Aniversario patrio, crisis y memoria colectiva histórica


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Escribe: Luis F. Vilcatoma Salas | Nacional - 28 Jul 2015

Aniversario patrio, crisis y memoria colectiva histórica
Aniversario patrio, crisis y memoria colectiva histórica

Este 194 Aniversario Patrio encuentra un país intranquilizado por los resultados e indicadores económicos que no anuncian nada bueno sobre las perspectivas del crecimiento nacional, y los efectos de ello en las condiciones de vida de las mayorías populares. Pero la intranquilidad también tiene que ver con la manera como se viene conduciendo la política nacional oficial, donde la crisis de representación y de gobierno se acelera con pasmosa celeridad, gracias a la estúpida actuación de actores políticos de todos los colectivos políticos, particularmente presentes en el Ejecutivo y Congreso de la República. En otras condiciones económicas, de estabilidad del capitalismo internacional y mejores precios de nuestras materias primas exportables, seguramente que la economía no habría tenido mayor correlación con la política oficial, porque la economía en el modelo neoliberal se mueve con “piloto automático”; algo que no sucede cuando la economía no va bien y el “piloto automático” requiere de ajustes desde la política, imposibles o difíciles de realizarse porque la política en el Perú de las últimas décadas ha sido desmantelada de sus componentes más profunda y densamente racionales para dar cabida a engendros político personales con seso de patas cortas, podrida moral y una hiper angurria tóxica de la cultura política nacional.

Pero hay otra crisis todavía más espinosa en que nos encuentra este Aniversario Patrio: es la crisis que llamaría de memoria colectiva histórica, definida como la capacidad de recuerdo colectivo (social, popular) de hechos, fenómenos o acontecimientos trascendentales que, en el decurso de la historia, han marcado fuertemente la vida colectiva nacional como para procrear lecciones habilitantes de “hábitus”, conductas, decisiones, motivaciones, explicaciones y prácticas sociales renovadas, nuevas y diferentes. Se podría decir que gran parte, si no todo el Siglo XX, y lo que va de este nuevo siglo, lleva el estigma de esta falla geológica en la conciencia nacional, especialmente del heterogéneo campo social popular donde se hilvanan las preferencias electorales y las mayores opciones de acceso al poder político nacional por la vía democrática.

Solamente tomando algunos hitos de la historia política nacional, el sanchezcerrismo de corta duración, el odriismo de mayor duración, el velazquismo, así como otras dictaduras y democracias tembleques a las que se suma más recientemente el alanismo heterodoxo y el converso neoliberal, y el fujimorismo, entre otros, no han repercutido en la edificación de una memoria colectiva histórica sólida y trascendente en el esfuerzo sumario y la capacidad de construir un país cuajadamente democrático, inclusivo, descentralizado, soberano y desarrollado. La conciencia política colectiva se ha resuelto más bien en ciclos cortos, reiterativos y enrarecidos de experiencias traumáticas que se viven y se olvidan consciente o inconscientemente, dando ocasión a espacios para la procreación de “muertos vivientes”, espectros políticos y especímenes de todo tamaño y forma que buscan volver al círculo privilegiado de la política oficial, tanto en lo nacional como en lo regional. Incluso de “cajas de resonancia” de toda esta fantasmagoría política disfrazadas de “independientes” y “outsiders” que aspiran a continuar en el servicio al gran capital y a sus propios intereses económicos personales recurriendo, incluso, a la corrupción como el camino más directo para el enriquecimiento ilícito.

Se podría decir, entonces, que históricamente no hemos aprendido nada o no hemos aprendido lo suficiente, social y popularmente, como para dinamizar otra perspectiva política en el país; para superar el sentido común por lo que Gramsci llamaba el “buen sentido”, con nuevas visiones de país reoriginadoras de nuevas revulsiones desde las capas geológicas más profundas de la historia peruana, que la independencia oficial del Perú el año 1821 no logró despertar. Ello explica que la hija de un corrupto expresidente, como Alberto Fujimori: keiko Fujimori, de quien no se sabe de qué vive, dónde trabaja y de dónde procede la fortuna que posee, lidere las encuestas de opinión de los últimos meses; que, formando parte del grupo con mayor preferencia electoral esté Alan García, procesado por varios casos de corrupción, también, pero de los cuales ha salido bien librado, hasta el momento, gracias a la benevolencia de un Poder Judicial hormigueado por compañeros apristas; o que otros escuderos de la derecha económica y política, con currículos malolientes, estén haciendo, también, cálculos rentables para competir por el acceso al poder político central del país.

La memoria colectiva histórica se construye y deconstruye según proyectos sociales y culturales de clase social, desde la izquierda, manejando “en el conocimiento del pasado un cuerpo teórico, una metodología y un acervo de categorías elaboradas a partir del pensamiento de Marx”, como escribe Osvaldo Tamain, en la presentación del libro de Hobsbawm: ‘Marxismo e Historia Social’, publicado el año 1983; y desde la derecha académica e ideológica, presentándonos una historia de personajes supuestamente apolítica, exclusivamente intelectual en sí misma y engarzada en una dimensión independiente del conocimiento.

Hay, entonces, una historia desde arriba y una historia “desde abajo” (Georges Lefebvre). La historia de arriba es la que se escribe para dar cuenta de los hechos históricos, con la visión y los intereses de los grupos económica, cultural y políticamente hegemónicos. Es la historia de la independencia escrita para convencernos sobre una historia de descoloniaje pero no de descolonialidad, de identidad alrededor de lo “criollo” homogeneizador de lo diverso sociocultural, de construcción de lo nacional, de la identidad nacional y del Estado Nación suprimiendo (obviando o disimulando) lo diverso asimétrico, con un trasfondo cultural eurocéntrico, acentuado a lo largo de los años de vida republicana que hemos vivido. En cambio, la “historia desde abajo” es la historia de las clases y grupos sociales de las “mentalidades” y de la conciencia colectiva y de la cultura; la historia de la transformación de las sociedades y de los movimientos sociales y fenómenos de protesta social, como bien señala Eric J. Hobsbawn, en el citado trabajo. Es la historia que en nuestro país se esfuerzan por elaborar múltiples científicos sociales, críticos de los claustros universitarios y espacios políticos diversos, en oposición a la cultura oficial.

Pero ¿por qué esta historia crítica “desde abajo” no cuaja todavía en la conciencia colectiva social popular ni en la memoria social histórica, cimentando nuevos derroteros históricos? ¿Por qué, en nuestra historia más reciente, el fujimorato repulsivo y la degollina perpetrada por el senderismo demencialmente criminal, no han advenido en una memoria colectiva por lo menos razonablemente crítica de este triste periodo de nuestra historia, así como de sus actores, para evitar que la historia no se repita, aunque esta vez como comedia, si la primera fue tragedia? ¿Por qué cada cierto tiempo estamos obligados a decidir electoralmente ante espantajos políticos de moral escabrosa, incapacidad delirante y faltriquera rebosante?

La memoria colectiva histórica se forma sobre la base de la experiencia social desde el nivel corporativo objetivo de las clases (el nivel de la economía), grupos y categorías sociales, procesada significativamente en un dinamismo de “salto” (“catarsis” lo llama A. Gramsci) hacia la “sociedad civil”, que es el nivel de la sociedad donde las clases y grupos sociales económicos se transforman de entidades sociales en sí, en entidades sociales para sí; adquiriendo conciencia de su propia contextualidad e historia. Es el decurso del estadio de la necesidad al estadio de la libertad, en la forma de una ciudadanía crítica e intercultural en el marco de la lucha por una nueva hegemonía política, cultural, intelectual y moral en el Perú. Decurso que sólo puede estar en manos de fuerzas sociales plurales, prometeicas y con un nuevo sentido de la vida y sentido de la historia, sin anular la individualidad y la posibilidad de la felicidad sentida y vivida por cada individualidad, en un acto de trascendencia histórica que aventaje la “jaula de hierro” y el “fin de la historia” a que busca someternos la cosificante ideología burguesa neoliberal. Fuerzas sociales organizadas constituidas en el “intelectual orgánico” colectivo (partidos, colectivos políticos, movimientos sociales) que rescaten al ser humano en su propio ser y en sus relaciones sociales, fortaleciendo y desarrollando en él la capacidad de su propia liberación subjetiva y al mismo tiempo material, en lo que vendría a ser un humanismo liberador y abierto que es el humanismo que sólo podría tener vislumbre en el socialismo; pero no en un socialismo burocrático, autoritario, personalizado y esclerotizado, sino en un socialismo “sin calco ni copia” como dijera el Amauta José Carlos Mariátegui. Un socialismo que “como forma superior de relaciones humanas, debe construirse todos los días en estrecha vigilancia, evitando las falsificaciones y degeneraciones que niegan su sentido histórico; con la conciencia lúcida de que el mundo humano por el que luchamos no surgirá automáticamente de las transformaciones económicas, sino del esfuerzo de nosotros mismos”, en la lúcida visión de ese gran maestro mexicano Víctor Flores Olea, en ‘Marxismo y Democracia socialista’, publicado el año 1968.

Consiguientemente, el esfuerzo vital para la fabricación de esta memoria colectiva e histórica no está en los predios oficiales de la “historia desde arriba”, sino en el polifacético espacio de la “muchedumbre” negada y superada en “clase para sí”, en sus organizaciones democráticas y críticamente activas, en las instituciones públicas de formación humana, como la educación en todos sus niveles, en los gremios sindicales, en las organizaciones sobrevivenciales y en todos aquellos ámbitos donde el descubrimiento de la necesidad histórica va acompañado de una revalorización de la libertad humana.

¿Es esto posible? Indudablemente que sí, siempre y cuando el marasmo ideológico, la mutilación existencial, el pesimismo político y el desfallecimiento de la voluntad, den paso al hombre, en cierto modo nietzschiano, que la hora histórica necesita, y que este 194 Aniversario Patrio pone en liza.


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