Imitar a la naturaleza



Escribe: Miriam Robles Yáñez | Opinión - 20 Dec 2014

Cooperar con la naturaleza en lugar de tratar de manipularla. Esta fue la idea sobre la que Juan Antón Mora, como muchos otros agricultores, basó su bosque de alimentos, que cuenta ya con 30 especies diferentes de plantas gracias a las cuales se autoabastece. Juan Antón, de 79 años, desayuna todas las mañanas nueces y plátanos que cultiva él mismo acompañados de leche vegetal compuesta por cacahuetes y elaborada en casa. Su próximo destino es Senegal, donde compartirá sus conocimientos y ayudará a una familia a cultivar su propio bosque autosostenible, y cubrir así las necesidades alimenticias de sus cuatro miembros. Las prácticas que lleva a cabo están basadas en la agricultura ecológica o natural, que consiste en reproducir las condiciones naturales tan fielmente como sea posible, evitando intervenir en su proceso con productos químicos que deterioren los alimentos y otras prácticas empleadas en la agricultura tradicional.

Masanobu Fukuoka es el nombre del microbiólogo japonés que desarrolló esta alternativa a la agricultura tradicional. Tras percibir, guiado por su intuición, que la mayoría de los trabajos agrícolas eran además de innecesarios, destructivos para las personas, ideó un método sostenible que no agotase los recursos. En contradicción con las prácticas mecanizadas y orientadas a la comercialización que empobrecen la fertilidad del suelo, Masanobu propuso respetar los ciclos naturales y simplificar las labores agrícolas, y así intervenir sólo, y de manera sencilla, en el momento adecuado. Según este modelo de agricultura, prácticas como podar o labrar y aditivos como pesticidas o herbicidas son considerados perjudiciales para la tierra y los alimentos que de ella emergen.

La agricultura ecológica fue la base teórica y práctica que impulsó a Bill Morrison a la propuesta del concepto de Permacultura, el que además de defender el respeto a las formas de la naturaleza, incluye entre sus principios el cuidado de las personas y la cooperación entre las mismas.

Hoy son ya 130 países los que desarrollan proyectos de Permacultura, entre los cuales Colombia o Argentina presumen de haber logrado una aplicación muy eficaz. Tal ha sido su extensión, que el curso “Diseño de la Permacultura” es conocido en todo el mundo. En él, además de fomentarse actitudes de cooperación, se transmiten las claves sobre el desarrollo de sistemas sostenibles, y se abarcan sectores como la bioconstrucción, el reciclaje de residuos y las energías alternativas.

Mariana Canabal, una alumna del Instituto de Permacultura Montsant de Tarragona, considera que la Permacultura le está preparando para los cambios que se aproximan “En algún momento va a haber un bajón energético. Aquí practicamos prescindir de nevera y otros aparatos electrónicos. Aprendemos a proveernos de nuestra propia comida y sabemos aprovechar los recursos disponibles y colaborar con la comunidad cercana”. María, junto con jóvenes de diversas nacionalidades, lleva un año aprendiendo como modificar el entorno para beneficio de todos y convivir en armonía con la naturaleza y con el resto de sus compañeros.

La arquitecta Inés Sánchez, que colabora también en el desarrollo del curso, explica que “esperar los momentos de abundancia de la naturaleza y saber reducir el consumo cuando estos disminuyen” constituyen una de las claves para la sostenibilidad.

El término Cultura Permanente se debe a que los esfuerzos están encaminados a desarrollar estrategias duraderas en el tiempo reutilizando todos los recursos, para evitar así su el agotamiento. Es el caso de la casa bioclimática que habitan, donde en lugar de acumular el agua, la distribuyen a través de una red de tubos que desembocan en las raíces de muchas de las plantas que componen la finca.

Como éste, cada vez son más los proyectos que llevan a cabo lo que es, para muchos, una forma de relacionarse con el planeta. Aunque la Permacultura es todavía un proceso de transición, ya forman un ejemplo de Desarrollo Sostenible un gran número de eco-aldeas, y ha sido demostrada la superioridad de la agricultura ecológica frente a la convencional respecto al rendimiento y a la capacidad de producir alimentos sanos de una manera sostenible y respetuosa con la tierra.

Según afirmaba Fukuoka, “vivimos en una sociedad fracasada en los aspectos más importantes de la vida.

El error original es habernos apartado de la naturaleza; debemos empezar, cuanto antes, la transición para reencontrarnos con ella.


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