¿Quién es más animal?


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Escribe: Francoise Cavalié Apac * | Opinión - 29 Mar 2015

Hace cuatro días, mientras caminaba a casa, vi a un hombre sosteniendo un palo, con el que acorralaba a un perro pequeño. Me quité los audífonos y escuché el aullido desgarrador del pequeño animalito. Mi reacción, bastante tonta, fue quedarme estático y gritar, llorando. Afortunadamente, los demás transeúntes tuvieron una mejor reacción que la mía: Enfrentaron a ese energúmeno detestable y cubrieron al perrito que, cuando me acerqué más, pude notar que tenía dueño, quien había reaccionado igual que yo.

Quisiera decirles que esta la primera vez que sucede algo así, pero sería mentirles. Todos los días alguien cuelga alguna foto o algún video que da cuenta de algún abandono, maltrato; de novios que golpean y sueltan de cabeza a los perros de sus novias (hecho ocurrido y sancionado en Brasil), de pequeños cuerpos encontrados incinerados en vida, de adolescentes degollando gatos y perros en Lima y provincias. Incluso a los miembros de nuestra Policía y fuerza militar (personas encargadas de defender nuestras vidas) se les ocurre la indignante idea de “adiestrar salvajes”, mediante la violencia, la insensibilidad y el maltrato animal.

Además de la rabia e impotencia que generan estas acciones, está el hecho de que nuestra legislación no contempla el maltrato, la tortura o el asesinato de animales (para no mencionar la comercialización y reproducción con fines lucrativos) como un delito penal. A esta realidad debemos agregar otra, también terrible: Que vivimos en un país que considera actividades culturales, a acciones en las que la violencia y la tortura son predominantes (corridas de toros y peleas de gallos).

Sin embargo, tenemos colectivos y grupos de jóvenes que se dedican al rescate de animales. Incluso hay una iniciativa legislativa contra el maltrato de animales domésticos, para la cual se necesitan 80 mil firmas. Sin embargo, un proyecto no es suficiente. Ayer por la noche salí a recolectar firmas en algunos parques y plazas del centro de Lima. El 50% de las personas que abordé, además de reírse en mi cara, me dijeron que era una pérdida de tiempo: “Solo son perros, no sienten”; otro 30%, después de media hora hora de explicación de por qué los animales deben ser protegidos, condicionó su firma a que les diera mi número de celular, los agregara en el Facebook o les tomara una foto suscribiendo el planillón. Apenas un reducido 20% firmó añadiendo buenos deseos a la iniciativa. Todo ello me confirma que necesitamos con urgencia educación, conciencia y sensibilidad; necesitamos recuperar nuestra humanidad.

EL ANIMAL COMO SUJETO DE DERECHO.

En la antigua Grecia, el maltrato animal era condenado porque contradecía las aspiraciones griegas de estética, belleza y equilibrio. El primer caso se dio en el siglo 500 a.C., cuando un sujeto fue condenado a muerte por desollar a un animal salvaje. El Derecho romano, en cambio, carecía de reglas de protección animal, pues consideraba a los seres vivos no humanos objetos sujetos al dominio y disposición del hombre; los animales eran jurídicamente equiparados a los esclavos, las mujeres y los niños.

Posteriormente, llegó a predominar la veneración a la vida y la naturaleza, y la concepción de animales y hombres como seres que comparten el mismo origen y, por lo tanto, deben convivir en familia y ser protegidos. Así, Descartes marcaría una distinción importante entre la persona dotada de alma, razón y entendimiento, capaz de diferenciar el bien del mal; un hombre cuya existencia, más elevada moralmente, estaría destinada a cuidar y no maltratar a los animales, y un ser no natural, insensible y sin dignidad.

Los animales deben ser sujetos de derecho puesto que poseen un valor intrínseco y son “sujetos de vida”. Si bien no ha sido comprobada su capacidad de raciocinio, sí tienen capacidad de sentir miedo, placer, dolor, angustia, etc., y por ello deben ser protegidos legalmente.

No se trata de otorgarles derechos subjetivos o gozo de capacidad jurídica. Su protección, penal frente al delito, debe ir encaminada a reprimir toda forma de comportamiento que les ocasione sufrimientos innecesarios (maltrato, abandono, tortura y muerte cruel). Al igual que sucede con los niños y personas incapaces, los animales deberían tener apoderados o representantes encargados de hacer valer sus derechos.

Nuestra sociedad se indigna frente al amor entre dos personas del mismo sexo; incluso reprime sus derechos universales bajo el estúpido pretexto de que su conducta falta a la moral, la ética y las buenas costumbres. ¿Por qué no se indignan cuando sus hijos y/o hijas maltratan animales indefensos? ¿O cuando se retratan con especies protegidas legalmente (delfines) en posiciones sexuales explícitas? ¿O cuando cuelgan videos aterradores de torturas y muerte a perros y gatos? ¿Acaso eso sí es ético? ¿Acaso eso no atenta contra las buenas costumbres?

No hace falta ser vegetariano o animalista para entender qué está bien y qué está mal. Sólo hace falta ser humanos de nuevo. La protección de animales no sólo es justa, es necesaria para alcanzar una sociedad mejor y recuperar el equilibrio, así como la coexistencia de los humanos y el resto de los seres vivos.

(*) Tomado de NoticiasSER

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