Cayó la “Ley Pulpín”: la juventud es la reserva moral del Perú


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Escribe: Feliciano Padilla | Política - 01 Feb 2015


Después de cinco grandes movilizaciones protagonizadas por la juventud peruana, a lo largo y ancho del país, finalmente la ley “Pulpín” (Ley 30288 aprobada por el Congreso de la República en diciembre del año pasado) fue derogada por el mismo organismo del Estado que la creó. Eran las 15.40 del día 26 de enero, cuando los jóvenes que se encontraban concentrados en la Plaza San Martín y preparándose para otra jornada de mayores proporciones, escucharon la noticia que coronaba sus batallas con victoria contundente. Esta triunfante juventud celebró merecidamente el reporte televisado, entre cantos y danzas de triunfo, acompañados por sicuris y pututus atronadores. Las organizaciones sindicales, los sectores populares, intelectuales y pueblo en general, no podían más que alegrarse y nutrirse de este acontecimiento como alimento espiritual y como lección de unidad y decisión indeclinable.

El gobierno de Ollanta Humala y los otros partidos políticos que operan desde el poder legislativo: el Apra, el fujimontesinismo y Perú Posible, en cumplimiento de las exigencias de los grandes empresarios organizados en la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP), la Asociación de Exportadores (ÁDEX) y la Cámara de Comercio, crearon la “Ley Pulpín”, supuestamente para favorecer el ingreso al campo laboral de jóvenes entre 18 y 24 años, pero con derechos totalmente recortados, tales como el pago de la Compensación por Tiempo de Servicios, gratificaciones y un mes de vacaciones por año. No se necesitaba tener más de dos dedos de frente para comprender que lo que se buscaba era recortar sustancialmente los costos de contratación de personal y, por tanto, subir los beneficios de las empresas. Beatriz Jiménez, en La República, hizo un análisis muy didáctico al respecto: “Un joven contratado con sueldo mínimo, bajo la nueva ley, ahorra al empleador S/2,250.00 al año que, multiplicado por los 3 años que fija la norma como plazo máximo de contratación, suma S/6,750.00 soles por joven. Como las empresas pueden tener bajo esta modalidad –según la ley Pulpín – a un 25% de su planilla, el beneficio que supone para empresarios del sector comercio, servicios y manufactura, es evidente”.

El peligro inminente era que los jóvenes, entre 18 y 24 años, no solamente accedieran al trabajo en condiciones infrahumanas, sino que corrían el riesgo de no conseguir trabajo después de los 24 años, pues las empresas estarían esperando a otro contingente de jóvenes que suplan a los que habrían cumplido la edad máxima. Esto era de esperar porque lo que quiere la empresa es reducir costos y subir los beneficios (ganancias). La juventud, en una reacción rápida, comprendió y asimiló correctamente el espíritu de esta ley nefasta y programó cinco movilizaciones para lograr la derogatoria de la ley 30288 de empleo juvenil. La primera fue el 19 de diciembre de 2014, la segunda el 23 y el tercero el 29 del mismo mes y año. La cuarta fue el 15 de enero y, la quinta, el 26 de enero de 2015. Las movilizaciones fueron rotundas y una demostración innegable de convicción y fe en sus propias fuerzas. A pesar de la acción provocadora de la juventud aprista y del servicio de inteligencia que hacían lo imposible para darle tinte terrorista a las movilizaciones, la juventud peruana y, particularmente, los estudiantes universitarios, lograron su objetivo: la derogatoria de la “Ley Pulpín”. Que costó vidas; que costó detenciones, torturas físicas y sicológicas; que los amedrentaron con bombas, palos y balas. ¡Sí! Todo es cierto. Pero, valió la pena sacrificarse por la defensa de sus derechos y la justicia social.

En una situación de crisis de valores donde campea la corrupción, la impunidad y el latrocinio, acciones como las protagonizadas por la juventud nos dan esperanza de que el Perú puede cambiar. La corrupción, en las proporciones monstruosas que conocemos, se encuentra enraizada en nuestra sociedad, desde la época ominosa de Alberto Fujimori, y ha sido una constante fatal durante los gobiernos de Alan García y Alejandro Toledo. Ahora, desgraciadamente, corroe toda la piel social del Perú, con graves repercusiones para el futuro del país, si el pueblo sigue dejando de lado las exigencias de las nuevas generaciones.

La impunidad, por su parte, es tan evidente que no lo pueden negar ni los propios ladrones y genocidas. Recuérdese que hasta ahora no han sido juzgados muchos delincuentes del jufimontesinismo, principalmente los familiares y amigos íntimos de ese par de bribones. Da risa cuando Keiko Fujimori y la derecha peruana hablan solo de montesinismo y no de fujimontesinismo, cuando se refieren a los protagonistas de esa época siniestra. De la misma manera, siguen sin ser juzgados o han sido absueltos los delincuentes vinculados a los casos “FORSUR”, “BTR”, Cofopri, “Colegios emblemáticos” “Petroaudios”, “Comunicore”, Ecoteva, etcétera, etcétera.

¡Quiénes se rebelaron y cuáles son sus posibilidades políticas? Empecemos analizando la población por grandes grupos de edad. Según el INEI: “Perfil sociodemográfico del Perú. Julio 2008”, la estructura etaria se configura del siguiente modo: Los peruanos de 0 a 19 años constituyen el 40.5% de la población; los de 20 a 29 años, el 17.6%; los de 30 a 59 años, el 32.8%, y de 60 a más, el 9.1%. Esto quiere decir que la población hasta los 29 años alcanza el 58.1% de la población peruana. Y, de 0 a 40 años, calculamos que llega al 76.5%. ¿Qué conclusiones podemos deducir de estos datos estadísticos? La primera: que la población peruana es relativamente joven. Segunda: que los peruanos cuyos derechos se quiso atentar alcanza al 58.1% de la población. Ellos son los que nos dieron una lección de honor, unidad y decisión de combate. Cuando la juventud dice no, es no. Ha sido la lucha de una generación de peruanos, donde los jóvenes, en general y; los estudiantes universitarios, en particular, combatieron sin tregua ni cuartel. No cabe ninguna duda: Son la reserva moral del Perú. Cuando ellos se unan y quieran podrán elegir al presidente de la República que convenga a los intereses supremos de la nación.

Esta verdad la han sopesado ya los partidos políticos, principalmente el Fujimorismo, el Apra, el Partido Nacionalista, Perú Posible y las otras agrupaciones políticas menores. Olvidan que ellos fueron los que aprobaron la “ley Pulpín”. Y si se retractaron y la derogaron fue por presión de las luchas de la juventud. Sin embargo, sin sangre en la cara, pretendían hacer creer al pueblo que estos representantes de la CONFIEP y de la derecha peruana estaban luchando dentro del Congreso y fuera de él, por los intereses de la juventud. Alan García, ¡cuándo no!, hizo escuchar su demagogia apoyando a los jóvenes en su lucha por la justicia. Se escucharon las palabras de Keiko Fujimori exigiendo la derogatoria de la “Ley Pulpín”. Nos toma por estúpidos al creer que nos hemos olvidado que la liberalización de la economía y la ley del trabajo con recortes de los derechos laborales viene dándose desde hace más de 20 años; vale decir, del gobierno de su padre, cuando ella era “Primera Dama”. A todas luces, Alan, Keiko y Toledo lo que hicieron fue exhibir un oportunismo vergonzoso. Pretendían desconocer la “criatura” que ellos mismos engendraron en contra de los trabajadores. Menos mal que la propia juventud, durante sus movilizaciones, los denunció de querer aprovechar esta gran batalla con fines electorales.

Ahora, toca a los trabajadores y al pueblo en general, luchar por una ley de régimen laboral juvenil más justa y por una ley del trabajo que reponga los derechos conculcados durante las últimas décadas. No puedo concluir este artículo sin afirmar que la juventud no es el futuro, sino el presente de la sociedad peruana. Así debemos considerarla. Seguir proclamando que la juventud es el futuro significa, en el fondo, vulnerar sus derechos inalienables.


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