Los partidos políticos y la crisis de mediación política en el Perú


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Escribe: Luis F. Vilcatoma Salas | Nacional - 09 Aug 2015


En los años recientes, el interés por los partidos políticos ha venido adquiriendo una connotación especial, tanto en los medios periodísticos como académicos, en un contexto donde es evidente la crisis de aquellos, traducida en su desorganización, pérdida de liderazgos, transfuguismo galopante, ausencia de ideas fuertes, corrupción, etc. Interés que brota a todas luces por la crisis del sistema político tradicional, que arrastra la crisis de la política como teoría y como praxis en todos los campos de la actividad política, llámese de izquierda como de derecha. Tan es así, que en la teoría política tradicional es muy difícil encontrar respuestas académicas o modelos académicos convincentes que nos permitan explicaciones razonables sobre lo que está sucediendo con los partidos políticos. A lo sumo se podría hablar de constataciones fácticas sobre lo que está ocurriendo en esta parte crítica de la actividad social, como es la actividad política, en el Perú.

Preguntas que dan vueltas impertinentemente en cualquier mente observadora son las siguientes: ¿Son todavía necesarios los partidos políticos? ¿Es posible la vida política sin partidos políticos? Preguntas que si nos las hubiéramos hecho en los años 70 u 80 del siglo pasado, hubieran sorprendido a más de uno y hubieran hecho levantar la ceja a cualquiera de los jefes políticos de ese entonces; pero que hoy tienen un sonido más natural y hasta necesario, se podría decir.

Los partidos políticos se configuran históricamente, en la época moderna, como colectividades para la manifestación, organización y ejercicio de la política de las clases y grupos sociales, en el propósito de mantener el poder político (central, regional o local) participar en él o coparlo para transformarlo desde la perspectiva de diferentes clases sociales o fracciones de clase. Operacionalmente, además, las funciones de los partidos se focalizaron en la mediación entre el Estado y las clases y grupos sociales, procesando las demandas de estas clases y grupos sociales levantadas hacia el Estado para su resolución; demandas que podían ser planteadas por dos vías diferentes, contrapuestas o complementarias: la vía de las normas legales y/o la vía de la extralegalidad que, con algunas modificaciones impuestas por la realidad, se siguen manteniendo, aunque tras ellas muy poco gravitan los partidos políticos.

Este proceso de mediación ha sido muy importante en el transcurrir del Siglo XX, particularmente en las coyunturas de experiencias liberal democráticas y reformistas e incluso, por qué no, en las experiencias dictatoriales impuestas por gobiernos militares de facto. En este último caso el protagonismo mediador de los partidos fue plural y antagónico, porque unos, generalmente los partidos de derecha política, resultaron alineándose con el poder de facto para mediar los intereses económicos de las clases pudientes; mientras que otros asumieron la función mediadora de los intereses de las clases populares en una función altamente reactiva y muchas veces violenta contra las dictaduras militares, como ha sido el caso del aprismo original y la izquierda, en todas sus variantes.

La mediación, y más propiamente la mediación política de los partidos políticos, ha tenido varios componentes como, por ejemplo, los siguientes: la doctrina política, la estrategia, el plan político, las tácticas, la estructura orgánica, los militantes y sobre todo los “intelectuales orgánicos”, encargados de combinar, sintetizar, actuar y proyectar todos los componentes del partido político. No perdiendo de vista que la mediación política ha estado casi siempre en manos de más de un partido político por razones de diferencias de representación social y “especialización”. La heterogeneidad social estructural conduce a múltiples opciones de representación política, más aún en una sociedad como la nuestra, multicultural, multiétnica y plurilingüe, donde las clases sociales interiormente se han diversificado sin necesariamente perder su sentido global de clase social. Y, en cuanto a la especialización, por la naturaleza de su militancia social, que no siempre es la misma (se podría hablar de una extracción social específica), los partidos políticos han tendido a asumir distintas especializaciones técnicas en el manejo concreto y práctico de sus idearios políticos: en el campo de la derecha, por ejemplo, el PPC, AP, la DC, entre otros, se especializaron en diferentes temáticas sin dejar de pertenecer al mismo espacio doctrinal general; sucediendo lo mismo con la izquierda desarrollada, unos partidos en el sector público estatal, otros en el sector minero, otros en el agrario y así se podría hacer una larga lista.

Toda esta realidad política, con modelos políticos definidos para la actuación política y, de ser el caso, la “revolución” social y política en el Perú (como ha sido el caso de la izquierda), comenzó a desgastarse y a perder sentido a partir de los años 80, con la crisis de los grandes paradigmas doctrinales, la globalización y el neoliberalismo, que modifican el ser y el sentido de los sujetos de la política, la hiperfragmentación del tejido social, la sofisticación de las estructuras y circuitos de la vida política y, en particular, de la política que se concentra en el Estado, la introducción de los “instrumentos de la guerra”, hecha por Sendero Luminoso en el campo de la política, y la idiotización de los cuerpos dirigenciales de los partidos políticos que no hicieron nada o hicieron poco para asumir dialéctica y críticamente esta nueva realidad y actuar en consecuencia; produciéndose un desgaste acelerado y acentuado de la función de mediación de los partidos políticos, tanto porque la mediación se convirtió en una función muy compleja como porque el poder central empezó a prescindir de su labor mediadora. La labor de mediación se ha vuelto más compleja por la complejidad mayor y crecientemente mayor de la sociedad y clases y grupos sociales que la conforman, que necesitan urgentes actualizaciones doctrinales, “cuadros” políticos más integrales y especializados, tácticas realistas de cambio y “revolución” e indudablemente un nuevo enfoque de la política. En el caso de la izquierda, el gran reto es cómo superar teórica y prácticamente las tesis stalinistas de la III Internacional y cómo actualizar, enriqueciéndolo, el propio pensamiento marxista; lo que conduciría a una reproblematización de los temas de la política, la democracia y el poder, abandonando definitivamente aquella antigua concepción dogmática, metafísica, mecanicista y acientífica de la concepción marxista importada al Perú, en el marco de la llamada III Internacional Comunista.

Lo que sucede, también, es que el “capitalismo tardío” y la “modernidad líquida” (Bauman) que lo acompaña, han construido nuevas formas de mediación pluralizando, también, el campo de la mediación política, de forma tal que los partidos políticos se han visto notablemente relativizados en su función mediadora primigenia y, en el caso extremo, prescindidos de ellos en su responsabilidad mediadora. Así, los gremios corporativos del capital y el trabajo (sindicatos, federaciones, confederaciones) comienzan a adquirir relieve mediacional; lo mismo acontece con las diferentes organizaciones populares; las personalidades reconocidas, nacional e internacionalmente; los gobernadores regionales; las iglesias; las ONG(s); que asumen funciones de mediación política porque las circunstancias reales los empujan a ello, circunstancias donde, además, las líneas divisorias concretas entre lo político y lo no político se hacen más tenues con una particularidad: la mediación política en esta nueva forma de mediación Estado-sociedad que ya no necesita de organismos especialistas en la mediación política como los partidos políticos, es una mediación de coyunturas, de tiempos cortos y específica; lo que funciona muy bien con los intereses de las clases gobernantes, el gran capital y el Estado que los representa porque ello obvia vigilancia orgánicas y sostenidas de las políticas gubernamentales y acciones de envergaduras desde las posiciones contestatarias al “establecimiento” sociopolítico global. ¿Y los partidos políticos? Los partidos políticos oficiales (de derecha, de izquierda o de “centro”), es decir, reconocidos como tales por la legislación burguesa, se van quedando restringidos a una mediación de normas en el Congreso que no es sino a una mediación de la tecnocracia que fabrica y sustenta estas normas; muy lejos de una mediación real, que es la mediación que se origina en comunicación directa con los actores sociales o los sujetos de la política. Es una mediación empobrecida en la externalidad de las acciones sociales, sin la lógica de los actores sociales y sin la realidad de sus espacios de vida y sus necesidades. Es una mediación, por eso, prescindible como sucede cuando el Gobierno Central solicita aprobación para expedir “decretos de urgencia”. Tan es así que la mediocrización mediadora de los partidos políticos en el Congreso ha conducido a “representaciones” políticas allí con personajes de cerebro liliputienses impresentables y moral escrementicia; porque sus funciones mediadoras no son imprescindibles. Razón más que suficiente para que muchos ciudadanos iracundos hayan dicho muchas veces que el Congreso no es necesario o que al país le iría mejor sin Congreso, con tanto ganapán allí, que tiene frondosos sueldos sin hacer nada, con honrosas excepciones indudablemente.

La tendencia social, en consecuencia, es hacia una sociedad de pluralidad mediacional, donde los partidos políticos se convierten, en el mejor de los casos, en una opción mediacional más, sin la fuerza y la representación que les otorgó la “modernidad dura” del capitalismo original y, en el peor de los casos, en excrecencias de una realidad ida; a menos que, como se ha señalado más arriba, la autotransformación crítica y creativa se sobreponga a las tendencias anotadas, produciendo “partidos de nuevo tipo” adecuados para la lucha política en los nuevos escenarios del capitalismo actual.

Con todos estos elementos de análisis, las respuestas a las preguntas efectuadas al inicio de este artículo, las tiene usted, amable lector.


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