Manuel Rondón: Puno y el mundo descarnados en su corazón



Escribe: Boris Espezúa Salmón | Editorial - 04 Nov 2014


En lo que va del año acaba de publicar Manuel Rondón Aza el “Manual del desarrollo Regional de Puno y el Perú”, Tomo I, que ya ha sido presentado en Puno y Juliaca y que es un aporte singular para reflexionar desde Puno, lo que ocurre en el mundo y regresar a la semilla para autoreflexionar nuevamente en nuestro Puno. Es una apuesta por la decencia ciudadana, por el verdadero desarrollo, por recobrar las oportunidades perdidas, por poner las barbas en remojo de nuestros autoengaños y las formas tercas o tozudas de seguir avanzando para atrás y continuar disparándonos a los pies.

En los años 80 en la ciudad de Puno tuve la suerte de conocer a Nicolás Rondón y a su hermano Manuel Rondón quienes destacaban entre los jóvenes de aquella década por su elocuencia periodística y por estar vinculados a los libros y a lectura. Una librería que ellos implementaron cerca al Parque Pino, en la calle Lima, sería por muchas tardes lugar de encuentro de muchos jóvenes quienes suscitábamos comentarios y reflexiones de temas que sucedían y aquejaban a Puno y a nuestro modo vislumbrábamos remedios quizás algunos ingenuos e ilusos propios de la edad. Sin embargo los dos hermanos Rondón eran firmes en sus ideas y tenían por ello cierta capacidad de liderazgo, bien combinada con una amistad sincera. De allí, de modo inesperado nos entristeció la partida de Nicolás Rondón una persona que tenía un futuro promisorio y cuya ausencia atomizó diversos caminos de los amigos que nos reuníamos. Años después supimos que Manuel Rondón se había instalado definitivamente en Juliaca. En algunas ocasiones que nos veíamos, comprobamos que continuó con el periodismo televisivo y como siempre con su terca labor de indignarse y criticar por las circunstancias que ocasionan los problemas de Puno y del Perú. Una característica que jamás perdió fue su sencillez y afabilidad, que lo hacía diferente incluso en el ejercicio del periodismo que con seguridad más de una de las veces incomodó su decencia que lo distingue a cierta genuflexa e interesada práctica periodística.

Pocos tienen esa cualidad de asumir siendo jóvenes una actitud y una conciencia crítica, mayormente ahora cuando la juventud está más enfrascada en asuntos superfluos, como producto de una cultura mediática y de show que nos inunda, y donde pareciera que viven una genuina indiferencia y desencanto de lo que ocurre en el país y en la región. Lejos están aquellos tiempos donde se debatía con posturas políticas, con lecturas literarias, filosóficas que nuestros padres nos habían inculcado desde la niñez. Por ello es que no nos extraña que después de muchos años que Manuel continuó siendo testigo incansable de la crisis en la política y los avatares sociales que transcurre nuestro país entre la corrupción, el desacierto y la incompetencia de nuestras autoridades y la desidia de nuestra ciudadanía, ahora él, un ciudadano a carta cabal de los que también ahora hay pocos, como un artesano minucioso y constante nos muestre un peculiar libro, diseñado y pensado en el lector, con un uso de lenguaje asequible, puntual, concreto en un texto que tiene algo de enciclopedia, de la estructura por ejemplo de “Memoria del fuego” de Eduardo Galeano, compuesto de escenas, pequeños textos, enmarcados en textos mayores, con acertadas ilustraciones, donde se reflexiona, se cuestiona, y se pone en interrogante, diversos y disímiles problemas, curiosidades, anécdotas y otro tanto de información del mundo, del país y por cierto de nuestra región, desde una perspectiva política, social, económica y cultural. Esta estructuración es ágil, amena, para un lector que encontrará una miscelánea de contenidos, realizados con lucidez, gusto y nivel intelectual, cuando el autor pone el dedo en la llaga, acierta con su agudeza ética y su elevada responsabilidad ciudadana.

Jean Paul Sartre el filósofo Francés que rechazó el premio nobel afines del siglo pasado, hablaba de la responsabilidad del intelectual y del escritor y señalaba que ésta es doble al de un ciudadano corriente, puesto que tenía como característica central el de encarnar las circunstancias y los desafíos de su tiempo, y por ello estaba obligado moralmente a tener que preparase más y responder a las expectativas de su circunstancia.

En este libro-enciclopedia el autor recoge el tinglado de Sartre y empieza en su introducción señalando que está completamente indignado con lo que ocurre en el mundo, en su país y en Puno. Este detalle de indignación no es sino su sincera honestidad intelectual, porque lo que muestra en el contenido del libro no es para menos, sino para sentir horror, repugnancia ante tanto cinismo, tanta degradación y deterioro al que se ha sumido nuestro mundo actualmente. Además es la otra forma de todavía considerarse dignos, porque la dignidad como lo decía Kant es lo que nos hace libres y autónomos y revela que el hombre sea un fin en sí mismo y no un medio que se pueda utilizar como nos venga en gana. Este principio irrestringible e inmanente que tenemos, hace que podamos por ejemplo cuestionar la globalización como fenómeno social y económico, desenmascararlo como lo hace el autor y nos muestra lo inescrupuloso que puede llegar a ser el poder político y económico, donde no existe rostro humano y más bien a través del uso de una serie de redes de dominación, control y subordinación, puede aniquilar nuestra conciencia y nuestro ser.

Con relación a nuestro país, igualmente - como sabemos- cunde la corrupción que tuerce nuestras conciencias cívicas y ciudadanas y hace que las autoridades, la política práctica, el sentido de desarrollo y progreso sean verdaderas quimeras que como las autoridades elegidas poco o nada hacen por salir de esa actitud servil y sumisa como lo precisa el autor y más bien ocasionen nuestro retraso ante el cinismo y la medianía que nos inunda. Julius Evola en su obra “Rebelión contra el mundo moderno” dice: “La crisis de la civilización actual, de sus peligros, de sus destrucciones o de sus alienaciones desde hace mucho se ha convertido casi en un lugar común. El mundo actual aparece tan sólo como un cuerpo privado de vida que se precipita por una pendiente, en donde ya nada habrá para detenerlo. No es cosa de darse vuelta ante esta realidad, de un lado o de otro en un lecho de agonía, sino de despertarse en forma urgente y ponerse de pie si es que todavía podemos sostener algo de este mundo”, y es que este valle de lágrimas, esta capilla ardiente llamado Perú, que tiene como espirales, la violencia, la discriminación y la corrupción, pareciera que estos males se ha vigorizado más en los últimos años, seguimos envueltos o anudados en la resonancia del encuentro de dos mundos el indígena y el hispánico de cuya dramática unión descendimos, ojalá valoraríamos de nuevo nuestra raíz más honda y nuestros conflictos, grandezas y miserias, es decir el rostro de nuestro corazón, expresión de nuestra fisonomía cultural y étnica, pero, como dice Anibal Quijano mientras el poder colonial tome las riendas de nuestra ontología, La Nación y el futuro no será nuestro sino ajeno. Con temas como la inseguridad ciudadana, el sicariato, las formas irreflexivas y acríticas que la educación crea, en estos días nuestro país vuelve a retroceder. Y como si no bastara todo lo que se menciona, seguimos ahondándonos en un Perú escindido, anético, con más amplias brechas sociales, oscilando entre lo visibilizado y lo invisibilizado, lo real y lo oficial, lo colonial y decolonial, lo ciego y lo miope.

De nuestra Región de Puno, que es una réplica de lo que ocurre en el Perú, lastimosamente hay que reconocer nuestra gran capacidad de retroceder, de jugar al perdedor, nosotros no cambiamos en nuestra atávica vocación por hacer mal las cosas y ello nos pone en desventaja, por años y décadas al lado de otras regiones. No nos sostiene los membretes épicos y fútiles de: “Puno tierra de artistas, de folklore de historia”, es una niebla que sólo creen los incautos, y los usureros de nuestra cultura mercantilista. Felizmente el capitalismo neoliberal está en crisis, está perdiendo horizonte por su carencia de sentido humano y su desamor a la ecología, es ahora que necesitamos refundar la democracia, la política, que ya no parte de la premisa del sujeto individual sino comunitario que a su vez presupone comunidad a la naturaleza sin la cual es inconcebible la vida plena. Tal como señala Xavier Albó: “Se trata de mirarnos a nosotros mismos, con nuestros propios ojos, con nuestros propios oídos, de caminar nuestro paso, de andar nuestra propia historia, de revalorar nuestro ayllu, pero para ello antes hay que saber desandar, hay que recuperar nuestra propia huella, hay que distinguir lo que somos y lo que no somos, se trata de volver subjetivamente a nosotros para afirmarnos de nuevo”. Alcémonos frente a la crisis, ante el discurso demagógico de los políticos, que ratifican que palmariamente vivimos nuestro déficit de buenos dirigentes, autoridades, representantes y también de ciudadanos.

Sobre Puno el autor del libro que comentamos señala: “Nuestra Región Puno, al igual que el Perú, vive la desgracia de tener autoridades con una mentalidad servil y sumisa, que han impedido que nuestra Región Puno, alcance el desarrollo que merecemos, por la gran capacidad de trabajo de su pueblo, y los ingentes recursos naturales con que Dios ha bendecido a nuestra región. Este libro busca el despertar, que nos permita entender, que tenemos millones de posibilidades para despegar, que la oportunidad ha tocado nuestra puerta, y no debemos dejarla pasar”. Esta luz en el fondo del túnel, esta esperanza no de consuelo sino de desafío, es lo que finalmente debemos fortalecerla, apelando a la autoestima, al arraigo de una tierra que a pesar de todo tiene la mística cultural seria, que no hace propios y auténticos. Nosotros los puneños no le debemos nada a Lima, lo poco que tenemos lo hemos conquistado a fuerza de trabajo y esfuerzo, hemos sido olvidados secularmente y ello debe cambiar, debemos asirnos como un mástil de madera que flamea nuestra bandera desde un sur donde el nervio Aymara y Quechua siempre fue fuerte e invencible. Por ello esperamos que este libro sirva para tomar conciencia de que necesitamos un cambio urgente en nuestras mentes, en nuestra conducta y en nuestro rol de ciudadanos, basta de retrasos, basta de jugarnos el futuro para atrás, Manuel Rondón nos impetra a conocer las verdades de lo que ocurre en el mundo, en el país y en nuestra región, para sacudirnos de la molicie del conformismo, de la estéril indiferencia, para hacer decente nuestra existencia y no perderla del todo. El autor con sus pertinentes ilustraciones hace el papel de un Maquiavelo, bien intencionado, cuando da consejos al gobernante, al político al ciudadano, y apuesta por un cambio sustancial de nuestra actitud y conciencia propositiva. Hay una crítica dura al Estado a sus instituciones, al rol delicado de los comunicadores, al papel de los maestros, los profesionales, al ornato de la ciudad, a la limpieza, a la cultura ecológica, al relievar la cultura como el eje central de todo real desarrollo.

En suma, este texto es imprescindible porque nos vuelve a nosotros mismos, porque nos evita caer en la degradación más abyecta como seres humanos, y nos recuerda que en nosotros está, hacer que las palabras se materialicen, que los aprovechadores del poder no hagan más de las suyas, en nosotros está pintar de nuevos colores nuestra existencia y nuestro mañana. Esperaremos el Tomo II y siguientes de esta encomiable entrega.


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