No soy profe por vocación, sino por devoción


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Escribe: Orlando Luján Corro | Opinión - 06 Jul 2015

Hoy es el Día del Maestro, el culpable de todos los males, el condenado a vivir con los salarios más paupérrimos, el flagelado y crucificado junto a Jesucristo y aún sin encontrar la resurrección. Pero qué importa determinarnos culpables cuando la diatriba viene de gobernantes felones y comentaristas simplones; pero qué importa la estigmatización nauseabunda y mal intencionada que nos hacen. Sin embargo, sí importará si seguimos con el escepticismo dirigencial, con la desconfianza entre colegas, respondiendo con ese tufillo antimagisterial y desconociendo la clase docente.

Al margen de lo que susurren, de mis aspiraciones y reivindicaciones económicas y de la inclinación a la docencia, puedo expresar con total infalibilidad que no soy docente por vocación, sino por devoción; porque no solo es una cuestión de preferencia o llamamiento, es fervor y veneración a la carrera, a la entrega noble y limpia en el aula; cuando entre tizas y pizarra no se hace caso al mínimo estornudo, cuando entre exclamaciones y llamadas de atención no se hace caso al ahogo y entonces en un respiro fugaz nos damos cuenta de lo felices que somos.

Encuentro la resurrección en cada mirada de niños inocentes y en la de aquellos ya nada inocentes, en su confianza y en su hermetismo, en el acercamiento sincero de un padre pidiéndome ayuda con su menor hijo o en compartir un caramelo, hojas y lapiceros, en fin.

En ese trato con los estudiantes hay algo que a algunos colegas no les gusta, al cual yo prefiero; es ese “profe” que me hace sentir más en onda, más en confianza o, como dijera mi alumno, “usted sí profe”. Es ese profe que me sirve para explicarles el acortamiento de una palabra larga (profesor), cuya reducción forma otra palabra independiente. Es ese profe que les nace decir como una nueva nominalización al dirigirse a su maestro. Ese profe soy yo.

Existen fechas relevantes en el calendario que ameritan un momento especial; fechas como el Día del Maestro. Hagamos que realmente este día sea especial, no porque se le regale un ticket para hacer cola por un almuerzo o para sortearle una canasta, sino por lo que en esencia significa esta magnánime profesión. Maestro: que nada te detenga, ni siquiera tu sueldo, ni siquiera los insultos, levántate firme y enhiesto y no vuelvas agachar la cabeza, que no has robado a nadie; simplemente te condenarán por haber decidido ser maestro indomable a las pretensiones. Pronto serás más considerado como en cada periodo electoral, solo espera y ofrecerán elevarte el sueldo como el de un Ministro y luego será lo de siempre.

No sé si habrá aumentos, no sé si vendrán nuevas evaluaciones y estas sean amañadas y corruptas, pero sí sé que cada día debo ser un ejemplo de superación, aun sabiendo que mi sueldo solo alcanzará para poder pagar un post grado; porque en sí no me preparo para las evaluaciones, me preparo para dar calidad en el aula, para ser buen docente en ella y fuera de ella, y no para marcar una respuesta de preguntas anfibológicas. Que los docentes estamos listos para evaluaciones, sin lugar a duda, siempre lo hemos estado y siempre lo estaremos.


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