Digan lo que digan


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Escribe: Eduardo E. Zapata Saldaña | Opinión - 23 Sep 2016

Ha pasado inadvertido, pero el asunto es grave. Un inefable personaje —epítome de la realidad del mundo universitario peruano— ha colocado multiplicidad de carteles donde se lee: “Digan lo que digan… nada podrá detenerme”. El asunto es grave porque más allá de lo estrictamente publicitario, estamos frente a un desafío a la esencia misma de la universidad y a una prueba de fuego para la moral pública ciudadana.

El personaje en referencia no ha sido acusado de asunto banal. Menos si se trata de alguien cuyo quehacer no solo está vinculado a la vida académica, sino de alguien cuya institución expide grados y títulos “A nombre de la Nación”. Y precisamente las acusaciones que se le hacen —ya sancionadas por lo pronto por INDECOPI— hacen referencia a copias, plagios y —finalmente— enajenación de autorías y falsificación de documentos.

Por tratarse de ser quien es, y por tratarse de ser quien pretende posicionarse como educador, el “Digan lo que digan” no es entonces asunto baladí. Porque no se trata de acusaciones genéricas, sino de faltas comprobadamente cometidas y que atentan contra lo más íntimo de una institución universitaria: la honestidad intelectual. Y nuestro personaje no solo no se excusa, no solo no se pone ante una acaso razonable estrategia defensiva. Todo lo contrario. Sus paneles ponen en evidencia una inconsciencia respecto a la falta cometida. Y —lo que es aún peor— un absoluto desprecio por el principio de la honestidad intelectual.

No hay siquiera pretensión de victimizarse. Lo subyacente a la expresión publicitaria constituye más bien una aceptación tácita de las acusaciones y a la vez un ninguneo moral del delito cometido. Traducido al lenguaje coloquial, esos paneles publicitarios parecerían decir más bien: “Soy un pendejo… y qué”. Lo cual nos pone ante el desafío a la moral pública ciudadana. ¿Hemos llegado los peruanos a la situación de convalidar conductas abiertamente delictivas por una carencia total de valores? Es de suponer que alguna gente —con trayectoria académica y sentido de la decencia— que inicialmente acompañó a este emérito ciudadano, sabrá ya desmarcarse definitivamente del delito.

Finalmente, es claro que el mensaje publicitario codificado por este señor exrector —siguiendo su trayectoria de que es “copia”, no “plagio”— está inspirado en la canción “Digan lo que digan” que popularizara el cantante Raphael y cuya autoría es de Manuel Alejandro. Y parecería que nuestro personaje cree firmemente en una de las estrofas de la canción que dice: “Son muchos, muchos más los que perdonan que aquellos que pretenden a todo condenar”.


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