¿Diferencia política o polarización política en el proceso político regional?



Escribe: Luis F. Vilcatoma Salas | Política - 26 Oct 2014


En las últimas semanas se viene hablando con cierta insistencia y preocupación sobre la posibilidad de una polarización política entre los candidatos Luque y Aduviri al Gobierno Regional, en esta segunda vuelta electoral. La pregunta que inmediatamente surge de esta preocupación, es, entonces, ¿sería buena o mala la referida polarización, en caso de darse? y ¿por qué sería buena o mala?

Para empezar hay que distinguir la polarización política de la diferencia política; aunque la primera supone la segunda. Toda polarización política implica una diferencia política, pero toda diferencia política no es necesariamente una polarización política. En todo proceso electoral, especialmente cuando debido a la fragmentación social y política se organizan y acuden a la lid electoral una multiplicidad de movimientos y partidos políticos, lo primero que asoma en el escenario público es la diferencia entre las entidades políticas en competencia; diferencia en distintos aspectos formales y sustantivos, aunque principalmente formales especialmente para captar y cautivar las preferencias de los votantes. Desde el punto de vista formal destaca, por ejemplo, el estilo de comunicación de los candidatos, las ideas fuerza explicitadas, los símbolos, los colores, la presentación personal del candidato, los “obsequios”, etc. etc., y desde el punto de vista sustancial, algunos componentes de las ofertas electorales y los ángulos de la problemática regional y local que los candidatos buscan maximizar. Sin embargo esta diversificada diferencia política entre los candidatos no es estratégica, raigal, sistémica ni estructural, por lo que la diferencia se queda solamente en diferencia política sin profundizar en las honduras del tejido social implícitas en la polarización política. La diferencia, en otras palabras, es epidérmica y superficial y, hasta podríamos decir, anecdótica, periférica y plana, y lo que es más, no educa en una política integral y de ciudadanía social; no contribuye a la formación de sujetos de la política trascendentes, autónomos y crítico-propositivos. La diferencia política por ello se acomoda mucho mejor a la racionalidad individualista y de mercado, construida por el neoliberalismo babeado ideológicamente en todos los intersticios del cuerpo social nacional y regional, porque no pone en entredicho, “lo que está más allá de lo que se ve”, es decir “la forma de organizar el mundo y la vida que hace de la competencia la norma universal de los comportamientos” como dicen Christian Laval y Pierre Dardot en su libro la Nueva Razón del Mundo.

La polarización política, en cambio, es raigal porque asume los factores claves, estratégicos y más profundos de la realidad desde cosmovisiones y perspectivas ideológicas, políticas y culturales polares y enfrentadas. Constituye, en ese sentido, un proceso político que apunta a la alteración de las condiciones estructurales del sistema que son, en esencia, las condiciones de vida de la gente y las utopías en relación a las cuales se construyen, en el sistema o sobre el sistema, las estrategias operativas, políticas y programáticas. En un marco de polarización política nacional o regional los candidatos en pugna o, más completamente, las colectividades políticas en pugna trasuntan su ideario político doctrinal y técnico, con claridad, concreticidad, autenticidad y credibilidad, ya sea de derecha o de izquierda, para convencer a los electores en un sentido de ejecutoria y no de demagogia como en la etapa de diferencia política.

Indudablemente que la polarización política, de este modo configurada, responde a determinadas coyunturas sociales y políticas donde la dinámica social va gestando y perfilando, generalmente en tiempos largos, las tendencias sociales que, en algún momento de la historia, reclaman derecho a piso en el escenario político bajo la forma de una polarización política. nada de lo cual, empero, será factible sin la mediación activa, el liderazgo y la voluntad política de una intelectualidad orgánica encarnada en personajes de carne y hueso y en colectividades políticas. La polarización política bajo estos requisitos es buena porque obliga a la manifestación de lo que generalmente es ocultado por la ideología; porque la discusión es real y efectivamente programática; y porque es el momento crucial en la formación de una ciudadanía social y no simplemente del voto; una ciudadanía informada, autónoma y crítica en sus decisiones electorales y políticas.

¿La polarización política, en estas condiciones, podría ser fruto solamente de los liderazgos o caudillos políticos? o, en otros términos ¿ Luque y Aduviri podrían, por sí mismos, gestar un proceso de polarización política en la región altiplánica? Indudablemente que no. La polarización política es resultado primero, como ya se dijo, de tendencias engendradas en el cuerpo social y, segundo, de un cuerpo político analítico y visionario. En este segundo caso actúan una diversidad de llamados intelectuales orgánicos hacia determinadas clases y categorías sociales, teóricos y técnicos capaces de fundamentar una ideología, un programa político, una estrategia de poder y una simbología para la captación y movilización social. El líder o personaje principal, carismático y mejor marqueteado, es incapaz de racionalizar y manejar el conjunto de componentes programáticos visionarios, por lo menos en todos sus detalles por la dimensión, densidad y complejidad de los temas . Pero lo que sí está obligado a dominar en el discurso político es la hoja de ruta de la propuesta, el esquema fundamental y las variables centrales del ideario político. Los demás aspectos de la propuesta global quedan en manos de los técnicos y de la burocracia política que forma parte del colectivo político.

Los días siguientes, en consecuencia, serán claves para determinar si el proceso político aperturado con la segunda vuelta electoral se configura como un simple proceso de diferencia política o como un proceso de polarización política. Si se pasma en un proceso de diferencia política no habremos ganado mucho y lo que venga hacia adelante será simplemente un “más de lo mismo”, una prolongación del pasado en el futuro y la reiteración de sinsabores, desilusiones y fracasos de los que nunca terminamos de lamentarnos; y si, por fortuna, se abre la posibilidad de una polarización política, los puneños y puneñistas tendremos la ocasión de debatir, analizar y decidir alrededor de factores vitales para la integración e inclusión social y el desarrollo de Puno. ¿Estarán Luque y Aduviri a la altura de estas exigencias históricas en la vida de la sociedad regional? Esperemos que sí. En lo personal mi voto es porque así sea.


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