Los Andes

¿Dónde está el alcalde? Me pregunto y no lo veo por ningún lado, pregunto en la calle y nadie sabe por dónde anda. Y no es que sea un hombre invisible o algo por el estilo, lo que sucede es que como estuvimos distraídos con las protestas de los aymaras y el cambio de mando presidencial, el burgomaestre de la ciudad de Puno la pasó de lo lindo sin dar rastros serios de su trabajo.

Al inicio de este artículo quise hacer una carta abierta para pedir respuestas puntuales sobre temas inquietantes, pero resulta que es un largo rosario de angustias que como cualquier puneño, quiere realidades y no discursos mediáticos ni disculpas contritas.

No es mi intención destruir la labor del alcalde, pero resulta que Puno vive en una somnolencia que solo despierta cuando las bandas musicales suenan y todos quieren bailar. Pero discernir sobre nuestra realidad a nadie le importa. Entonces voy a tratar de protestar a mi manera porque la ciudad merece calidad de gestión y veo que no pasa nada. Y no es que yo sea un enemigo político, o tenga algún interés rastrero para ganarme alguito como usualmente lo hacen los mercenarios de la noticia, eso no, esos no son mis móviles, mi motivo es la ciudad y seguirá siendo Puno, sea quien fuere el mandamás de turno.

No tengo apetitos personales y lo que escribo es por el bien común y creo que hay que hablar claro y no aceptar mediocridades ni disculpas, porque las autoridades no están para ello y nosotros como ciudadanos que los hemos elegido, tenemos el derecho a exigir eficiencia porque está en juego el futuro de nuestras generaciones.

Para valorar lo que hace el señor Butrón Castillo, he dado vueltas y vueltas por la ciudad y lo único que he encontrado es su envidiable pasión por el cemento, reconozco que la periferia estuvo abandonada por mucho tiempo y los pobladores de esos sectores son los que lo reeligieron para satisfacer sus intereses. Supongo que de candidato vendió su palabra y está pagando los votos que lo llevaron al poder. Hasta cierto punto,eso me parece válido; pero ¿y de ahí qué? ¿existe alguna obra que sea para todos los puneños? ¿o es que solo hay privilegiados y los demás somos convidados de piedra? Me refiero a obras para todos los puneños. No solo para los bastiones electoralesdel alcalde y sus clientes políticos.Hablo de obras para la sociedad puneña en su conjunto.

Yo que he nacido en el centro de la ciudad (y eso no es un pecado) y toda mi vida he deambulado como cualquier peatón por la ciudad, me pregunto, ¿he recibido algo de esta gestión? Nada, ni siquiera un simple parchado del parque Pino que alivie la huachafería del centro donde convergen todas las raleas. Nada, absolutamente nada. No es que esté llorando por la teta que me corresponde, lo que sucede es que la ciudad es de todos, y urbanísticamente es como una casa grande donde se debe solucionar los problemas generales para que la familia viva en confort. Pero aquí no pasa nada, no se oye padre o no se sabe qué hacer, esto solo demuestra incapacidad y un vacío mental.

Para hacerme entender voy a describir un botón para demostrar la confusión en qué vivimos. La mal llamada Plaza de Armas (su verdadero nombre debe ser plaza Mayor, por señorío e historia y no un membrete de retórica militarista de guerras perdidas). El corazón de Puno es un canchón que sirve para todo, desde anfiteatro para mítines políticos, escenario para paradas folclóricas, campamento aymara, set televisivo, pista atlética, hueveadero público, o mejor dicho la plaza de Armas, es una cancha de multiusos, donde se hace de todo, desde saludos a la bandera, ollas comunes, festivales gastronómicos, mercadillos improvisados, misas al aire libre, ferias populares y todas las necesidades públicas que auno se le ocurra. ¿Por qué sucede esto?, sencillamente porque no hay orden ni don de mando. En este espacio que debería ser casi sagrado, se permite de todo y es un circo huachafo, al mejor estilo de un pueblito olvidado y sin alcalde.

Hasta cuándo vamos a seguir viviendo así. Como ornamento urbano, la Plaza de Armas es horrible, si uno ve una foto de inicios del siglo pasado, observa que era una plaza Mayor con su exquisita pileta de diseño sobrio y elegante que hacía juego con la catedral que es una joya de la arquitectura colonial, y no como está ahora, con esas rejas ridículas, piso deslucido y árboles impunemente atrofiados, entonces ¿qué nos ha pasado?,¿por qué ahora somos unos malas trazas?, la respuesta inevitable es que la cabeza no piensa y es un huachafo encumbrado sin asesores que lo hagan reaccionar. Que conste que no le estoy faltando el respeto a alguien, solo describo la alucinante realidad de la huachafería puneña.

Supongo que por eso estamos perdidos y vivimos en una ciudad a medio hacer, como decía mi abuela, hecho a la diabla o a lo que salga. El alcalde no tiene idea de lo que significa modernidad, pese a que viaja constantemente a la capital y ni siquiera copia algo, porque algo bueno debe tener esa ciudad con cielo de panza de burro. Para justificar su trabajo monocorde, el burgomaestre siembra cemento por todos lados como si el concreto fuera el único recurso para hacer feliz a las personas.

¿Qué se ha hecho de envergadura en los últimos tiempos para mostrarnos como cultura en progreso?, nada. ¿Existe una obra emblemática?, no. Esa es la triste realidad de este Punito manoseado a la mala, malquerido y ridiculizado.

Si uno analiza más profundamente elpor qué de nuestro atraso, por ahí encontraremosel reino de la mezquindad y el culto al ego de los alcaldes de turno, y el actual peca por lo mismo; por soberbia personal no continúa con aciertos de gestiones pasadas. Nuestro orgullo mundial; el sagrado lago de los incas, sigue siendo una letrina apestosa y descuidada, el señor Butrón Castillo no ha puesto un dedo en él, por el contrario, dejó de lado toda una gestión de tratamiento de aguas servidas con un financiamiento internacional para imponer su proyecto inviable de llevar los desechos de Puno a la parte alta de la ciudad. ¿Por qué?, simplemente porque no quería seguir los pasos de su antecesor, como si la ciudad fuera su casa y su bronca personal, con el anterior alcalde, la deberíamos asumir todos los puneños, como si no tuviéramos discernimiento ni cerebro.

Por esa misma mezquindad personal, de todas las piletas ornamentales que se hicieron en innumerables gestiones pasadas, sólo la que hizo este alcalde funciona y echa agua, las demás obras donde se invirtieron millones, que se jodan porque no tienen una placa con el nombre del señor Butrón Castillo.

Me pregunto si no nos damos cuenta de lo que sucede o es que nos hemos acostumbrado a la mediocridad y ya nada nos afecta. No lo sé, pero creo que no es justo y no debemos ser tolerantes al respecto. Puno tiene historia, una cultura envidiable y una geografía bendita, ¿eso no es suficiente para poner en remojo el cerebro seco? por favor, ¡claro que sí! el señor alcalde debe asesorase mejor si es que no tiene la sensibilidad suficiente para emprender retos encomiables. Somos un destino turístico por el Titikaka, pero la ciudad es horrible, sin áreas libres donde podamos recibir a los turistas. El único jirón que es peatonal ya colapsó y muchas de las arterias adyacentes deberían tener el mismo tratamiento para descongestionar y ampliar la oferta de servicios al turismo y no seguir privilegiando a unos cuantos mercaderes del pasaje Lima. Ni que decir del pobre parque Pino, joya de la arquitectura Republicana que por ignorancia está abandonada hasta el colmo de que le hayan robado el busto de un héroe. Yo no estoy de acuerdo con los homenajes militares porque detrás de eso hay muertos y eso me causa repulsión, pero no puedo dejar de reconocer que ese parque es de gran factura y es parte de la historia de Puno en homenaje a sus hijos caídos en la Guerra del Pacífico, y que solo falta restaurarlo con sus conceptos iniciales cuando fue concebido a inicios de los novecientos, ahí hay bronce con la técnica de cera perdida, mármol de Carrara, fierroforjado y piedra tallada, elementos nobles y dignos de una ciudad con historia y cultura. Se imagina tolerante lector, si comparamos la catedral y el Parque Pino de épocas pasadas, ante el vulgar y simple cemento sembrado por doquier, vemos una simple realidad, no somos nada ante la historia, somos incapaces de teorizar sobre el puneñismo e inútiles para concretar, en obras arquitectónicas, la esencia de nuestra cultura.

A veces uno se queda perplejo de ver lo mismo en tanto tiempo, mientras en todo el Perú se emprenden retos para aprovechar los años de bonanza, los puneños tercamente no nos cambiamos de chompa, seguimos bailando como malditos ocultando nuestra frustración que ya es una vergüenza.En este territorio de sordos con fiestas chicha e improvisados por doquier, nos gusta que nos maltraten, tenemos miedo a la modernidad, por complejos sicológicos o sabe Dios por qué taras, nos contentamos con poco y nos dejamos seducir por un poco de cemento. Los cien años de soledad que con exacta puntería García Márquez dio en el blanco para describir el olvido, nos queda chico, en nuestro caso nos hemos olvidado qué somos y qué queremos y no sería nada raro que seamos una ciudad de zombis con un alcalde perdido en el cementerio.