Serapio Salinas: una voz en el viento


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Escribe: José Luis Ayala | Opinión - 10 Aug 2014

Con ocasión de la presentación de mi libro: La Confederación y el giratorio tiempo en el auditorio de la Municipalidad de Arequipa, Gloria Mendoza hizo una remembranza de los 50 años que este año cumple la “Promoción Intelectual Carlos Oquendo de Amat”. Su intervención tuvo por finalidad hacer un balance de la significación de un grupo de poetas puneños adolescentes, que en los años 1964 al 66, ocupó un espacio en el desarrollo de la literatura puneña. Se trata de un texto fundamentalmente testimonial, pero además contiene juicios críticos, relata hechos puntuales que bien podría servir para escribir parte de una historia cultural que no conoce.

Recordó los recitales de poesía que dimos en distintas fechas y lugares, la edición de la revista “Sur intenso” con ilustraciones de Gerardo García Rosales y el entusiasmo de Enrique Cuentas Ormachea. El hecho de haber organizado el II Festival de la Poesía Surperuana en Puno, tuvo un enorme significado, fue una ocasión para sacar a la poesía de los salones y organizar recitales en mercados y plazas públicas con el lema: “La poesía es del pueblo y el poeta es siempre un revolucionario”. Gloria estudiaba en el colegio adventista de Chullunquiani de Juliaca, yo en el Colegio San Ambrosio y otros poetas en la Gran Unidad Escolar San Carlos.

La primera persona que nos dio extraordinarias referencias acerca de la biografía, comportamiento ético, coherencia y militancia en el Partido Comunista del Perú, fue Vicente Mendoza Díaz. Amigo y camarada de Oquendo, conocía de cerca las torturas infringidas en Arequipa al autor de “5 metros de poemas”, por ser responsable de las acciones políticas como secretario general del P.C. Alguna vez se publicarán los documentos que los hijos de Vicente Mendoza guardan celosamente, ojalá sea pronto para tener una amplia historia de las heroicas luchas sindicales.

Serapio Salinas Zevallos, de pronto llegó a la Promoción con una sonrisa llena de vida y esperanza, su carácter reservado y fraterna amistad, lo convirtieron en una persona comunicativa pero un tanto taciturna. Nunca quiso publicar un libro, decía que la poesía era un trabajo de orfebre y tenía mucho que trabajar. Estaba consciente que no había logrado siendo adolescente, escribir un texto representativo. Luego su formación literaria universitaria acentuó esa convicción y concepto crítico. Finalmente ahora no es posible tener acceso a un libro que reúna todo cuanto escribió. Sin embargo, su hermana quedó como depositaria de sus originales.

Serapio Salinas descendía de familias migrantes de provincias a Puno, contaba que su padre tenía un taller de mecánica, por lo que sabía reparar carros y que algún día se compraría un “Chevro” para hacer pasear a su familia y sus amigos. Nació en Puno el 16 de octubre de 1945, fue hijo de Leonidas Salinas Treviños y de Juana María Zevallos, lamentablemente falleció en plena madurez intelectual en Lima, víctima de un cáncer a la próstata, el 28 de agosto del 2006. Apenas internado en un nosocomio lo visité y debo decir francamente que se extrañó, no quería que nadie se enterara debido a que los médicos le habían dicho que había acudido demasiado tarde. Sabía lo que le ocurriría pero al mismo tiempo estaba tranquilo, no se desesperó. Fue terrible verlo postrado con la mirada hacia la ventana como quien ausculta el infinito. “No escribas nada –dijo– no vale la pena, no he tenido una vida con grandes aventuras ni amores como tú. Si alguna dices algo, di solamente que fuimos muy amigos y eso es bastante”.

“Así es el destino –aseveró. Mira Lucho, nada de homenajes póstumos ni actos parecidos. Ya una vez hablamos de ese tema”. En efecto, cuando Serapio Salinas culminó sus estudios en la Universidad San Agustín de Arequipa, el cura Luis García Apaza, director del Colegio San Ambrosio, lo nombró como docente secundario. Yo pasé a ser director de la Biblioteca Municipal Pública de Puno, pero nos veíamos constantemente. No sé si habría dejado de escribir poesía pero especialmente Antonio Cornejo Polar, le había transferido un sólido aparato crítico, además leía ciencias sociales, para lo que acudía a la biblioteca a leer y sugerir qué últimos títulos se deberían adquirir, especialmente de historia y antropología.

Cuando regresé de París a Puno a fines de 1974, después que feneció la beca de estudios en el Instituto Internacional de Investigación y Desarrollo (IRFED), cuyo director era Paulo Freire, Serapio Salinas era docente en la Universidad Nacional del Altiplano. Recordamos los años juveniles, la revista a mimeógrafo, le propuse que deberíamos publicar un libro testimonial con poemas de ese entonces. Se opuso rotundamente, dijo que si alguna vez publicaría un libro, sería sus poemas de madurez y estricta revisión académica. “La poesía peruana –afirmó– en su mayoría es plagio de plagios. Dante Nava era ideológicamente hablando un ítalo-mestizo-fascista, no era un indio sino un bachiche facho. ¿Qué significa este texto? Cuando surja mi raza que es la raza más rara / nacerá el superhombre de progenie más pura / para que sea el mundo lo que vale el aymara. Además es una negativa influencia de Federico Nietzsche. Solo falta que un poeta escriba: Poetas el mundo uníos, para decir que fue genial. No pues”.

¿Qué habría sucedido para que Serapio Salinas estuviera tan desencantado de la poesía y la literatura? ¿Qué motivos personales, políticos o sociales habrían influido para que dejara de escribir? ¿Quién tiene su archivo, libros y documentos personales? ¿Es posible rescatar sus textos para hacer una edición oportuna como adecuada? Es posible que una hermana de Serapio Salinas, casada con Uriel Andrade Portugal, guarde celosamente sus pertenencias y, quizá se pueda rescatar textos inéditos, fotos y cartas. Mientras tanto, habrá que leer sus poemas de aprendizaje que corresponden a su época de búsqueda de su personalidad literaria y lenguaje propio.

Este poema es una muestra de los comienzos de su prometedora producción temprana, se entendía que eran muchas cartas a un hermano ausente o muerto y que, finalmente conformarían un libro. Han transcurrido también 50 años de la publicación de este poema y la voz de Serapio Salinas, regresa con la lluvia de la tarde. Ahora resulta un compromiso encontrar los “cuadernos” en los que solía escribir sus poemas para guardarlos, junto a las qantutas que recogía en los cerros de Puno.

CARTAS A UN ÁRBOL 1
Puno, invierno de 1964.
Señor ausente.
Querido hermano.

Va un siglo de ausencia
ya casi nos hemos resignado a llorarte.
Ayer, nevó mucho,
tus pisadas se han borrado,
hoy, la mañana está densa y lejana.
(y mi niñez de tristeza)
Oro mucho por tu ausencia
y siento que noche a noche soy más viejo.

La muerte ha hecho jirones de mi primer
harapo de viento. (Tú sabes que los árboles
morimos de pie y con el último harapo puesto).
Solo la alborada con sus extraños pañuelos de fuego
vuelve a consolarme y a extraviar mi pena.
Pero anoche la de los ojos color tristeza
ha llorado abrazada a mi tronco
y ha vuelto a robar los pañuelos de alborada
y con tu fantasma a cuestas se ha marcha
a esa esquina de recuerdos,
en que debe deambular tu juventud.

Hasta que vuelvas
he de seguir orando, para que abandones
esa ciudad que te roba la vida.
Recuerda que eres el único ausente de los 12
que falta a la última cena.

Silencioso, sin reclamar nada ni despedirse sabiendo que se iría para siempre, creyó que no había logrado escribir una poesía perdurable. No creo que haya sido así. Lo que ocurrió fue que la madurez, las lecturas, el medio y la docencia no le dejaron decidir oportunamente para publicar un libro. Pero no es tarde para atrapar su voz que llega con el viento sideral.

1. Sur intenso. I. Promoción Carlos Oquendo de Amat. Noviembre 1964. Pág. 15. Puno.

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