El “indio”: entre la segregación histórica y sus posibilidades



Escribe: Prof. Gaspar Miranda Ramos | Política - 02 Aug 2009

La llegada de Colón al Abya Yala fue un accidente con el que se acuñó el término “indio”. Y es que éste viajero estaba convencido de que había arribado a las Indias Orientales. Europa, que era España patentó entonces esta palabra para identificarnos a todos los naturales de nuestro continente desconocido para ellos, para someternos y colonizarnos. Y hoy, nuestra sociedad sigue usando esta palabra de aberrante origen; unos para discriminar y otros para ser discriminados.

¡Cuántos otros vocablos han surgido a partir de la expresión “indio”! Dependiendo de las circunstancias históricas, sociales y culturales se han creado términos como “indígena”, “indiano”, indigenismo”, “indiada”, etc. Y quienes lo han usado con todo el rigor discriminador fueron los blancos. Desde tiempos coloniales y muy entrados los años de la república, la manera más perfecta para dirigirse a la gente nativa era con esas palabras ¡So indios de m… cholos! Así discurrieron tantos siglos azarosos para una nación que tuvo como único delito ser descendiente del Tawantinsuyo o de Abya Yala en general.

Los “indios” y el Estado Nación.

Bernardo Monteagudo, cercano colaborador y consejero de José de San Martín intentó tomar medidas radicales para destruir el irritante sentido que los españoles daban a la voz de “indios” y por ello, definieron que en adelante se les llamara “peruanos”. Sin embargo, todo ello quedó en el tintero de las castas sociales criollas que veían en esta disposición peligrar sus intereses, Y es que tenía que estar por delante garantizar la mano de obra y el tributo de esta clase social para que el ocioso Estado naciente continuara caminando. Darle al “indio” una condición de ciudadanía significaba desprenderse de sus privilegios y ello en el siglo XIX sencillamente lindaba con la utopía, con lo inimaginado.

¿Y quienes eran ciudadanos? ¿Quiénes formaban la nación? Esas eran las inquietantes preguntas que promovían debates entre los ideólogos de la época que, salvo excepciones, coincidían en calificar al “indio” como un ser desprovisto de capacidades humanas. Y como el inmenso territorio peruano estaba más poblado de indígenas, entonces el Perú era virtualmente una “república sin ciudadanos”; así de simple.

Algunos ejemplos nos pueden ilustrar sobre las tendencias sociológicas que dominaban el escenario intelectual de esos años, sobre todo entre la élite limeña. Un caso para meditar se da en el sermón del 28 de julio de 1846, por el 25 aniversario de la independencia, pronunciado por el sacerdote Bartolomé Herrera, uno de los más lúcidos ideólogos conservadores. Él sostenía que el país debería ser gobernado por los criollos, respetando su legado hispánico; creía firmemente en que esta clase social asumía el turno para dar leyes y optar por el derecho a elegir y ser elegidos. En dicho sermón manifestaba que el sufragio selectivo debía apartar a los indios del voto, puesto que su incapacidad natural los hacía inelegibles para ciudadanos. Ese pensamiento se mantuvo por décadas en la capital y legitimaba a los gamonales de la sierra para seguir operando con sus propias reglas sociales sobre la clase indígena.

No menos diferente fueron otras posturas expuestas y sostenidas por otros intelectuales de inicios del siglo XX. Sebastián Lorente, un español afincado en el Perú, educador y autor de la primera Historia del Perú, llegó a sostener que los Inkas eran una raza distinta de los indios. Y como se extinguieron, les sobrevivieron los indios, claramente inferiores. Francisco García Calderón, ideólogo de la República Aristocrática, retomó con entusiasmo éstas retrógradas versiones y consideraba a los indios como una raza inferior y de gran pobreza intelectual. Incluso ensayó la tesis de que los inkas provenían de las riberas del Titikaka, que se habían impuesto sobre los indios naturales del extenso Tawantinsuyo. Otro pensador que alimentaba el sentido común racista antiindígena fue Alejandro O. Deustua. Para él, el indio era racialmente inferior, y era perder tiempo y dinero intentar redimirlo a través de la educación o cualquier otro programa social que olvidara que el fundamento de su condición deprimida eran las leyes de la naturaleza, según las cuales la raza indígena había llegado a su decadencia definitiva. Ante algunos intentos de redimir y emancipar al indio; y de otorgarle los mismos derechos que poseía la élite, él sofocaba con el filo de su verbo enfermizamente racista, aduciendo que el indio es solamente una máquina, un instrumento en las manos de su amo; y que no tiene ningún sentido construir una nación sobre ellos.

Sin embargo, no todos pensaron así; pues hubieron lúcidos y liberales pensadores que, desde su tribuna irreverente y progresista sostuvieron que el indio sí debería ser considerado dentro del proyecto nacional, con derechos y deberes iguales. Manuel Gonzáles Prada fue un conspicuo defensor de esta tesis. ¿Cómo se puede construir la nación cuando se ignora a sus inmensas mayorías? Hizo una seria advertencia que en nuestros tiempos se hace aún más vigente: “La condición del indígena puede mejorar de dos maneras; o el corazón de los opresores se conduele al extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o el ánimo de los oprimidos adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores”. Por su parte, Manuel V. Villarán comprendía que una de las formas de redimir a la clase indígena era a través del acceso a la educación. Téngase en cuenta que hasta muy entrados los años de la segunda mitad del siglo XX, la educación y la cultura seguía siendo un privilegio de castas. José Carlos Mariátegui recusó además a cuanto conservador existiese en su época; argumentaba que el problema del indio era eminentemente socioeconómico. En fin, la lucha por asignarle al “indio” sus derechos como persona y ciudadano fue larga, y continúa hasta hoy.

Vetos sociales y posibilidades

Hacia los años 1940-50, millones de habitantes rurales indígenas del interior del país, ya sabían que eran una clase excluida y sin bienes materiales. Ataviados sólo de sus manos trabajadoras y empujadas por el hambre, emprendieron el éxodo hacia Lima, en búsqueda de un destino negado por los gobernantes. Este era el intento más grande del hombre andino para demostrar al “Perú oficial” que ellos existen, que merecen ser reconocidos, que pueden y deben educarse; en síntesis, que son gente del Perú exigiendo igualdad de oportunidades. Pero no faltaron mentes mediocres que deseaban a toda costa cerrarles el paso y se lamentaban porque los indios serranos estaban invadiendo Lima. Por ejemplo, en 1946 el senador Manuel Faura presentó un proyecto de ley para prohibir el ingreso de los provincianos serranos a Lima. O como el diputado Salomón Sánchez Burga formuló un pedido para crear un pasaporte de ingreso como obligación de los provincianos que quisiesen entrar a la capital. Habrá que imaginarse: eso ocurría apenas hace 60 años atrás, como una vergüenza nacional y como demostración de que el Perú estaba totalmente fragmentado.

Otro detalle pernicioso que surgió y sigue vigente es el hecho de que los intelectuales limeños y sus círculos sociales reconocen y valoran la grandeza legendaria de los inkas, pero desprecian y odian a sus herederos. Es común observar cuánta admiración les causa Machupicchu o Sillustani, y cuánta aversión el habitante indígena. Esas condiciones persisten, aunque con cierta hipocresía social. Indio no, Inka sí; esa es la fórmula. Lo propio ocurre con las manifestaciones culturales del hombre indígena, y sólo se valora su comida, sus danzas, sus costumbres; pero ahí nomás. La sierra y sus chozas sólo sirven para el turismo de aventura.

A partir de este resumen hecho, se puede advertir que en el Perú existe un grupo humano muy denso, víctima de la segregación étnica, que padece los rigores del racismo y que su sobrenombre de “indio” sólo existe con afecto para el exotismo de algún pintor o literato. Su exclusión es histórica; pero ¿está bien hablar de su inclusión? De ser cierto eso, entonces se demuestra que en el Perú “a los indios no se les considera como parte del país formal”. Y que habría que considerarlos; esa es la tesis de moda.

Y por cierto, si hasta ahora el término “indio” ha servido a las clases dominantes sólo para aniquilarnos moral, social, económica y políticamente; ¿por qué continuar usándolo y legitimarlo como un arma que se usa para destruirnos? Es cierto que su uso está universalizado; pero en tiempos en que la visión e interpretación de nuestro mundo andino ha cambiado y que la unilateral perspectiva con la que nos miraban los capitalinos se viene derrumbando como producto de la educación y culturización de nuestros pueblos originarios al cual pertenecemos, amerita retomar con la fuerza de nuestra identidad milenaria nuestros nombres propios. Por ello, es preferible mil veces que nos identifiquemos como “Kheswas”, “Aymaras”, “Waris”, “Awarunas” o “Qollas”. Eso somos, a esas naciones originarias pertenecemos y no a la “república de indios” fabricado por las élites criollas. Y por extensión, somos “Inkas”, “Tawantinsuyus” o “Abya Yalas”.

Y los descendientes de estas naciones, ahora más que nunca tenemos la misión de recuperar el tiempo perdido por centurias; pues nadie va ha reivindicarnos, tampoco nos van ha ceder espacios. La conquista de un nuevo país donde finalmente se instaure la equidad y la justicia se acerca cada vez más. Felizmente, en estos últimos años vienen surgiendo numerosos líderes del corazón mismo de la tierra que asumen roles dirigenciales, administrativos, ejecutivos y como autoridades elegidas por el pueblo. Sin duda, la educación junto a la masificación de escuelas en las zonas más alejadas viene jugando un papel fundamental, pues el sólo hecho de que podamos acceder al conocimiento, nos permite ubicarnos mejor en el tiempo y espacio; analizando, interpretando y emitiendo juicios de valor sobre nuestra realidad. ¿Será por ello que las clases dominantes y el Estado nunca vieron con buenos ojos la educación en nuestros pueblos?

Cada vez se hace más evidente la presencia de modelos a seguir. Una apertura al hombre y la mujer andina no como producto de la benevolencia de las clases políticas gobernantes, sino como conquista de pueblos enteros. Bolivia nos ha adelantado en elegir a un campesino como su presidente; en el Perú también se van dando gradualmente estas condiciones: el levantamiento de Andahuaylas no fue casual y la sierra del Perú nunca reprochó este acto; luego, la elección de, por ejemplo, Paulina Arpasi, María Sumire o Hilaria Supa al Congreso de la República son señales de que estamos avanzando. La última gesta de Alberto Pizango ya de por sí marca un antes y un después entre los estilos arbitrarios de gobernar desde Lima y es una clara advertencia de que los pueblos originarios del país sí cuentan. Las intenciones presidencialistas de Ollanta Humala y otros similares abonan la idea de que el escenario electoral a mediano plazo será protagonizado por algún hijo del pueblo del color de la tierra, aunque ello signifique encontrarnos en el camino con errores y desaciertos. Téngase en cuenta que las clases dominantes, con toda la educación privilegiada del que gozaron, cometieron yerros descomunales.

¿Otro Perú es posible? ¿Generar un nuevo orden y nueva estructura socioeconómica es viable? Los políticos de la derecha conservadora calificarán siempre a quienes pensamos así como los antisistemas, conspiradores, subversivos, contestatarios, etc. No importa, lo que vale es que la semilla está sembrada y crece; y más temprano que tarde gobernará al Perú un Quispe, un Ticona o un Mamani. De prepararse políticamente el pueblo tan pronto sea posible, antes de recordar los doscientos años de independencia en el 2021, esto puede suceder.



4 comentarios

  • Yawar Tumpa Monday 03 de August del 2009 a las 14:49

    Ciertamente los tiempos y los hechos nos están convenciendo de que las etiquetas coloniales y republicanos, ya no alcanzan para el presente y que son muy insuficientes algunos conceptos impuestos, desde el pensar europeo, y desde el copiar de las "élites" latinoamericanas. Es hora de crear, recrear y asumir las verdaderas identidades. En los umbrales del Pachakuti es hora de mirar con una mirada "indoamericanista","abyayalence" o Tawantinsuyano. Jallalla desde el Qullasuyu.

  • Jose Maria Monday 03 de August del 2009 a las 00:24

    Excelente, muy profesional con mucho trabajo intelectual y de la actualidad politica del Peru. Confio plenamente que el Peru, se va dar cuenta, el Sur, la Selva, el Centro estan despertando, falta despertar al Norte, y Lima, donde hay muchos provincianos que votan con la minoria pituca de Lima. Los que se creen distintos, es tiempo de que tomen conciencia que un gobierno como Garcia, Fujimori, Lourdes, solamente le interesa robar al pueblo y regalar nuestras tierras, riquezas a los extranjeros. Cuando estemos cerca de las elecciones, se acuerdan del pueblo, como Fujimori, que empieza el vaso de leche, un miseria comparado a lo que roban a cuentas extranjeras, cerca al 2012 vamos a ver otros programitas de ayuda. No se dejen enganar, despierta Peru. Despierten hermanos, hermanas. Que el pueblo tiene que governar.

  • Ursula Lemus Sunday 02 de August del 2009 a las 19:47

    Felicitaciones por gran aporte sto nos hace ver que en el Perú la historio existio la esclavitud y el problema del Indio por una opresion
    de ser inferior que el blanco o criollo y es una lastima que recien 49 años fue casia ceptada y hasta ahora se preiva de recurdos por ser del ande.
    cuando debe ser lo contario el andino si es peruano porque tiene identidad.
    Legua .-aymara,quechaymas de 100 dialectos
    Religión.-Fe a la madre tierra .respeto y valors morales sanos.
    Costumbres.-Originales y nativas de acuerdo a la geografia y clima.
    Música- Inspiracion folcorica
    Danza.-Autoctona.
    Economia.- independiente y libre de recursos naturales.
    Politica.- sociodemocrática ejemplar. sin visios ni injusticia.
    Educacion.- experiencia para la vida.
    salud.- medicina natural
    profesion ,- filantropos y sabios que sirvieron de bace para la ciencia.
    Unidad monetaria . trueque.
    y mucho mas.y sirvio para llenar los libros. sin andino peruanos no habria peru no habria identidad. y no aumenten las poses como el pisco Peruano o la musica criolla .
    la musica del peru es el huayno. el resto es solo copia de España y Europa vino pegado al sonido de sus intrumetos y lo plagiaron mejor.
    el complejo de peruanos complejados que no yiene identidad en el extranjero dicen que son de Lima y son de la rica viki. estos son de la Tribu de Lima quienes son los criollos desendientes sin identidad. y se creen superiores porque no tuvieron la suerte de ver ancel el sol del Ande o contemplar la naturaleza prodigiosa que les dio y da comer. y piensan que las papas se fabrican y gracias a la educacion que recibe el andino en 1/2 siglo superar y llegara al poder y lima quedara chico sera solo un lunar como joya por ser la capital.
    El criollo carece de identidad es chusco i consumidor alienante ni siquiera tiene una lengua formal esta llena de brabarismos y modismos .no tiene identidad solo se quedo lo que dejo españa y adula ala moda y debe agradecer al porvinciano que le da de comer.
    luchemos por un andino al poder.
    Gracias.

  • antonela Sunday 02 de August del 2009 a las 15:22

    desde argentina exelente el informe!


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