Monseñor Oscar Arnulfo Romero: Dar la vida por sus ovejas


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Escribe: Pablo Najarro Carnero | Opinión - 25 May 2015

El día sábado 23 de mayo ha sido un día muy importante para la Iglesia de América Latina. La iglesia ha reconocido, por una orden directa del papa Francisco, las virtudes de fe de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Muerto por su fe, "In odium fidei", es decir, que fue asesinado por "odio a la fe". A este obispo salvadoreño le tocó vivir su fe en medio de un país que se debatía en una lucha intestina, el abuso del poder de los que tienen, siempre unidos a gobiernos de turno. Abusando de campesinos indefensos, todo para vivir de sus tierras.

El nuevo Beato Romero entendió clarísimo el mensaje de la Iglesia que viene desde el Concilio Vaticano II (1962-1965), más todavía, desde la “Rerum Novarum” (15 mayo 1891). La iglesia entendió que ha de buscar la Justicia Social y el Bien Común. El hombre es imagen de Dios y como tal es digno de ser querido y respetado.

Todo aquello que haga el hombre o un sistema social, político o económico, contra la justicia debe ser combatido desde nuestra opción profética, como señal del pecado y la iniquidad del hombre. Quedarse callado ante lo injusto es no vivir la verdadera fe que viene del evangelio. El pecado de omisión, que reconocemos al inicio de nuestra celebración eucarística, es recuerdo de que callar ante lo injusto es un pecado.

Muchos cristianos, sea de la confesión que fuere, callamos ante la injusticia. Los profetas bíblicos lo fueron porque vivieron el encargo del mismo Dios. Para anunciar el mensaje de Dios y lo que quería para su pueblo. Para denunciar aquellas acciones que iban contra este mensaje.

El gran problema que debía vivir este profeta, era que esta tarea de denuncia traía consigo el ataque directo del denunciado. A no pocos les gustaba tener que escuchar las denuncias públicas del profeta. Este era perseguido. Debía huir al desierto. Comer y vivir de limosnas.

Esta fe de ir contracorriente es la que le tocó vivir al Beato Romero. Somos del mundo, aunque nos somos del mundo (Jn. 17.18). Significa que vivimos en este mundo como ovejas en medio de lobos (Mt. 10,16). El mundo tiene una dirección, lo vano, lo sexuado, lo injusto, lo desacralizado, entendiendo que toda la creación es obra de Dios. Así, ir contra el medio ambiente, es hoy también un pecado que clama contra Dios. Les toca, nos toca a los cristianos, denunciar todo aquello que es ateo y va contra Dios.

El capitalismo salvaje que vivimos es definitivamente ateo. Que se diga cristiano, no hay duda que el diablo toma la imagen de un creyente. Este sistema debe ser combatido. El callar es hacerse cómplice, es hacerse pecador. El beato Romero no calló. Pagó con su vida. Morir por la fe. Morir por la justicia, por el bien común, qué mejor corona de muerte para un cristiano. Murió celebrando la misa. Punto de encuentro entre nuestra fe y nuestra vida, de un Cristo que ofreció su vida por amor al hombre.


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