¿Quién vela por la dignidad del docente universitario?


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Escribe: Felipe Supo Condori | Educación - 22 May 2016


¿Qué es la dignidad? Luis Recasens (2003) refiere que "el pensamiento de la dignidad consiste en reconocer que el hombre tiene fines propios suyos de cumplir por sí mismo (...) donde uno de los principios está referido al derecho de disfrutar de seguridad…”. Kant señala que la dignidad está relacionada al principio de la igualdad como uno de los derechos esenciales del hombre, el mismo que está inmerso en el pensamiento aristotélico. Como podemos percibir, la dignidad está intrínsecamente relacionada al goce del derecho de la seguridad como principio de igualdad, el mismo que lo debe reivindicar como ser supremo de la sociedad, es decir, como hombre. Ahora nos preguntamos: ¿Qué institución social, gubernamental o gremial viene velando por la dignidad del docente universitario?

Dice la norma legal que es el Estado el que debe velar por el orden y el bienestar de la sociedad, fines que están orientados a la seguridad de su población (entendida la docencia universitaria como parte de la población de la sociedad peruana). Tras ello, surge otra interrogante: ¿Qué entendemos por seguridad? ¿Es imperativa la seguridad económica antes que la seguridad social? La novísima Ley Universitaria 30220 refiere en el Capítulo I, Disposiciones Generales, Artículo 5, Sobre los Principios: Las universidades se rigen por los siguientes principios: “…5.1 Búsqueda y difusión de la verdad. 5.2 Calidad académica... 5.5 Espíritu crítico y de investigación…5.7 Meritocracia”. Y en el Capítulo VIII, Docentes, Artículo 96, Acerca de las Remuneraciones, refiere: “Las remuneraciones de los docentes de la universidad pública se establecen por categoría y su financiamiento proviene de las transferencias corrientes del tesoro público. La universidad pública puede pagar a los docentes una asignación adicional por productividad, de acuerdo a sus posibilidades económicas. Las remuneraciones de los docentes de las universidades públicas se homologan con las correspondientes a las de los Magistrados Judiciales. Los docentes tienen derecho a percibir, además de sus sueldos básicos, las remuneraciones complementarias establecidas por ley cualquiera sea su denominación. La del docente no puede ser inferior a la del Juez de Primera Instancia…”. Nosotros entendemos como el espíritu de esta ley universitaria –dentro de la interpretación de la norma como justicia social, antes que como justicia legal- que es la búsqueda de la calidad académica para cuyo efecto reivindica la función docente relacionada a la investigación para la generación de conocimiento, que debe ser estimulada con la justa remuneración homologada de los magistrados judiciales. Nosotros nos preguntamos: ¿esto ocurre en la actualidad? ¿Qué decir de la majestad de la academia y del docente universitario que está siendo mellada con los ínfimos y ridículos montos remunerativos que le viene asignado el Estado Peruano, con sueldos que van desde 380 soles, que gana un docente a tiempo parcial de 10 a 15 horas?

¿Acaso no causa indignación cuando los sueldos de los trabajadores del Congreso de la República superan en el 100 y 200% las remuneraciones de la docencia universitaria, que cuentan con grados académicos de magíster y doctor? ¿Acaso no causa indignación cuando nos enteremos que un simple Técnico de Tercera del Ejército Peruano, asignado a la Agregaduría del país vecino de Ecuador, como “Comisionado Diplomático”, gane la suma de 6 mil 600 dólares, como favor político, y decimos dónde está la meritocracia? ¿Cómo no estar indignado cuando los sueldos de los señores policías superan las remuneraciones de los docentes auxiliares y asociados, que no ganan más de 2 mil 600 soles?

En esta coyuntura electoral, la sociedad civil, mediante la representatividad de sus organizaciones sociales y gremiales, viene haciendo firmar sendas reivindicaciones como compromisos a los candidatos de “Fuerza Popular” y “Peruanos Por el Kambio”, con el propósito de que llegados al poder, como jefes de Estado, puedan cumplir sus compromisos. Nos preguntamos: ¿Quién viene velando por el cumplimiento de la 30220, referida a las remuneraciones homologadas de la docencia universitaria? ¿Dónde están los gremios representativos de la docencia universitaria, como el FENDUP y SIDUNA? ¿Están disfrutando sus sueños de opio, mecidos en los brazos de Morfeo?

Respecto a la dignidad de la docencia universitaria, en una de las páginas del diario Correo, de fecha 17 de enero del 2010, se leía: «Ser docente universitario en el Perú puede ser timbre de dignidad y de decoro. Porque no hay tarea que consuma tantas energías por tan poca paga y solo quedarse en las manos con satisfacciones tan esquivas, como la de vivir soñando con una felicidad que tarda pero que nunca llega. Para ser docente decente se requiere un coraje irrepetible y no caer en la ominosa cadena de repartijas a consecuencia de esta manera injusta de aliviar el bolsillo. Ser maestro universitario requiere alma, corazón y vida para no morir en el intento.

»Probablemente, quienes nos censuran ignoran que muchos docentes renuncian al bien apetecido para comprar algunos libros y refrescar los conocimientos con el poco dinero que tienen. Aunque muchos intelectuales saltimbanquis viven en la cuerda floja y el brinco de universidad por universidad lo hacen porque lo que tienen poco les alcanza. Y los que desafían la pobreza lo hacen con esfuerzo sobrehumano con el puro combustible de su capacidad cerebral. Ser docente universitario requiere agallas para vivir fuera del agua. Y una valentía emocional de payaso para transmitir optimismo y felicidad cuando la nave interior zozobra y desgarradoramente constatamos que se está hundiendo…

»Habría que mostrar a la curiosidad pública nuestra relación de docentes universitarios fallecidos mensualmente porque el seguro social es insuficiente, porque nos sorprendió la muerte corrigiendo una tesis doctoral o porque un cáncer terminal acaba haciendo estragos en una anatomía endeble tan llena de privaciones hambrienta de generosidad. El infarto es como un hipo de moda en el mundillo universitario. Una corbata y un terno nuevo, pasados de moda, porque el proveedor que nos la fía ha descubierto una fórmula para hacer negocio con la pobreza. Es un verdadero lujo y la mortaja anticipada…

»Somos campeones de la deuda en los bancos, financieras y cajas municipales. Aunque misios honramos nuestra palabra. Educamos a nuestros hijos, para que no sean como nosotros, con sangre sudor y lágrimas. Realmente una mirada a nuestro interior descubrirá nuestras sutilezas personales con las que nos hemos acostumbrado a vivir corriendo listas de caridad para enfrentar enfermedades propias y la de nuestros deudos cercanos. Como si fuera poco somos el ranking favorito de las funerarias. Los elegidos por las ópticas para comprar los cristales nuevos en tres partes. Los dentistas no saben qué fórmula inventar para hacer que el bolsillo no se resienta con nuestro esfuerzo por una masticación decente.
Somos campeones del menú. Tenemos habilidades extraordinarias para sobrevivir y nuestro reto es ordeñar tantas maestrías y doctorados para producir nuevos y frescos ingresos. Por supuesto que hay quienes capean el temporal divinamente y no se quejan pero hay otros que piden al santo de su devoción todos los días que gotee aunque no chorree billete para sobrevivir. Indudablemente que por estas razones somos investigadores natos de cómo hacerle cara a la vida con dignidad y decoro. Somos la profesión más antigua del mundo, la de enseñar, pero por la miseria estamos al borde de ser el oficio más antiguo del mundo. Ahí estamos blandiendo con los dientes apretados dignidad.

»Para ser docente universitario en el Perú hay que tener valentía para no gritar aunque te duela. Para sentir el doloroso latido de las venas varicosas dando clases en silencio. Y tener esa capacidad de soportar a tanto abejorro insoportable que pulula por las aulas universitarias. O mirar el desplante televisado de la Ministra de Economía que se caga en la resolución del Tribunal Constitucional. Si para el gobierno, para los ministros y congresistas: ¿Qué importa la universidad?. Hay razón para sentirnos un volcán alimentado por la injusticia en pleno estallido social. Que conste, soy docente universitario sindicalizado, galvanizado de decoro y orgullo y aunque no comparto esas fórmulas tan desgastadas de protesta. Permítanme afirmar que ser maestro universitario en el Perú es una pasión bajo la piel que se nutre en el anhelo fervoroso en un Perú nuevo. Algunos dicen que cobramos sin trabajar olvidando que hace mucho tiempo trabajamos sin una paga justa elemental».

Nosotros decimos, con énfasis, no somos “cualquiera”; cualquiera tiene ostentosa riqueza expresada en unidades móviles del año, residencias en zonas privilegiadas, etc. etc.; nosotros tenemos grados académicos de posdoctorado, doctorado y maestría, no para ascender y lucrar merced a ello, sino para trascender y contribuir en forjar mentes de cambio en nuestros estudiantes, basados en la reflexión crítica no solo para el mercado ocupacional sino para que se constituyan líderes de cambio, donde ejerzan la profesión; eso satisface nuestro ego personal y nos hace intensamente felices… El resto es solo ilusión… Ello nos hace dignos… y nos diferencia de los demás.

BIBLIOGRAFÍA:

Recasens Siches, Luis. (2003). Filosofía del Derecho. Porrúa.


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