Paz en Colombia


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Escribe: Rolando Waldo Gómez Poma | Opinión - 27 Sep 2016

Luego de una serie de intercambio de pareceres, la mediación histórica de Cuba y Nicaragua, la decisión de negociar por parte del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, además del ímpetu acérrimo del líder guerrillero “Timochenko”, por fin se cedió ante posiciones encontradas y firmaron de manera oficial un acuerdo de Paz, la cual tiene algunos puntos trascendentales, empezando por el cese de hostilidades y entrega de armas en no menos de 180 días, la intervención activa de las Naciones Unidas, quienes garantizarán la concentración pacífica de las huestes alzadas en armas y desmovilizarse paulatinamente; entre tanto, el propio Estado Colombiano protegerá la vida y salud de los guerrilleros, quienes a su vez no podrán hacer propaganda política ni arengas, debiendo entregar sus armas en forma escalonada (30 días después de la firma del acuerdo definitivo de paz, las Farc entregarán el 30% de su armamento; a los 60 días, otro 30 % y a los 150 días, el 40% restante).

Lo importante para la dividida sociedad colombiana está en la reforma integral que debe ejecutar el sistema político colombiano desde el Ejecutivo, eliminando las brechas entre las sociedades urbanas con las rurales, participación activa en la política y apertura democrática ampliando los espacios de representación popular, también se acordó el cese al fuego y reincorporación a la vida civil de los alzados en armas, eliminación de los focos emanantes de la droga y transformación de cultivos rentables, se obliga el estado a crear el sistema integral de la verdad, para investigar y sancionar los graves actos de violaciones a los derechos humanos y la generación de un mecanismo de acompañamiento par que la comunidad internacional contribuya a garantizar la paz lograda.

Este acuerdo de paz significa que se allane cualquier entroncamiento con movimientos subversivos y el desliz de sectarios radicales en américa latina, el mismo que tendría como principal motor de crecimiento a la economía imperante en el orbe, además gana la democracia como ente social de desarrollo y los derechos constituidos como forma de vida en sociedad. Los conflictos sociales para los estados de américa latina son negativos, pero existiendo un sistema de pacificación con políticas sociales enmarcadas en la calidad de vida, creemos que no podrán replicarse aventuras nefastas como lo ocurrido en nuestra nación, donde las huestes maoístas y de extrema izquierda lograron consensuar al algún sector de la población y elucubrar un ideal pérfido y que pese a que éstas huestes fueron sofocados, aún el desequilibrio social continúa, porque en su oportunidad Antauro Humala quiso explotar la desazón social que a la postre terminó apuntalando a su hermano, quien al llegar al poder dio vuelco a sus discursos “anti” y se embalsamó con la oligarquía imperante.


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