Ateos y herejes


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Escribe: Pablo Najarro Carnero | Opinión - 01 Sep 2015

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el mundo se dividió en dos. Por un lado, los comunistas, que marcaron fronteras, comenzando por Alemania. Dividida en dos, los comunistas, en este caso Rusia, se posesiona del sector conquistado, a esa fracción la llaman Alemania Oriental. El otro conquistador, Estados Unidos, se queda con su parte y se crea la Alemania occidental. Surge el mentado Muro de Berlín ([1]), muro que duró hasta noviembre de 1989. El muro fue, en todo caso, parte de un juego geopolítico de estrategia mundial. Comenzó por una ilusión germana de poder, basada en cuestiones genéticas, que implicaban el derecho de gobernar, remedando quizá el concepto platónico del gobierno de aquellos que eran inteligentes, racionales, apropiados para tomar decisiones para la comunidad.

El tema fue más allá. Aunque no lo supiéramos en esa época, había detrás de aquella lucha otros poderes más. Desde antes de Cristo, muchos han surgido queriendo gobernar el mundo. Imperios como los griegos, persas, romanos, etc., se han erigido con la intención de dominar más allá de sus fronteras, y han caído por sus propias debilidades humanas y forma de gobernar. Una que se ha mantenido ha sido la Iglesia Católica. Gracias a Constantino, desde el siglo III, ha mantenido ese poder. Ha pasado por varios momentos, entre lo religioso y lo mundano. Por unos diez siglos, durante la Edad Media, mantuvo su poder aliado a los gobernantes y reyes. Tiempo también de retroceso cultural, científico, llamado por la historia “oscurantismo”. Desde el siglo XVI pierde su influencia y se retrae, pero no pierde lo ganado. Sus viejas alianzas, logradas durante su vinculación a poderes y gobierno, se mantienen y son parte de su nomenclatura.

En esa época medieval surgen también poderes económicos basados en el control económico, primero a nivel local, luego avanzan a nivel continental y terminan controlando el mundo. Muchos con el halo religioso, otros con halo agnóstico. Pero los une el poder económico. Quizá al comienzo se enfrentan, pero entienden que tienen un mismo fin, poder económico, vivir bien, por todos los medios, interesa el fin. Maquiavelo.

Hay visiones del hombre que tienen la utopía de sentir el mundo como una casa común. La iglesia católica lo fue en sus inicios, pero desertó de tal propósito. En teoría, papas hablaron de un mundo basado en la fraternal fe de Jesucristo, pero al final claudicaron. Hoy revive algo.

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, se inicia una nueva visión geopolítica basada en este poder económico y se posesionan de manera más evidente poderes fácticos en el mundo. No gobiernan directamente, pero controlan el mundo. Designan gobernantes de acuerdo a sus intereses. Hoy esos poderes, cabe suponer, pueden estar vinculados a las mafias del narcotráfico, las armas, etc. Lo curioso es que todos devienen en formas de vida corrupta. Somos, sin querer, parte de este sistema al que han venido a llamar neoliberal. Cada uno actúa su libre albedrío. Principios, valores, preceptos, no interesan. No interesa el bien común, interesa el bien personal. No interesa lo justo.

(*) 13 de agosto de 1961


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