vivas. Encinas era un joven más bien bajo que alto, de andar lento, frente ancha, mirada penetrante y ruda, y de mentón que denotaba su cualidad signo: la voluntad. Esta su máxima: “NO HAY NO PUEDO EN EL DICCIONARIO”. Había logrado que el serrano, por naturaleza introspectivo, denunciara con soltura constante su aprehensión de la enseñanza. Así el profesor era llanamente interrumpido en el curso de su disertación para absolver cualquier género de pregunta, pero con mayor frecuencia de orden idiomático. Hoy no ocurre lo mismo, según me informan estudiantes y compañeros. Uno de ellos, de inteligencia despierta, sostiene que ningún aprendizaje verdaderamente provechoso deducirá el alumno si no se comienza por iniciarlo científicamente en el estudio del idioma. El escollo principal del alumno es el léxico del profesor y del curso en que le obligan a estudiar. Encinas lo sabía muy bien. Sus alumnos no debían, no podían quedar en silencio si no habían entendido alguna de sus palabras.

- El alumno que repite lo que no entiende es autómata.
- ¿Qué es un autómata, señor? –El director medita y luego se dirige a un alumno cualquiera.
- Usted, señor, dígame, ¿qué es un autómata?
- No lo sé, señor.
- Un autómata es un muñeco que tiene bisagras en el sitio de las articulaciones, con lo cual puede mover un dedo o una pierna. Por medio de hilos especiales, desde un lugar oculto, lo anima el hombre que lo maneja. Aparentemente mueve un brazo, pero él no sabe que lo mueve. ¡El hombre que repite lo que no sabe es un autómata!

Un profesor tiene en su poder la llave de las conciencias futuras. Encinas obraba pensando esto. Es la causa por qué los pueblos cultos conceden a la Educación la importancia privativa del Estado. Encinas ha modelado una generación de hombres y con ella está seguro de llegar a la voluptuosidad catoniana del deber.

(…) En el Perú, donde si hay una tradición pedagógica no hay una escuela tradicional, es necesario insistir sobre este Centro Escolar N° 881, que es lo único vivo de que podamos ufanarnos en la materia, por lo mismo que es, en muchos aspectos, lo único en tradición.

(…) “El indio es dinámico por excelencia. Toda su vida constituye una permanente acción”, escribe Encinas. Y agrega: “es absurdo suponer en él quietud o pasividad mental. Un sistema de enseñanza que nos fuera propio, debería conducir estos elementos psicológicos básicos del indio. No han parado mientes hasta hoy los educacionistas del Perú en la vida de la mujer indígena. No hay espacio en estas páginas para describir la manera cómo invierte su día la madre aborigen. Pero el tema merece un libro. La india no descansa un solo instante; no ceja un minuto del trabajo: si camina, hila; si está en la casa, teje; si en el campo, chacarea; si en la orilla del lago, pasta”.

Para educar madres peruanas no se tiene en manera alguna ni una ligera y lejana referencia de la india. No. Del indio tampoco.

(…) Repito que la educación en el Perú toma en nula importancia al factor indígena, guiándose solamente por los resultados de la experiencia europea o yankee, que seguramente es un respetable bloque de sabiduría, pero no soluciona dentro de la realidad psicológica del país su problema educacional. Se excluye el acervo popular para aportar disciplinas foráneas en las condiciones menos favorables. La serie de misiones de educación, a cargo de yankees, alemanes, etc. ¿ha rendido algún provechoso resultado? Parece que no. Recuerdo que el Doctor Kimmich, distinguido filólogo bávaro, se interesaba en Puno más en los métodos inductivos de la educación aborigen que en la aplicación de los que él fue encargado de transmitir. Kimmich se proponía escribir una monografía sobre la posibilidad de la educación peruana, basada en la experiencia profundamente social de los hábitos indígenas. Reaccionar contra la tendencia intelectualista y fríamente dialéctica de la educación, debería ser el cuidado inicial de todo hombre que trabaja en campos educacionales. México, como en otros aspectos, nos da lecciones sorprendentes. John Dewey, en su visita a este país, ha tenido que confesar su admiración por los resultados que métodos propios pueden producir, sanamente aplicados, en terrenos propios. Esto es obra de recientes conquistas. Durante la dictadura de Porfirio Díaz se tenía el concepto de que el problema de la educación se solucionaba con brillantes propagandas extranjeras, cuando lo único que rinde fruto es –y puede ser– el trabajo humilde sobre la realidad modesta, y a veces inferior, del material popular. Encinas unía vivo concepto del papel que vino a representar entre nosotros, por la inicial de sus actividades estuvo presidida de un concienzudo estudio del medio en sus múltiples aspectos, psicológicos, sociales y económicos. He aquí algunas de sus ávidas observaciones que lo comprueban:

1.- EL SERRANO DEL ALTIPLANO SE DISTINGUE POR LA SOBRIEDAD EN EL DECIR, POR LA EXACTITUD EN LA IMAGEN, POR LA PRECISIÓN Y LA ACUIDAD EN LA OBSERVACIÓN, POR LA PERSISTENCIA EN EL ESFUERZO, POR LA LEALTAD A UN PRINCIPIO Y POR UN PERMANENTE DESEO DE RENOVACIÓN.

2.- EL MAESTRO EN EL PERÚ NO NECESITA RECURRIR A LA BIBLIA (no debe recurrir) PARA EXPLICAR EN FORMA MÍTICA EL ORIGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE; LE BASTA LA LEYENDA DE WIRAKOCHA. EL NIÑO SEGURAMENTE ENCONTRARÁ EN ESTA LEYENDA MAYOR CONSISTENCIA, MAYOR LÓGICA, MAYOR BELLEZA QUE EN AQUELLA OTRA QUE NOS CUENTAN LOS JUDÍOS. WIRAKOCHA CREA AL HOMBRE DE PIEDRA; JEHOVÁ LO CREA DE BARRO. AMBOS SE EQUIVOCAN; PERO WIRAKOCHA RECTIFICA SU ERROR CREANDO A LOS HOMBRES YA NO INDIVIDUALMENTE, SINO POR NACIONES. EN TANTO JEHOVÁ ESTABLECE EL PECADO ORIGINAL Y MALDICE A LA HUMANIDAD, WIRAKOCHA AGRUPA A LOS HOMBRES; JEHOVÁ LOS DISPERSA.

3.- LA HISTORIA DEL PERÚ PUESTA EN MANOS DE LOS INDIOS CONSTITUYE UN VERDADERO PROGRAMA POLÍTICO.

4.- LA ESTRECHA MENTALIDAD DEL BURGUÉS HA HECHO AL INDIO LA MÁXIMA CONCESIÓN DE PONER EN SUS MANOS EL ABECEDARIO Y EL CATECISMO.

5.- TODA HISTORIA DEL INDIO HA GIRADO ALREDEDOR DE LA TIERRA. FUERA DE ESTE MÓVIL QUE AGITA LA TOTALIDAD DE SU VIDA, LA ESCUELA, LA RELIGIÓN, EL PROGRESO MATERIAL, LE ES INDIFERENTE Y SUPERFLUO. ES DECIR, TODO LE ES ACCESORIO, SUBORDINABLE.

Ciertamente Encinas no ha actuado en el AYLLU, pero se ha inspirado en él, pues sabe básicamente que el Perú es el indio, EL PRODUCTOR DE LA NACIONALIDAD, dice él y toda política educacional que no se inspire en lo indígena no pasa de ensayo epidérmico en el consuetudinario debate académico en que el Perú de la costa ha sacrificado cien años, o sea, cien posibilidades de la República.

Es tiempo de que una generación de hombres constituida sobre la experiencia de nuestra historia se avoque a la solución de este gravísimo problema, contando que este problema no es un mero problema de técnica, sino un problema ontológico de la más seria importancia para el país y su porvenir. Seguramente la escuela está destinada a cumplir la gran misión de avivar los instintos dormidos de la raza; pero la escuela resulta inocua si no actúa en un terreno de realidades vencidas. La escuela se cumple tras de la revolución económica, no puede antecederla, porque le falta los medios de crecimiento. En esto coincide Encinas con Mariátegui, y en muchos otros aspectos.

(…) Su mensaje [el de Encinas], reducido a síntesis, nos dice que el deber imperioso de las generaciones militantes del Perú, es convertir la politiquería endémica y crapulosa, politiquería burocrática y zafia, en política de educación, porque la educación es el único camino de hacer hombres grandes en pueblos venturosos. Pero que antes, la realización de este ideal precisa una previa conquista: la conquista económica, que implica un sacudimiento sustantivo de la propiedad y la revalorización del AYLLU. Por eso afirma que la frase lapidaria es que la escuela debe mantenerse en un estado de latente revolución. ¡Triste destino el de los profesores que, comprendiendo este deber, ejercen su ministerio con holgura paquidérmica con que los curas de aldea hacen el suyo! Si hay una responsabilidad ante la naturaleza y la civilización, esa responsabilidad es la del maestro. Y en momentos de gravidez promisoria, como estos momentos peruanos, la responsabilidad es mayor, porque todo momento de represión supone un próximo de liberación; esos momentos en la historia suelen marcarse con el cataclismo y la palingenesia.

Puno, junio de 1930

*En Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú

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