Un análisis de los transgénicos desde la ética

Entre el temor y las promesas de desarrollo:



Escribe: Nicolás Margot * | Economía - 24 Jul 2011

En el mismo momento en que el Congreso peruano se encuentra entrampado en la decisión sobre un posible moratorio para la introducción de los transgénicos en el país, (1) como ético, quisiera plantear algunas reflexiones al respecto, brindando pautas para entender qué son los transgénicos, evitando temerlos irracionalmente y analizando el tema sin demasiadas ilusiones. Si hay un conflicto ético y de valores sobre los transgénicos, me parece que se ubica más a nivel de las esperanzas reales sobre lo que pueden brindar al desarrollo y su contribución para resolver la pobreza.

¿Cómo se está manejando este tema en el exterior?

En Suiza, por votación en referéndum popular, desde el año 2007 se ha establecido un moratorio de 5 años; su reevaluación está en proceso y en el año 2012 el gobierno federal deberá asumir una decisión. Para tal fin, el país tiene un departamento dentro del ministerio del medio ambiente, con expertos específicamente asignados a evaluar el tema.

Asimismo, Alemania, Austria y Suiza recién publicaron un protocolo para el monitoreo de los transgénicos con el objetivo de medir los riesgos que puedan ejercer tanto a nivel de la salud como por sus efectos sobre el medio ambiente. (2)

La tendencia de varios países va en dirección de una consideración pragmática y prudente, tratando de tener una objetividad más amplia, pues las investigaciones todavía no otorgan resultados claros. Existen instrumentos en la legislación de EEUU, Canadá, UE y Australia (3) para controlar los riesgos de los transgénicos. La principal referencia para esta reflexión y control internacional proviene de la Inter Gubernamental Task Force sobre alimentos derivados de biotecnología de la Codex Alimentarius Comision (Codex Alimentarius, 2003), integrado por la FAO y la OMS, prestigiosas instituciones de las Naciones Unidas, cuyos objetivos veremos posteriormente.

Si bien en algunos países (como India, China, Australia, ó EEUU, Canadá, México, Brasil, Colombia, Bolivia, Argentina, Chile, en América) que han introducido los transgénicos en la agricultura, los campesinos no han puesto mayores obstáculos, no sucede lo mismo en países de la UE, y más aún en los consumidores de esas naciones.

¿Debemos temer a los transgénicos como tal?

Desde el descubrimiento del ADN en 1954, los científicos buscaron mejorar las condiciones de vida, ya sea a nivel médico o alimentario. Ahora sabemos que podemos entrar en la inteligencia programada de la vida, y las plantas pertenecen a esta categoría.

El interés de los transgénicos radica en el hecho de que ahora laboratorios sofisticados (gracias a alta tecnología) pueden modificar un gen dentro de las células de plantas (de ahí la palabra transgénico) para que éstas sean más resistentes a insectos, pesticidas, agresiones del medio ambiente, entre otros. El interés reside en obtener variedades de plantas (4) que son capaces de bloquear la entrada de una infección externa, produciendo una toxina -Bacillus thurigiensis por ejemplo (Bt)- que induce la resistencia a los insectos.

Desde el punto de vista ético no se aprecia mayor problema, pues resultaría positivo evitar el uso de toneladas de insecticidas; desde la perspectiva económica, se alcanzaría el objetivo de rentabilidad y además se protegería el medio ambiente. Por otro lado, sabemos que los jardineros desde hace mucho tiempo (mediante la hibridación) también modifican la naturaleza y alteran plantas. Ellos no lo hacen por la puerta (entrar directamente en el núcleo de la planta) sino por la ventana (acoplar plantas con atributos distintos que modifican algunos aspectos), así que no hay mayor razón para temer esos cambios genéticos.

Varios progresos de la ciencia provocaron temor en el pasado, para citar solamente los antibióticos y locomotoras o también el descubrimiento de Galileo que la tierra era redonda.

En India, activistas en contra de los transgénicos sembraron casi el terror, utilizando el término de genocidio, hablando por un lado de suicidio económico y de la muerte de ganados, supuestamente provocado por el uso del algodón transgénico tipo Bt. Posteriormente, se concluyó de que eso fue mentira, producto de manipulación, pues no hubo prueba concreta de decrecimiento económico local, y porque la Bt protoxin Cry 1Ac contra los lepidópteros no tiene ningún tipo de efectos sobre mamíferos como la cabra (5). El asunto fue solo parte de una guerra sucia contra una empresa monopolística, lo que no debería ocurrir si no queremos caer en una campaña irracional.

No pienso que los transgénicos merecen tanto temor, sino más bien que requieren una atención con serenidad, donde la sociedad civil sea parte integral del debate y de sus intereses a corto y largo plazo. Tal vez falta en el Perú y en otros países (sin legislación al respecto) una verdadera concertación de los actores involucrados. Sería importante que no se repita la reciente historia con las concesiones mineras, por falta de consulta a la gente más cercana a esa problemática. En Suiza, grupos de presión campesinos lograron que la sociedad civil se opusiera a la introducción de los transgénicos en el país y al final una empresa fuerte como Syngenta no pudo hacer nada contra la decisión popular.

¿Qué hay de las promesas de desarrollo y de los riesgos que implican?

Las campañas de información y desinformación juegan su papel, por lo que a estas alturas las polémicas son grandes entre los pros y los contras.

Por un lado, países de primer mundo pueden tener actitud de distancia frente a los transgénicos y más que todo rechazar su consumo por miedo a los efectos (no probados todavía de manera obvia) sobre la salud; pero en los países en desarrollo la rentabilidad, como criterio, juega un papel importante y no puede permitirse esa actitud casi de lujo, pues la necesidad de alimentar a su población y exportar es más urgente.

Por otro lado, muchos países rechazan la “nueva dependencia” a los transgénicos por la simple razón que hace resurgir los traumas de la colonización y su nueva forma actual por presión del mercado dominante. Para ello, invocan en contra del poder de la globalización con su intención de dominar, de los monopolios con impactos similares y la incompatibilidad con las condiciones locales.

Solo países como Brasil, China e India pueden manejar con autonomía proyectos transgénicos, pues tienen la capacidad y el tamaño que lo permite. La experticia que ejercen sobre esa biotecnología incrementa también su capacidad de exportarla como producto secundario.

La llamada “revolución verde” ha crecido en países como India, China, Malasia, Indonesia y parte de este éxito está relacionado (lo queramos o no) a esos transgénicos, aunque cabe indicar que sus territorios no están totalmente cubiertos por ellos.

Asimismo, no podemos negar numerosas críticas hechas a los transgénicos. La famosa ONG Greenpeace trata de enfatizar en los impactos sobre el medio ambiente y la salud, y esas objeciones éticas hacen referencia a varios estudios independientes (6). Lo extraño de las críticas dirigidas contra los transgénicos es la gran atención prestada cuando están relacionados con plantas y la agricultura, pero casi inexistentes cuando se refieren a productos farmacéuticas y de medicina, obtenidos también mediante investigaciones y tecnología sobre los genes (7).

En medio de los argumentos utilizados en contra, se encuentra la biodiversidad amenazada por desaparecer a largo plazo por los transgénicos; la gente teme también una nivelación de los gustos por el cambio genético de las plantas. La verdad es que para “crear” un transgénico, a nivel biológico, las cosas no son tan simples, pues las investigaciones para lograr buenos resultados son costosas, así que las empresas especializadas (que son pocas: son cuatro las que comparten el mercado mundial y Monsanto cubre sola el 90% del mercado) para recuperar sus inversiones, tienen la tendencia a invadir el mercado e imponer un monopolio comercial, con el principal efecto colateral que va disminuyendo la diversidad biológica, reduciendo poco a poco los tipos de plantas a una especie dominante.

Según algunas investigaciones, los organismos modificados van provocando resistencia por parte de los insectos, lo que va exigir otras modificaciones, tal como las bacterias van resistiendo a los antibióticos. Del mismo modo, como la tolerancia a los pesticidas va disminuyendo, al final estos se utilizan en mayor cantidad.

De todo esto, algunos concluyen que la promesa de los transgénicos es inalcanzable, y lo que crece más es el mito del progreso.

Por el tema de la debilitación de los gustos, no hay nada que lo compruebe. El gusto es más dependiente del “carácter” de los suelos de cultivo que se transmite a plantas, y los biólogos, por lo que se sabe; aún no logran modificar las propiedades gustativas de esas plantas, pues son parámetros muy complejos para controlarse.

Desde el punto de vista ético tenemos que decir claramente: la idea de biodiversidad como bien no constituye un criterio ético por sí solo, pues es una noción impersonal; pero más bien, como lo sabemos desde David Hume (siglo XVIII), a partir de simples hechos observables no se pueden deducir conclusiones éticas; en otras palabras, de algunos hechos no podemos deducir deberes o cosas que obligan, sin hacer corto circuito con el pensamiento. La biodiversidad tiene un valor, sí, pero a otro nivel, y si merece defensa es por razón filosófica o más bien por respeto a culturas nativas, su patrimonio y su cosmovisión, como la andina, que valora mucho las variedades de papas, manifestación del don de la vida a través de la Tierra-Madre.

Ahora, queremos mencionar puntos éticos que nos parecen más relevantes en relación con los transgénicos.

Dos eslabones débiles desde el punto de vista ético: la pobreza y la falta de responsabilidad democrática

El primer eslabón débil, en esta cadena, es el pobre que no tiene la capacidad de adaptarse. La crítica que tiene más sentido en el contexto de regiones desfavorecidas, es el tema de la pobreza y del clima. Hay un serio riesgo para los campesinos más pobres. La agricultura será ciertamente afectada por el cambio climático y los campesinos más pobres no tendrán la menor capacidad de ajustarse. El peor caso será que los transgénicos dividan tal como divide la tecnología digital: la tecnología baja los costos de producción para los que tienen acceso, pero deja a los que no tienen acceso en una situación aún peor de desventajas por razón de la feroz competencia (8). Esto llama la atención para resolver la equidad social; en consecuencia, llama la responsabilidad de todos los actores sociales.

El segundo eslabón débil, desde el punto de vista ético, es también un Estado donde falta una regulación por medio de un debate transparente y de leyes, que vaya respaldado de conocimiento sobre los riegos reales y concretos, donde las empresas transgénicas (por razones mercantiles) regulan la oferta y demanda a través de influencias, por no hablar de corrupción. Pero existe un contrapoder a todo esto: a nivel internacional se tienen hoy en día los instrumentos adecuados para controlar los transgénicos.

Para seguir una línea correspondiente a una ética deontológica, ya sea kantiana o de tipo ética de responsabilidad, es decir que marcha para respetar al ser humano ante todo “como un fin y no como un medio”, con perspectivas hacia las generaciones futuras, hay que definir una línea clara sobre las instancias que permitan favorecer el debate democrático y un control científico imparcial. Por un lado, la prensa tiene un rol de regulador y de iniciador del debate en el Estado de derecho, en colaboración con la comunidad científica en sentido amplio: no solamente relacionada a las ciencias naturales y biología, sino también a incluir a filósofos, sociólogos, juristas, médicos, defensores del consumidor y políticos (preparados por supuesto), con el requisito de no ser afiliados a intereses mercantiles.

De otro lado, como lo hemos mencionado al inicio del artículo, muchas organizaciones e instituciones se preocupan del control de los riesgos en relación con los transgénicos, lo que permite a los gobiernos tener apoyo. En medio de ellos, el instrumento creado desde 1963 por la FAO y la OMS, la Codex Alimentarius Comision dio nacimiento a protocolos de referencias para desarrollar estándares con los alimentos (9).
Tres documentos fueron adoptados por el Codex Alimentarius de 2003: uno es sobre los principios para el análisis de los riesgos derivados de alimentos de la biotecnología moderna (Principles Document); otro es sobre lineamientos para asistencia segura de alimentos proviniendo de plantas modificadas por ADN (Plant Guideline); y finalmente, sobre lineamientos para asistencia segura de alimentos proviniendo de microbios modificados por ADN. El primero ha sido desarrollado para ofrecer un marco de análisis de los riesgos de todos los alimentos modificados por el uso de la biotecnología o de componentes en alimentos. La UE tiene su autoridad de control llamada European Food Safety Authority (EFSA) la cual tiene un rol central en la independencia científica de consejo y en la asistencia para marcar los riesgos de los transgénicos. Cada estado tiene libertad para adaptar esos instrumentos a su contexto particular, salvo los criterios esenciales. Eso es, a mi parecer, el camino alternativo para no quedar ciegos frente a las presiones industriales que disponen de financiamiento para desarrollar sus productos desde la concepción hasta la comercialización final. Si el Estado juega su papel correcto, de ofrecer regulación en temas como la seguridad alimentaria y la salud (con un buen sustento ético), podemos construir una sociedad más justa.

Para concluir, vuelvo al caso de Suiza y su moratorio de 5 años. Un moratorio sirve para la reflexión pero no de manera pasiva. La sociedad y el gobierno suizo siguen aclarando el asunto; siguen realizándose ensayos sobre los efectos de transgénicos en lugares confinados, manejados y monitoreados en universidades especializadas, con control bajo protocolos de riesgos, etc. Así que si el Perú se decide por un moratorio, será más una invitación para dotarse de instrumentos que aún no tiene, colectar datos objetivos, definir procesos de monitoreo gubernamental, entre otros. Eso puede por ejemplo estimular investigaciones, y brindar perspectivas de carreras nuevas en ciencia genética como en ética. El futuro debe quedar en las manos de los peruanos.

(*) Nicolás Alexandre Margot, Bioético de nacionalidad suizo, maestría en bioética, docente en la IDECA de Puno, residente en el Perú.

(1) Ver editorial del diario La República del sábado 9 de julio 2011, pp. 12; 14.
(2) El documento es llamado monitoring of genetically modified organisms. Se puede acceder en el sitio del gobierno suizo en http://www.bafu.admin.ch/biotechnologie/11329/index.html?lang=fr
(3) Recensión completa en el artículo de Claudia Paoletti y colaboradores: “GMO risk assessment around the world: some examples”. Revista Trends in Food Science & Technology 19 (2008) S70-S78. Elsevier ed.
(4) Los transgénicos más conocidos cultivados en el mundo son: la soya, el maíz, la colza y el algodón.
(5) Citado por Ronald J. Herring en “Opposition to transgenic technologies: ideology, interests and collective action frames”, Revista Nature, volumen no 9, junio 2008, pp. 458-463.
(6) Ver su sitio web: http://www.greenpeace.org/international/en/campaigns/agriculture/problem/genetic-engineering/
(7) Ronald J. Herring, artículo citado
(8) M. Lipton “Plant Breeding and poverty: can transgenic seeds replicate the ‘green revolution’ as a source of grains for the poor?” en J. Dev. Stud. 43, 31-62 (2007).



3 comentarios

  • ORLANDO Tuesday 26 de July del 2011 a las 20:48

    El peru es en la costa, de valles pequeños y por ende,las plagas y manejo de malezas no es el problema,el gran problema de los valles de la costa es el agua,sin ella no se puede programar un plan de manejo integrado de los cultivos,porque la costa tiene el mejor clima del mundo,es por ello la calidad y los rendimientos de sus productos.

  • Frismar Sunday 24 de July del 2011 a las 18:33

    En que quedamos? .Que debe haber un moratorio de por lo menos 10 años en el Peru,hasta que se aclare el impacto de los transgenicos en:
    1 - la salud humana
    2 - el problema de la biodiversidad
    A LARGO PLAZO.
    3 - el papel i los intereses mercantiles de las corporaciones que
    a nivel mundial controlan el el 75% al 90% del comercio del trigo,soya,mais i otros,estos gigantes son:
    CARGILL
    DREYFUS
    BUNGE
    ADM(archer daniels midland)
    En el comercio de semillas estan:
    MONSANTO
    DUPONT
    SYNGENTA
    LIMAGRAIN
    Ademas,tambien controlan los abonos
    quimicos i los pesticidas junto con
    la BAYERN i la BASF.
    Estas corporaciones mundiales,trabajan coordinadamente i
    sus bases estan en USA,SUIZA,FRANCIA,ALEMANIA.
    Asi pues...no es un tema de "valores
    eticos"
    El asunto es puramente mercantilista.

  • supay Sunday 24 de July del 2011 a las 16:41

    en conclusion???? en qe qedamos


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