Brasil: nuevamente “el país del futuro”


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Escribe: Alfonso Rivero | Nacional - 22 May 2016

diariohoy.net
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Nos habíamos acostumbrado a leer que Brasil era “el país del futuro”. Fue la frase con la cual los analistas, principalmente los económicos, querían significar el permanente lastre que tenía Brasil para resolver sus problemas económicos y consagrarse como una economía del primer mundo. Sin embargo, hasta el 2014 el auge del precio de las materias primas y los innegables avances en las políticas sociales parecían señalar que aquel irónico pronóstico llegaba a su fin. Lamentablemente no fue así. Los precios de las materias primas se derrumbaron, los problemas políticos internos, la corrupción generalizada y la consiguiente intranquilidad social, pusieron fin al sueño brasileño, una vez más. Brasil volvía a sus ciclos de auge y quiebra. Quedaron atrás proyectos de una mayor presencia internacional a través de los BRICS, la alianza de países emergentes que acompañan Rusia, la India, Sudáfrica y China. Me temo que también se posterga el anhelo de convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

No me voy a detener en el análisis detallado de la crisis económica en cuyo origen está la caída del precio de las materias primas, la inflación endémica y también el mercantilismo que hace de la economía brasileña, por la presión de los grandes grupos empresariales, la perfecta ficción de una economía abierta en la que solo creen los que han inventado y perfeccionado dicha quimera. La versión que señala que Brasil es una economía abierta no la comparten ni el sector financiero, ni aquellos exportadores que quieren acceder al mercado brasileño. La sofisticada sobrerregulación tiene efectos perversos sobre todo el sistema y beneficia solamente a los grandes grupos económicos. La economía pierde así dinamismo y por ello va de crisis en crisis, solo superadas cuando los precios de las materias primas permiten ingresos extraordinarios. Al momento actual, Brasil ha entrado técnicamente en recesión y ello puede tener serias consecuencias para los países vecinos.

La crisis política se origina en factores estructurales como la proliferación de partidos políticos que responden, en su mayor parte, a intereses de caudillos regionales. Ello determina un Congreso elefantiásico, única manera de dar cabida a la ensalada de siglas políticas que proliferan en la escena política brasileña. A ello se añade el comportamiento del Partido de los Trabajadores (PT), que buscó a cualquier precio eternizarse en el poder utilizando para ello todos los recursos a su alcance. Para ello diseñó una alianza Estado–Empresa sellada por la corrupción. A cambio de grandes contratos al interior y en el exterior, la gran empresa financió los proyectos de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Se compraron voluntades en todos los escalones de la política brasileña y también en el exterior. La gran empresa acompañada de poderosos lobistas —Lula incluido— obtuvo megacontratos comprando voluntades de políticos de otros países. Todos contentos: las empresas generaban grandes utilidades y los líderes políticos del Brasil y de otros países engrosaron su patrimonio con dinero corrupto. Paralelamente, Lula y Venezuela cofinanciaban el proyecto político de la izquierda latinoamericana destinado a consolidar en la región modelos económicos estatistas y sistemas de gobierno pseudo-democráticos, en los cuales se vulneran las libertades y se violan los derechos humanos. El Brasil no perdía sus credenciales democráticas, pero sus empresarios mercantilistas se llenaban los bolsillos y el PT, con Lula como abanderado, se convertían en los padrinos de la izquierda latinoamericana. Para ello impulsaron en la región una nueva institucionalidad multilateral cuyo propósito era y sigue siendo ayudar al proyecto político de las izquierdas. La alianza Chávez–Lula–Castro, funcionó estimulada por el petróleo venezolano, el peso político del Brasil, la claridad de los objetivos políticos cubanos y el dinero de la corrupción. Todas las piezas estaban en su sitio y se echaron a andar.

EL COLAPSO DE UN SUEÑO

Llegó un momento en que el sueño comenzó a convertirse en pesadilla y el despertar fue dramático. Colapsaron los precios de las materias primas, falleció el presidente venezolano Hugo Chávez, y el juez federal brasileño Sergio Moro comenzó una investigación en cuya intrincada madeja empezaron a aflorar los nombres de los principales líderes políticos brasileños, tanto del Ejecutivo, como del Legislativo; y los de grandes capitanes de empresa del Brasil, principalmente los dueños de constructoras y empresas de energía. También surgieron los nombres de líderes políticos de casi todos los países donde dichas empresas tenían sus operaciones. El efecto sísmico ha llevado a la cárcel a líderes políticos y empresariales, y puede terminar con las carreras políticas del expresidente Lula y de su sucesora, Dilma Rousseff. Asimismo, las investigaciones señalan que importantes políticos latinoamericanos pueden terminar envueltos en serios problemas judiciales.

Paralelamente se está produciendo un cambio en los ejes ideológicos de los países sudamericanos. Los países cuyos proyectos políticos estatistas fueron financiados por el petróleo venezolano y la corrupción brasileña vienen cediendo el paso a líderes identificados con la apertura de los mercados. El péndulo político sudamericano viene girando hacia el centro derecha, por ejemplo en Argentina y Perú. En el caso de Bolivia y Ecuador, los pronósticos para sus economías son negativos y el futuro político de sus mandatarios es de pronóstico reservado. Hay que reiterar que, a diferencia de Venezuela, Bolivia y Ecuador, en Brasil se respetan las libertades fundamentales, y que ha sido la prensa libre la que ha ventilado los casos emblemáticos de la corrupción. El futuro para aquellos países donde no se respetan las libertades es negativo, entre otras razones porque ya no tienen cómo financiar sus sueños estatistas y sus intentos de perpetuarse en el poder.

MIRANDO HACIA EL FUTURO

Lo más probable es que en pocos meses tengamos un nuevo presidente en Brasil y eventualmente un adelanto de las elecciones generales. Un proceso evidentemente difícil con un Partido como el PT dispuesto a defender, en la calle, su proyecto político. Todo esto en medio de una seria crisis económica que deja un margen muy estrecho de acción a aquellos que asumirán la conducción del país.

Esta situación puede afectar la seguridad regional, ya en alerta por la situación terminal que aflige a Venezuela y las incertidumbres que planean sobre Cuba. En estas circunstancias, el Gobierno que asuma los destinos del Perú en julio próximo debería plantearse seriamente la posibilidad de liderar una iniciativa de amplio espectro. Primero, acudir en apoyo de la democracia brasileña con el concurso de otros países democráticos. Segundo, atender a la situación venezolana por la vía de la Carta Democrática de la OEA. Tercero, abrir la puerta del Sistema Interamericano a Cuba. Brasil es muy importante para nuestros intereses y no podemos estar ausentes en momentos en que lo afecta una crisis tan seria. Hay que distinguir muy claramente el caso de Venezuela, ya que los autócratas venezolanos quieren asociar su crisis con la brasileña, olvidando que en Brasil se están respetando las libertades y la democracia, lo que no sucede en Venezuela.


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