Cómo lograr una educación más inclusiva en un mundo diverso



Escribe: Los Andes | Educación - 25 Dec 2016

El futuro de la educación y el desarrollo en el mundo de hoy necesita que prospere el diálogo entre cosmovisiones distintas con el objetivo de integrar sistemas de conocimiento originados en realidades diferentes y crear nuestro patrimonio común.

Hay progresos, pero persisten las desigualdades en la educación básica
Desde 2000, se han realizado progresos significativos en la aplicación del derecho a la educación básica, en parte imputables a los marcos de la Educación para Todos (EPT) y los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Estos progresos son visibles en la mejora de los índices de matrícula escolar, menor número de niños no escolarizados, aumento de los índices de alfabetización, en especial entre los jóvenes, y una reducción de las diferencias de género en el mundo, tanto por lo que se refiere a la matrícula escolar como a la alfabetización de adultos.

Pese a esos progresos, no se ha cumplido la promesa que hicieron en una fecha tan lejana como 1990 los gobiernos y los asociados internacionales del desarrollo de ‘atender las necesidades básicas de aprendizaje de todos los niños, jóvenes y adultos’. Casi 60 millones de niños y 70 millones de adolescentes en todo el mundo siguen careciendo de acceso a una educación básica efectiva. En 2011, cerca de 775 millones de adultos seguían estando considerados como insuficientemente alfabetizados. Incluso en el caso de quienes tienen acceso a la educación básica formal, el abandono prematuro de la escuela y una educación de baja calidad contribuyen a un nivel insuficiente de adquisición de las aptitudes básicas, pese a que la calidad de la educación y la adecuación del aprendizaje siguen siendo preocupaciones esenciales. Al menos 250 millones de niños no saben aun leer, escribir o contar como es debido, incluso después de cuatro años como mínimo asistiendo a la escuela.

Persisten, además, desigualdades notables entre países, y los promedios nacionales de muchos de ellos encubren desigualdades impresionantes en los niveles de logros y resultados de la educación básica. Ciertos factores tradicionales de marginación en la educación, como el género y la residencia urbana o rural, siguen sumándose a otros factores como los ingresos, la lengua, la condición de minoría y la discapacidad para producir desventajas que se refuerzan recíprocamente, en especial en los países con bajos ingresos o afectados por conflictos.

La igualdad de género en la educación básica
La igualdad de género en la educación se ha equiparado tradicionalmente con la paridad de géneros en los distintos niveles de la educación formal. El género viene siendo un factor tradicional de desigualdad en la educación, casi siempre en perjuicio de las niñas y mujeres. No obstante, desde 2000 se han observado en el mundo avances significativos en la reducción de las desigualdades, siendo ahora mayor el porcentaje de niñas y mujeres que acceden a los diferentes niveles de la educación formal. De hecho, se ha logrado la paridad en la educación primaria en Europa Central y Oriental, Asia Central, Asia Oriental y el Pacífico, América Latina y el Caribe, América del Norte y Europa Occidental. Además, desde 2000 se han producido avances considerables en la reducción de diferencias entre los géneros, especialmente en Asia Meridional y Occidental, y, en menor grado, en África Subsahariana y los Estados Árabes. Sin embargo, pese a los notables progresos que se han realizado, la mayoría de los niños no escolarizado son niñas, al mismo tiempo que dos tercios de los jóvenes y adultos escasamente alfabetizados del mundo son mujeres. Para contribuir al empoderamiento de la mujer, los muchachos y hombres han de participar también en la lucha contra las desigualdades de género, y deben empezar a hacerlo ya en la educación básica.

La paridad de géneros en la enseñanza secundaria y superior
En la enseñanza secundaria, el objetivo de la paridad de géneros se ha alcanzado en varias regiones, entre ellas Asia Central, Asia Oriental, América Latina y el Caribe, América Septentrional y Europa Occidental. En otras se han reducido las diferencias, en particular en Asia Meridional y Occidental y, en menor grado, en los Estados Árabes. Las diferencias entre los géneros en el número de matrículas en secundaria saltan más a la vista en África Subsahariana, Asia Occidental y Asia Meridional, que presentan los promedios de matrícula más bajos. Ahora bien, por lo que respecta a la educación terciaria, la proporción de mujeres entre el alumnado universitario en África Subsahariana sigue siendo baja, y el objetivo de la paridad de géneros en la educación terciaria constituye una dificultad muy seria. En el resto del mundo, se han registrado avances en la mayoría de las regiones, particularmente llamativos en los Estados Árabes, Asia Oriental y el Pacífico, y Asia Meridional y Occidental. El algunas regiones, como Europa Central y Oriental, el Caribe, América Septentrional, el Pacífico y Europa Occidental, la proporción de mujeres que participan en la educación superior es de hecho superior a la de hombres, lo que no se debe únicamente al incremento más rápido de muchachas matriculadas en educación secundaria, sino también a los malos resultados por parte de los muchachos y el menor número de ellos que terminan la secundaria, como se observa en muchas regiones. La pauta de abandono de la secundaria por parte de los muchachos en algunas partes del mundo, como el Caribe y América Latina, es otro motivo de preocupación por la tensión a la que se ve sometida la cohesión social.

La educación como igualador potencial
Con frecuencia la educación reproduce o exacerba inequidades, pero puede actuar también como igualador. Son fundamentales procesos educativos inclusivos las desigualdades. Para que el desarrollo sea equitativo, es esencial que la educación sea inclusiva, y esto se aplica a varios niveles del proceso educativo.

Educación de la primera infancia: Se aplica, por ejemplo, a nivel de la primera infancia, donde se observa un reconocimiento creciente de la importancia fundamental de una intervención precoz para el aprendizaje y la vida futuros. Los resultados de las investigaciones demuestran que las intervenciones precoces en el caso de los niños pequeños son fundamentales, y no sólo con miras a su propio bienestar, ya que también tienen efectos sostenibles, a largo plazo, en el desarrollo del capital, la cohesión y el éxito económico. Está probado que los niños más desfavorecidos de todos ‘entre otras cosas, por la pobreza, la pertenencia a una minoría étnica o lingüística, la discriminación por género, el alejamiento, la discapacidad, la violencia y el contagio del VIH/SIDA’ son, con mucho, los mayores beneficiarios de los programas de desarrollo de la primera infancia; y, sin embargo, son esos niños los que menos posibilidades tienen de participar en ellos. Las meta revisiones de las intervenciones precoces han permitido determinar cuál es la razón de su eficacia: a medida que los niños crecen, aumenta la diferencia entre la trayectoria media de su crecimiento y el de una trayectoria con retrasos. Se sabe en la actualidad que una intervención temprana conlleva menos gastos y menos esfuerzos, a la vez que resulta más efectiva, lo que reviste particular importancia para atender a los niños con discapacidades específicas y necesidades especiales, por ejemplo, los que sufren autismo o el síndrome de Asperger.

Extraído del texto "Replantear la educación. ¿Hacia un bien común mundial?" (2015), de la UNESCO


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