Las Malvinas y otras guerras



Escribe: Wilder Buleje* | Opinión - 06 Feb 2012

Los vientos bélicos intranquilizan el cono sur del continente. Inglaterra envió al Príncipe William a las Islas Malvinas, Falklands para ellos, convertido en el ‘sex simbol’ de la Armada Británica. También agitó el proceloso Océano Atlántico al soltar un destructor armado con equipos capaces de asesinar la paz con siete mil proyectiles por segundo y misiles de largo alcance.

Mercosur calculó mal la reacción de la Rubia Albión al negarle, en diciembre del año pasado, sus puertos a barcos con bandera de Las Malvinas. Si ese era el mejor argumento de su decisión hay que enrostrarles un yerro gigantesco. Inglaterra mostrará los dientes, además buscará y encontrará otros destinos donde aprovisionar lo que necesiten los habitantes insulares.

El petróleo encontrado en esas islas ubicadas a 480 kilómetros del litoral argentino y a 12,700 kilómetros de territorio inglés constituye el principal estímulo para que los británicos traten de mantener, por las buenas o las malas, el control político y militar de esta isla. Perder capacidad negociadora es un anticipo de otras derrotas.

A primera vista el apoyo de Mercosur a Argentina parecía una decisión que daba señales de una unidad política pocas veces vista en la región al ganar el apoyo de Brasil, Uruguay, Chile, Ecuador, Venezuela y Paraguay. En ese terreno los pasos dados por la diplomacia rioplatense fueron  soberbios. Pero la realidad se encarga, muchas veces, de estropear las más bellas ilusiones.
Era previsible además que este mar agitado llegara también al Océano Pacífico. Chile y Perú empezaron este año intercambiando, con frecuencia preocupante, discursos poco amistosos a raíz del diferendo marítimo que está siendo resuelto en La Haya. Y aunque parezca que no existe relación entre uno y otro caso, la historia recuerda que sí la hay.

Argentina reclama un territorio perdido en una confrontación bélica, la iniciada de manera temeraria en 1982 por el presidente golpista, general Leopoldo Galtieri, ante la siempre bien dispuesta Inglaterra, que en esa época contó con el apoyo generoso de Chile y Estados Unidos.

Si Chile acepta ese argumento para apoyar a Argentina en su iniciativa para tomar posesión de Las Malvinas entonces debería ser consecuente y dar trámite al reclamo de Bolivia para obtener una salida al mar por Antofagasta como ocurría antes de perder esa región en la Guerra del Pacífico (1879-1883).

También los propios chilenos podrían pedirle a Argentina que les devuelva la enorme porción de la Patagonia que cedieron mediante el Tratado de Límites de 1881 que se vieron obligados a firmar cuando estaban en pleno conflicto armado con el Perú.
Es decir con el mismo argumento argentino, apoyado por buena parte de los países del subcontinente, se crean las condiciones para regresar al período pre Guerra del Pacífico y dibujar un nuevo mapa regional que terminaría con las grandes tensiones dejadas por ese conflicto y que de verdad uniría a América del Sur contra Inglaterra o cualquier otro usurpador.

Mientras las heridas de ese pasado sigan abiertas no existirá una verdadera integración entre los pueblos, solo habrán declaraciones políticas, convenientes para la coyuntura pero distantes de las circunstancias que forjarán una paz duradera y una calma provechosa.

Ojala Chile no hubiese forzado la Guerra del Pacífico. Tampoco que Argentina haya aprovechado ese episodio para sacar ventaja de los mapochinos. Mucho menos que Perú y Bolivia hayan perdido territorios y soberanías. Y, peor aún, que esta América del Sur fragmentada haya permitido que un país remoto flamee su bandera en una isla próxima al continente.

* Periodista y editor del blog / jwww.unavozunavez.blogspot.com


1 comentarios

  • Antonio Candela Monday 06 de February del 2012 a las 16:57

    Ya es hora que los latinoamericanos paremos a los que piensan que todavía somos sus colonias


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