Surfeando la ola de la crisis


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Escribe: Gonzalo García | Opinión - 04 Feb 2016

Terminado el 2015, los precios no dejan de subir (4.67%). Hay un alza sostenida del nivel general de precios medido por el INEI. La inflación nominal más que duplica la meta explicita fijada en 2% por el banco central, un túnel con piso en uno por ciento y techo en 3%.

Cierto es que esta medición súper agregada de la inflación puede ser diferente observada desde la geografía. Frente al promedio nacional hay regiones en que los precios crecen (más o menos) que en otras.

O la inflación distinta por ciudades como el centralizado Índice de precios al consumidor de Lima vs Huancavelica.

También la inflación viene medida por productos, bandejas o gamas, por ejemplo, suben el jurel o el pollo (cuando uno sube el otro baja), verduras o papa huayro o Tomasa.

Hay diferencias por categorías sociales (NSE ABCDE, obreros, capitalistas, campesinos) según la estructura de la canasta que mide la ENAHO.

Importa, en economía abierta, el paso de lo importado a los precios domésticos-combustibles, alimentos, dólar- como la discriminación entre inflación de servicios (luz, agua...) contra bienes, ejemplo, el IPM mayorista.

Para el instituto emisor, la inflación “subyacente” es economía pura. Esta limpia de “ruidos” vinculados a choques eventuales, temporales, imprevisibles. La que algún gran economista gringo llamo la “inflación neta” (subyacente), oponiéndola a la “bruta” (nominal).

¿Quién responde por los precios? El Banco Central por el artículo 84º de la Constitución.
En el 2001, la deflación venia con 60 meses de recesión, tasa de interés del 16%, quiebra bancaria de 1998, corrupción generalizada y fuga del presidente.

El 17 de enero del 2002, el nuevo directorio del BCRP asumió el entonces novísimo esquema de metas explícitas de inflación, lo que en otras latitudes se denomina el inflación targeting, asentado en la célebre Regla de Taylor, eminente economista monetario y Nobel que visitara el Perú hace algunos años.

El banco se comprometió a cumplir con el objetivo de estabilidad monetaria anunciando una meta explicita de inflación del 2.5% más/menos 1%. Este compromiso fue rigurosamente cumplido entre el 2002 y el 2006. Lo que hizo que el 94% de la encuesta de opinión publica aprobara la gestión de ese periodo y el esquema quedara como un riel de guía para las siguientes administraciones.

La herramienta principal del esquema fue la adopción de la tasa de interés de referencia de las operaciones monetarias del BCRP como herramienta operativa, valor establecido a mediante la aplicación de métodos y modelos de previsión, base de datos y programas monetarios periódicos, generadores de escenarios, ecuaciones y funciones de reacción.

La elaboración de la decisión sobre retiro o inyección de recursos al mercado monetario venia gobernada por las decisiones de comités especializados que sugerían reacciones al Directorio.

Cuatro reportes anuales de inflación, notas semanales y mensuales, reportes de estabilidad financiera, protocolos de análisis cambiarios, un conjunto de instrumentos comunicacionales transmitían los sentidos de las ecuaciones de política monetaria, incorporando expectativas y anticipaciones de los agentes, examinadas por sendas encuestas específicas.

Se implanto así un cuidadoso sistema de gestión del mercado monetario mediante la fijación de la tasa de interés del mercado interbancario y el seguimiento de sus impactos a través de los canales de transmisión de tasas, crédito y liquidez.

Para el tipo de cambio se diseñaron instrumentos de flotación administrada e intervenciones esterilizadas. Una de las políticas inexorables fue la consecución de un alto nivel de reservas internacionales, fruto de las experiencias criticas de periodos pasados y de la lenta desdolarización financiera.

En suma, el esquema de metas explicitas permitía también percibir, como ahora, la diferencia entre las decisiones prometidas y las tomadas. Asimismo clarificaba los dilemas de las crisis como la que se avecina.

Como herramienta contracíclica, la disminución de la tasa de interés de referencia se transmite a los mercados de crédito como una señal expansiva. Aumenta el crédito privado. Crece el nivel de actividad y la demanda de los agentes. O contrario sensu, cuando hay recalentamiento, alza de la tasa- señal contractiva-. Freno del crédito privado. Disminuye el nivel de actividad.

Normalmente la política fiscal acompaña la monetaria mediante un mayor gasto público, en especial de la inversión presupuestal. Déficit fiscal estructural. O en sentido inverso, la política se torna contractiva. Superávit Fiscal que retira recursos a la economía.

Este enfoque contraciclico ha sido enriquecido en años recientes por el inflation targeting plus que incorpora el Quantitative easing como medio de salvataje de la virtualmente quebrada liquidez de la banca multinacional (2009). Masivas inyecciones de liquidez y deflación simultánea, usando la regla de Taylor, enterraron al fenecido monetarismo de Tokio a New York.

Entonces si se advierte el riesgo de una crisis lo coherente seria la coordinación de los esfuerzos para sostener una posición expansiva. Liquidez, crédito y déficit estructural. Hasta que se pueda surfear la ola.


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