Los indignados de América Latina



Escribe: Jorge Zavaleta Alegre | Opinión - 22 Sep 2013

En las principales capitales del mundo, la juventud protagonizó en el año 2012 grandes movilizaciones de ciudadanos para plantear cambios sustanciales que permitan superar los efectos devastadores de la crisis económicamente internacional. Esos movimientos proclamaban argumentos, incluso pesimistas, del sin futuro.

En América Latina, las demandas tienen matices más específicos, como la educación pública gratuita y de alta calidad, empleos dignos y lucha implacable contra la corrupción bajo la bandera del radicalismo ético.

Desde esta perspectiva, es interesante la reciente movilización de la juventud. Semanas atrás, el Cusco, ha sido sede de tres encuentros articulados y promovidos por la Secretaría Nacional de la Juventud - SENAJU: Una reunión con ejecutivos auspiciada por el Gobierno Regional y la empresa privada. El foro convocado por la Organización Iberoamericana de Juventudes y el III Congreso Nacional de Juventudes. El IV Congreso Nacional será en Ayacucho.

La población joven involucra a quienes tienen entre 15 y 29 años de edad. En el Perú, esta población suma ocho millones de personas, segmento que se configura en las décadas de los ochenta y noventa, en un contexto de intensa crisis y escepticismo respecto de la política y la gobernabilidad del país, tendencia que ahora comienza a cambiar en amplios sectores sociales.

“Este panorama demanda postular y alentar un movimiento programático, ético, orgánico y unificador de las nuevas generaciones, que deberá luchar por hacer vigente la democracia en las escuelas y universidades, en la familia y en los gremios, en la administración pública y centros de trabajo alternativos. Los radicalismos ambientalistas, feministas, ecologistas y múltiples movimientos en esta tendencia no han logrado un movimiento unificador”, afirma el doctor Julio Andrés Rojas, viceministro de Poblaciones Vulnerables, quien aprecia la propuesta al Congreso de la República que la Secretaría Nacional de Juventudes, se integre como parte de esta instancia del Estado.

Recordando que en el jardín de la vida, las flores son de distinto color, y por eso es hermoso, Julio Rojas señala que la realidad nos enseña que la Democracia debe convertirse en realidad, reconociendo del otro su diversidad, defendiendo la vida, las libertades individuales y la solidaridad, impulsando el radicalismo ético, es decir que no haya cabida para la corrupción dentro y fuera de las instituciones.

Se trata de una nueva e intensa dinámica de un organismo público -Senaju- creado en la década del ochenta. En el foro internacional se aprecia la presencia de ministros y representantes de la Juventud de todos los países de América Latina, además de España y Portugal. Igualmente, de organizaciones juveniles, educativas, de partidos políticos, asociaciones religiosas, ambientalistas, de género, redes sociales, comunidades indígenas, de trabajadores, de artistas, deportistas...

En la organización de estos y otros foros se puede apreciar avances en la gestión del Estado, especialmente de los Gobiernos Regionales y Locales a través de sus Consejos Regionales y Municipales de Juventudes, que están conformados por delegados de la sociedad civil de su jurisdicción, sin limitación alguna.

La Juventud, percibe que los problemas centrales de hoy, son la violencia, la falta y precariedad del empleo, las drogas, diagnóstico que es corroborado por diversas encuestas. Creemos en la elocuencia del lema del Senaju: “Juventud, reduciendo brechas y generando desarrollo”.

En su anterior congreso nacional, validó sus planes de acción, una herramienta de gestión del Estado para los jóvenes, donde están incluidas las metas del Milenio de la ONU, del Acuerdo Nacional, Plan del Bicentenario de la República y planes descentralizados con participación de partidos políticos, espacios donde se han recogido diferentes experiencias para democratizar la acción gubernamental recogiendo demandas.

La Secretaría Nacional de la Juventud es un ambiente abierto a todos, salvo para los violentistas, reiteran sus promotores y dirigentes. Reconoce a los espacios locales como los principales lugares de realización de la vida social, cultural, política y económica y por paradójico que parezca, del resurgimiento de las entidades particulares y de la importancia local en la era global y reivindicar el radicalismo de la ética, como base de un nuevo accionar de la política.

A manera de epílogo, sugerimos la lectura de “Movimientos Juveniles en América Latina y El Caribe: entre la tradición y la innovación”, investigación propiciada por Unesco, el Centro Latinoamericano de Juventudes y la Secretaría Nacional en Perú, en la cual se advierte que en varios países de la región se van imponiendo nuevos temas en las agendas políticas de Argentina, México, Colombia y Chile.


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