Feria y fiesta de los libros


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Escribe: Walter Paz Quispe Santos | Opinión - 21 Jul 2016

Borges decía que los libros son la extensión de la memoria. Y, en efecto, registrar el conocimiento en textos es una verdadera hazaña intelectual, en un país de no lectores y pocas editoriales. No hace mucho la Universidad del Altiplano emprendió una epopeya espiritual, una atalaya sin precedentes, al publicar más de un centenar de libros de autores puneños y puneñistas de larga data para regocijo de los investigadores y lectores acuciosos que buscábamos en los anaqueles de las bibliotecas de bibliófilos libros inhallables. Libros rebuscados que ahora están a disposición de un público lector que se desplazó masivamente a la feria del libro “Leyendo el lago”, dedicado a uno de nuestros mayores poetas, el contestatario e iconoclasta andino Efraín Miranda Luján. Hay que felicitar, desde luego, a Gary Mariscal, Boris Espezúa, Elard Serruto, Omar Suri y seguramente muchos otros gestores de la cultura.

Volvamos a la peregrina idea de publicar libros de la Universidad del Altiplano de Puno. Se trata sin lugar a dudas de una de los mejores proyectos editoriales del siglo. Una gesta editorial que nació con Lucio Ávila y fue continuada por Edgardo Pineda Quispe. Y esperamos que Porfirio Enríquez Salas se compre el pleito y perpetúe este esfuerzo que ha posicionado a la Universidad del Altiplano como una de las más exitosas e importantes durante estos dos últimos años. El acopio de títulos importantes ha estado a cargo de José Luis Velásquez Garambel y Henry Esteba, quienes cuentan con excelentes y bien documentadas bibliotecas. Gracias al importante repositorio de estos mecenas de la cultura es que hoy tenemos la suerte de leerlos y releerlos para alegría de estas bárbaras civilizaciones que nos toca vivir y significar.

Para mis intereses filológicos ha sido sustancial la edición facsimilar de la obra cimera de Ludovico Bertonio, como es El vocabulario de la lengua Aymara, que recoge la variedad sureña de esta lengua en 1612. Bertonio recogió incluso un léxico puquina como si fuera aymara. Este libro ayuda a estudiar esta lengua traída de la costa, probablemente por mitimaes con profundidad y establecer sus rasgos lingüísticos. No es menos importante el aporte del agustino Alonso Ramos Gavilán, quien en 1621 documentó en su célebre libro sobre Nuestra señora de Copacabana la realidad etnohistórica del surandino. Gracias a este monumental texto podemos inferir sobre el origen lacustre de los incas, sobre todo el mito de origen de Manco Capac y Mama Ocllo que posiblemente fue creado en Puquina. Con ese libro es fácil recorrer las Islas del Sol y Luna, y reconocer el trayecto de uno de los mayores adoratorios preincas e incas. Como sabemos, los tres centros ceremoniales han sido la Isla del Sol, el Koricancha del Cuzco de origen puquina, y Pachacamac, en Huarochiri Lima. Además quiero destacar un colosal libro de un documento temprano publicado por la Universidad del Altiplano; se trata de la Tasa del visitador Franci Diez de San Miguel de 1567, cuya versión paleográfica de Waldemar Espinoza ha permitido aclarar el panorama lingüístico del altiplano en los siglos XVI y XVII; juntamente con la copia de curatos de la audiencia de Charcas descubierto por la investigadora francesa Theresse Bouyse Casagne.

La literatura tiene un espacio preferente en las publicaciones de nuestra universidad. La edición facsimilar de El Pez de Oro de 1957 de Gamaliel Churata, es singular y destacable. Este libro, al decir del boliviano Fernando Diez de Medina, “vacía en un libro la magia y siglos de historia”. Se trata de uno de los textos híbridos donde las cosmogonías y cosmologías andinas y occidentales se juntan como en una mesa para dialogar. Es sin duda un Un texto de disglosias andinas, como señalaba Enrique Ballón Aguirre. Recuerdo a Estrella y Amarat Peralta, hijos de Gamaliel Churata, mostrar su alegría por la difusión de este libro y las ediciones críticas como la de Helena Usandizaga, en Cátedra de Madrid, España. La Universidad también publicó su otro libro “Resurrección de los muertos”, texto singular, dialógico y polifónico que evidencia las contradicciones y la complejidad de los andes. Para aderezar el menú, la crítica churatiana también tiene en las páginas interlocutores válidos como Miguel Ángel Huamán, Arturo Vílchez y otros.

Como educador y enciniano, me causó mucha satisfacción la reedición de los libros de José Antonio Encinas, como “Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú” e “Higiene Mental”. Encinas, a pesar de los años, no ha perdido actualidad; sus ideas siguen vigentes en un país donde la ideología de la eficiencia social, con su modelo tecnocrático, corroe nuestra educación y la pedagogía. A pesar de pertenecer al indigenismo pedagógico, las ideas de Encinas siguen siendo el mayor proyecto educativo para nuestro país. No leerlo es el mayor desconocimiento para todo educador, sobre todo en una realidad compleja como nuestra región, caracterizada por la diversidad. “Higiene mental” tiene el propósito de hacer una limpieza espiritual en los padres y educadores que tienen la misión de criar a los niños y niñas. Es una mirada diferente al margen de los valores religiosos. Incluso Encinas plantea que la religión no debe ser una asignatura de los niveles básicos, como inicial y primaria. La religión se debe enseñar en educación superior, como el marxismo y otras ideologías, expresa.

Hay más libros extraordinarios editados, como el pan caliente, para todo gusto. Se trata de una sucesión de autores, como dije, puneños y puneñistas, que abordan una temática variada. Tópicos como el Lago Titicaca, las iglesias del altiplano, la poesía vanguardista, la arquitectura altiplánica, la cronística andina, la agricultura y ganadería andinas y otros, que son presentados como una preocupación permanente de poner una agenda para el debate. La Feria del Libro fue una excelente oportunidad para mostrar la calidad del horno universitario, cuyo fuego creador del humanismo más maduro de este siglo que habitamos ojalá encienda la inteligencia y promueva una dilucidación de nuestro destino. Como en una piedra de toque, la feria reunió a la intelectualidad puneña y visitantes como Omar Aramayo, José Luis Ayala, Gloria Mendoza, Alfredo Herrera, Boris Espezúa, Leoncio Luque, Feliciano Padilla, Christian Reynoso, Ricardo Gonzales Vigil, Guissela Gonzales, Esteban Quiroz y muchos otros que atizaron ese fuego creador de la fiesta de las letras.


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