Lectores peruanos: medio libro al año

ESTAMOS FRENTE AL TRIUNFO DE LOS PODERES FÁCTICOS


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Escribe: José Luis Ayala | Opinión - 23 Apr 2017


¿Qué clase de electores somos si la gran mayoría no lee? Con razón tenemos esa clase políticos, gobernantes y congresistas. Lo merecemos ¿no? Se dice: “dime lo que lees y te diré quién eres”. Pero si solo leemos la mitad de un libro al año, estamos condenados a ser una República de analfabetos.

La aseveración de que la mayoría de peruanos leemos menos de un libro al año no es una novedad. Viene a confirmar que el deficiente sistema de educación ha triunfado, ha logrado sus metas; que ha conseguido niños que no leen, jóvenes que no reflexionan, adultos que no leen y carecen de capacidad para exigir sus derechos ciudadanos. En otras palabras, economistas neoliberales como Jaime Saavedra, exministro de educación, deben estar contentos porque han logrado sus metas. Cuanto menos lean los ciudadanos, el Perú será una colonia manipulable.

Estamos frente al triunfo de poderes fácticos, directivas del Banco Mundial de Desarrollo, Fondo Monetario Internacional, UNESCO y la CONFIEP. Los especialistas en educación y cultura colonial, deben haber recibido felicitaciones por lograr una pésima calificación de lectura. Ellos preparan los planes y programas para conseguir que los niños no lean. Saben que un niño que lee, es un joven que piensa, y que un joven que lee y piensa es un adulto que reclama sus derechos ciudadanos. Un ciudadano que no lee es un elector ignorante y vota guiado por las encuestas que se compran.

Hay una decisión política de fabricar ciudadanos que no lean porque si lo hacen se convierten en una masa crítica, en un conglomerado cívico pensante que exige derechos. Resulta muy peligroso que la gran mayoría lea porque deviene en ciudadanos que no se pueden manipular fácilmente. Como el Estado ha renunciado a dirigir el sistema educativo y política cultural, los poderes fácticos, diarios basura, televisión cacósmica y la radio animalizan todos los días. La ausencia de crítica en los grandes diarios, impide que haya una pedagogía descolonizante. Mientras menos lean los niños, mejor; si la juventud desconoce sus derechos, es una manada de carneros fácil de manipular. Los ciudadanos que no leen no piensan, pero son útiles en las elecciones, porque se trata de analfabetos políticos, por más títulos académicos que tengan.

El sistema educativo es ajeno a la realidad nacional, no hay bibliotecas públicas, las ferias de libros son para editoras extranjeras. En el fondo se trata de un sistemático acatamiento a las decisiones de entidades económicas transnacionales que imponen condiciones económicas y culturales. Aseverar otras equivocadas apreciaciones, es caer en el juego para que nada cambie. Decir que el Plan lector es un programa que ha permitido educar a docentes y alumnos lean, es una falacia que solo ha beneficiado a algunas editoras y autores mediocres, con algunas excepciones. El Plan lector, entonces, es una estafa, un gran negociado y una falacia. ¿Hasta cuándo?

¿Cuántos libros puede comprar un docente de primaria, secundaria o universidad con sus miserables sueldos?, ¿cuántos tienen una biblioteca de por lo menos tres mil libros?, ¿cuántos profesores hablan más de tres idiomas? ¿Cuántos libros pueden publicar cada cierto tiempo? En fin, nada se puede exigir a maestros mal pagados. Si reclaman haberes justos cada cierto tiempo, la respuesta es inventar falacias como la meritocracia y escalas remunerativas a largo tiempo. Es decir, que los docentes deben ser pobres, incultos hasta que a los veinticinco años de servicios, tengan una remuneración siempre menos que todos trabajadores del Estado.

La evaluación a los maestros consiste en valorar, tasar y estimular; se realiza mediante pruebas escritas. ¿Quién las redacta?, ¿qué conceptos priman?, ¿los examinadores saben más que los examinados? A los maestros se les debe evaluar durante las clases que dictan. La prueba escrita no demuestra si tienen o no dominio, seguridad y cultura pedagógica. Si conoce o no ciencias sociales y la realidad cultural en que vive. Entre la prueba escrita y el dictado de clases hay una enorme distancia. Hay docentes que conocen mucho pero no saben enseñar, también quienes hacen lo que pueden y carecen de cultura pedagógica. Muchos son especialistas en pisicultura (poca cultura).

Los maestros peruanos deberían tomar la determinación de conformar una comisión para evaluar a la ministra de Educación, a fin de saber hasta dónde conoce cuatro aspectos fundamentales: ¿Cómo explica el pensamiento pedagógico que preconiza y desarrolla el Ministerio de Educación?, ¿Qué prototipo de ciudadanos se debe formar, para qué clase de sociedad?, ¿la educación peruana está comprendida en un proyecto nacional para un siglo? ¿Es necesaria una reforma educativa de acuerdo a la nueva realidad del Perú? Si la ministra evalúa a los docentes, ¿por qué no puede ser evaluada por los maestros y maestras peruanas cuando dicte una clase?

La ministra de Educación, Marilú Martens Cortés, por si acaso, es una calificada tecnócrata egresada de la Universidad de Harvard, especialista en Preparación de Tutores. ¿Qué será eso? Mayor razón entonces para asistir cuando dicte una clase tipo para aprender. Seguramente que no será como los anteriores ministros que nunca dictaron clases en una escuela rural, no sabían quechua, aymara, ninguna lengua de la Amazonía. Tampoco ejercieron la docencia primaria o secundaria, solo así se aprende a enseñar, la educación no es una abstracción, es una acción pedagógica concreta.

Así se explica que leamos menos de un libro al año. Aducir otras razones es mentir para que nada cambie. Lo ideal para el sistema neoliberal y educación colonial, es que no haya lectores. Menos escritores críticos que hayan ejercido la docencia, porque saben lo que afirman. ¿Qué harán ahora los ministros de educación y cultura? Nada. Deberían crear por lo menos una editorial para imprimir libros de docentes. Formar la Biblioteca Educativa Peruana, desarrollar una Política Cultural conjunta. Pero no harán nada, no les interesa. Como decía Antonio Cisneros: “Chamba es chamba y nada más”.

¿Qué clase de electores somos si la gran mayoría no lee? Con razón tenemos esa clase políticos, gobernantes y congresistas. Lo merecemos ¿no? Se dice: “dime lo que lees y te diré quién eres”. Pero si solo leemos la mitad de un libro al año, estamos condenados a ser una República de analfabetos. A no ser que ocurra una revolución educativa y la realidad cambie. Dialécticamente hablando, todo es posible.


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