Eduardo Galeano también escribió sobre Virgen de la Candelaria


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Escribe: Rolando Waldo Gomez Poma | Cultural - 19 Apr 2015


“Atraviesa el lago Titicaca en la barca de totora. Ella viaja a su lado. Está vestida de fiesta. En la ciudad de La Paz le han dorado la túnica. Al desembarcar, la cubre con la manta, para defenderla de la lluvia; y con ella en brazos, tapadita, entra en el pueblo de Copacabana. La lluvia acribilla al gentío que se reúne para recibirlos. Francisco Tito Yupanqui entra con ella al santuario y la descubre. La suben al altar. Desde lo alto, la Virgen de Copacabana abraza a todos. Ella evitará las pestes y las penas y el mal tiempo de febrero. El escultor indio la ha tallado en Potosí y desde allá la trajo. Casi dos años estuvo trabajando para que ella naciera con la debida hermosura. Los indios sólo pueden pintar o tallar imágenes que imiten los modelos europeos y Francisco Tito Yupanqui no quiso violar la prohibición. Él se propuso hacer una Virgen idéntica a Nuestra Señora de la Candelaria, pero sus manos han modelado este cuerpo del altiplano, amplios pulmones ansiosos de aire, torso grande y piernas cortas, y esta ancha cara de india, de labios carnosos y ojos almendrados que miran, tristes, la tierra lastimada” –La Madre Aymara de Dios – EDUARDO GALEANO.

Hace poco, los amantes de la poesía y de los desvaríos mundanos del diván metafísico imperativo vivencial, dieron un hasta luego al poeta puneño Efraín Miranda Luján, mimetizado personaje que fue materia de un reconocimiento muy ovacionado entre los amantes de estas artes, como si los organizadores de ese reconocimiento, donde Miranda Luján revivió la mirada señera de su juventud, estuvieran presentes en los delirios de sus letras; aquellas personas que cual clan mefistofélico, complacidos de su sapiencia sobre la aflicción de corazón, logran emanar una pasión con palabras que las traslucen en letras; esas letras que nos acompañarán hasta el confín de nuestra existencia humana y nadie sabe cuál será el puerto donde recalaremos.

Herederos de cantores líricos y del discurso literario en sus diferentes acepciones, la pluma de puneños como Miranda Lujan evocan un mar de recónditos pensares dentro de un cubículo neo sórdido de la miseria lasciva humana, entrelazado con un deísmo propio de la cultura andina:

“Perdón, perdón, perdón, Intitata-Pachamama; préstenme este préstamo me falta para pagarles, incompletos están ruta, fatigas, intentos… Estoi pasando el deslinde de la noche universal y me alumbran las luces del día de los universos” – CHOZA.

Melancólica agudeza del amor tórrido y significancia inerte para muchos, y vivaz para el nativo andino, atribulado por una identidad que hilvana con el infinito:

“Frente a la pizarra se me adelanta una niña blanca, a ella es a quien educa el Maestro. Lloro porque soi india y tengo una niña blanca que el Maestro ha creado dentro de mí”

Entonces los misterios propios del aprovechamiento del vivaracho, es urdido desde una pluma, esa pluma que cual artesano curtido por el tiempo helado del ande logra entablar reales prominencias para un futuro erradicar.

Cerca a la coronación del idioma español, Miranda Luján, desde su fuerte andino protesta “La gramática española cuelga desde Europa, sobre mis Andes, interceptando su sincretismo idiomático (…) Mi lenguaje resiste, se refugia, lo persiguen, lo desmembran (…) Ellos tienen todos los elementos a su alcance: su estado mayor en la real academia y sus soldados intelectuales”. Si otrora fue Miguel de Cervantes, con su inusual caballero andante y furtivo soñador, y luego César Vallejo, tremendo nostálgico andino enviciado por el tisismo y el abandono moral y material, siendo su letras el preludio de su partida de este mundo, hoy subyace Miranda Luján con sus letras, idearios nativos perennes hasta la eternidad. Entonces la región andina, con transferencias e interferencias lingüísticas supo relucir, aunque algunos críticos literarios acusan de llorones a este tipo de creación intelectual, no entendiendo que muchos años de esclavización en su propio territorio los pobladores del ande, ahora levantan la cabeza para entremezclarse con la clase innata del abolengo literato, aunque no tengan el albur del medio masivo como elemento de publicidad y las bobadas de un charlatán sean los que más atención captan de los conciudadanos.

¿Qué soi? - Un hombre. ¿Y, qué es un hombre? ¿Qué soi? - (*) Amigos filósofos, biólogos, antropólogos, juristas, políticos, etc. ¡ayúdenme en esta reflexión!

Es la pregunta que todos que vivimos en el ande nos hacemos, la pluralidad nos obnubila y decae en frustración, porque vivimos nuestra miseria y esa lógica, en búsqueda de identidad, nos debería llamar la atención, entendiendo que a diario, en las calles, plazas y en los locales públicos, escuchamos la choleada; entonces surge la pregunta: ¿Quién cholea al cholo? Manteniendo de esta forma el desencuentro con la identidad, la frustración también es parte del poema de Miranda Luján, siendo propiedad cultural comunitaria, pretendiendo profundizar la idiosincrasia del nativo andino, al ser el lenguaje español un elemento hegemónico que parte con la conquista, pero el idioma nativo hasta nuestros días se practica y esa es parte de la cultura viva, aunque no queramos entender que somos herederos de una cultura milenaria, reclamando parte de:
“En mi choza ha caído la mano perdida del Manco de Lepanto con vidrios, ácidos, alfileres que contorsionan mi lengua y sangran mi boca”

Entonces la supresión, sustitución, permutación y adición de términos, siempre ligan con la identidad cultural y ese es el legado del poeta que acaba de urdir un viaje a la eternidad, aunque su legado nos acompañe en esa eternidad. El poeta huancaneño Fernando Chuquipiunta Machaca lo quiso hacer más visible en este mar de tempestades, organizando un singular Pasacalle por el Día del Idioma Español, Día Mundial del Libro y Día del Derecho de Autor, actividad cultural que se llevará cabo el jueves 23 de abril, a partir de las 10 de la mañana, en las principales calles de Huancané.

Mientras que nosotros recordamos nostálgicos a Miranda Luján, en otra parte de nuestra América morena exhaló sus últimos hálitos de vida el reconocido cantor de artilugios literarios que desentrañan conocimientos mundanos en simples relatos quiméricos, que para el entender del lector es fácil, porque la historia de convierte en relato y el relato en una poesía melancólica: Eduardo Hughes Galeano dejó atrás una vasta producción intelectual que reconoce diversas formas de sociedad, abrazado al espíritu periodístico embelesó al lector a mundos inopinados e inhóspitos, teniendo en mente lugares y ocasiones involuntariamente familiares, dando a entender conocimientos sofistas en simples relatos, desentrañando la vida del lector en el vasto territorio global. Galeano es un personaje con mucha sapiencia y un don de evocar su conocimiento para el entendimiento popular. Ambos escritores seguirán cultivando sus artes en el más allá, aunque para nosotros el más allá es esta nutrida realidad.


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