Hablando de teatro


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Escribe: Juan Carlos Ortiz Z. | Opinión - 05 Apr 2015

En Puno no es frecuente el teatro; sin embargo, se presentan obras gracias al esfuerzo tenaz de ciertos grupos que apuestan por las tablas. Una de las obras más importantes que se puso en escena en nuestra ciudad, data de finales del siglo anterior. Recordémosla a través del siguiente artículo que escribí en aquella ocasión.

YATIRI. ENTRE LOS DIOSES*

El grupo de teatro Yatiri, la última semana de enero, puso en escena “Juegos de muerte”, obra de creación colectiva bajo la dirección de Amiel Cayo y las actuaciones de Juan Vilca, Litzbel Charaja, José Chura, Iván Tacora y el propio Amiel. La obra fue presentada, antes de su puesta en la ciudad de Puno, en otros lugares del país, en los cuales el trabajo tuvo gran acogida y crítica favorable.

Juegos… ambientada en una comunidad campesina, empieza con una tremenda discusión entre sus cinco personajes. La ira que los envuelve, va motivada por los más de dos años de sequía y la eterna espera de la ayuda prometida que nunca llega; y que deviene en desesperación y violencia.

El dirigente de la comunidad, don Venancio Colque (Juan Vilca), quien encarna los males en la comunidad y entorno al cual giran los acontecimientos del argumento, se encuentra en serios entredichos. Este es acusado por una parte del pueblo de mal manejar los ya escasos víveres que subsidian la supervivencia en el terrible momento de sequía; de dirigir la comunidad por intereses propios; y además, es acusado por la viuda (Litzbel Charaja), del asesinato del esposo de ésta, el anterior dirigente de la comunidad.

El misterioso crimen que queda impune (en apariencia), le es revelado a la viuda en sus sueños, en unas escenas brillantes de danza y violencia, en la que se deja entrever el asesinato ocurrido con anterioridad a los acontecimientos que muestra la puesta. Este crimen pone a Venancio en la dirigencia, ayudado por algunos comuneros de su confianza. Como es de esperarse, Venancio Colque niega la acusación.

La fuerte sequía sigue desencadenando desesperación, peleas y desconcierto en la comunidad, quedando únicamente el esperar la ayuda prometida y el encomendarse a la Santísima Cruz, a la que se le dedican procesiones fervorosas y rezos con incienso. Algunos prefieren “encomendarse” a la Pachamama, a la que el propio Venancio y algunos comuneros no le dan el menor crédito, surgiendo así un enfrentamiento y división por las deidades.

La ayuda no llega como es de esperarse, las lluvias tampoco. Los Dioses no hacen caso a los ruegos. El hambre y la muerte rondan en la comunidad.

Por último, sólo queda la fiesta de la Cruz, que el pueblo celebra con ganas y derroche de energía, a pesar de todo. La fiesta terminará mal, con el asomo de la frustración y la furia del presidente de la comunidad, quien ebrio y cansado de tanta espera, en un arranque de ira y después de pelear con algunos comuneros, se lanzará furioso sobre la Cruz, destrozando a golpes de piedra la imagen oval de Cristo. Los hombres de la comunidad, entre irritados y perplejos, golpearán brutalmente al hereje para luego crucificarlo, atándolo de pies y manos en la cruz. Momentos después de la crucifixión, en medio de la perplejidad y la ira, el cielo empieza a relampaguear anunciando lluvia, por fin.

Todos volverán a sus casas, quedando como última escena la crucifixión iluminada por los relámpagos intermitentes en la obscuridad, bajo la lluvia ya presente en pleno.

Yatiri, con “Juegos de muerte”, trae nuevamente a la mesa de discusión el tema del resquebrajamiento de la “cultura andina”, como resultado de la imposición occidental. Dentro de esta idea general, en el transcurso de la obra, encontramos puntos sobre los que la puesta busca llamar a reflexión.

En medio de la sequía se anuncia la llegada de un personaje a la comunidad, se trata de un candidato al Congreso de la República. Este personaje no asoma en escena, pero le sirve a Yatiri para recrear todos los arreglos y manipulaciones que se dan en tiempo de campaña electoral en el campo. El dirigente Venancio Colque es el vehículo de estos actos de manipulación, para ello lleva a los comuneros a una larga espera, aguardando la llegada del político, con preparativos de fiesta popular, cuidando, por supuesto, intereses propios. El candidato nunca llega, terminando todo en una parodia a las campañas electorales. La ayuda que se esperaba se esfuma con este hecho.

Un punto vinculado al anterior, sobre el que también se busca llamar la atención, es el asistencialismo. En medio de la difícil situación, los personajes traen consigo unos sacos vacíos, buscando hacerse de una parte de la ayuda prometida que aguardan a lo largo de la obra. Esta actitud se ve reflejada con nitidez en la puesta, hasta con cierta exageración, logrando llamar la atención sobre un hecho prácticamente habitual en nuestro país, la ayuda fácil por cálculo político, que en los últimos tiempos, ha acostumbrado al campesino a esperar con manos cruzadas las dádivas del gobierno.

Un tercer punto importante, es la discusión en un pasaje de la puesta sobre la deidad a la que debía recurrirse por ayuda, representada en la cruz (occidente) y la Pachamama (lo andino). Algunos comuneros reclamaron por lo segundo: la ofrenda a la divinidad andina, el pago a la tierra, la no alternancia y simultaneidad con lo católico; esto último, prueba de un claro desapego a la esencia de la cultura matriz, a la pérdida de la identidad, que Yatiri quiere mostrar en este pasaje. Sin embargo, el final es sorprendente y violento. Venancio Colque destroza con una piedra la imagen de Cristo, y luego será crucificado por esto. Como ocurre en el mundo andino, nada queda impune o sin castigo.

“Juegos de muerte” es una magnífica obra teatral, con algunos altibajos menores que no le quitan el mérito al conjunto.

* Este artículo fue publicado en la revista de periodismo puneño Reporte, año 2 Nº 20, del 1 al 15 de marzo de 1999.

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