La crisis política en el Perú: Una perspectiva sobre un tema de nunca acabar


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Escribe: Ubaldo Tejada Guerrero | Política - 17 Jan 2016


Mientras el Ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, es catalogado como el “Ministro de Finanzas para las Américas 2016”, según los monitores de las potestades de este siglo (OMC, OCDE, BM y FMI) por la “seriedad y consistencia de las políticas económicas y fiscales”, y muy especialmente por implantar la reforma educativa (inicialmente a universidades), la reforma del servicio civil (privatización a través de la meritocracia) y por la “estrategia nacional de inclusión financiera” al modelo neoliberal mundial; los peruanos comienzan a sufrir los efectos del enfriamiento económico mundial global, con la caída de la bolsa China y su efecto mundial en la macroeconomía peruana (alza del precio del dólar, inflación de 4.4%, mayor costo de la canasta básica familiar, sueldo mínimo por debajo de todos los países de sudamérica: $220 dólares).

La inscripción de listas parlamentarias cierran el curso electoral con 19 candidatos a la Presidencia del Perú (la inscripción de Gregorio Santos Guerrero fue objetada por no haber renunciado al MAS antes de ser candidato por el partido Democracia Directa).

Lo mismo tenemos 2 mil 600 candidatos al Congreso, por lo que solo han hecho ratificar la crisis política que abre el gran debate de ir diseñando la salida de un nuevo curso, que es necesario ir desarrollando conforme se vayan agudizando las contradicciones del proceso electoral 2016, donde hasta el padre del Presidente Ollanta Humala es candidato (va como vicepresidente).

¿CÓMO SE MANIFIESTA LA CRISIS POLÍTICA?

En primer lugar, hay crisis del modelo neoliberal, al imponer alcances casi infinitos de los efectos que trae la aplicación pragmática de la política, que ha cambiado el sentido del servicio social de hacer política, para mover todo el escenario: sujeto (de liderazgo a caudillos), objeto (organizaciones políticas a “clubes políticos”) y la tabla de valores (de la ética-política al “transfuguismo”).

En segundo lugar, hay crisis de la democracia representativa, entendida como el colapso del cambio de la confianza en los líderes por la de los caudillos, que es al fin la crisis de las instituciones del Estado Nación.

El objetivo es aplicar, sin oposición, el modelo a través de gobiernos sumisos y anárquicos al servicio de las potestades mundiales hacia fuera, pero garantizar recesión, desempleo, subdesarrollo agudo, subcultura, adormecimiento educativo e ingresos bajos (miseria e ignorancia), y corrupción colectiva de las mentes.

Lo cierto es que desde los 80 hasta la actualidad, los ciudadanos en el Perú vienen experimentando nuevas formas de hacer las cosas, donde lo que era el centro experimental del poder: la democracia representativa, ha comenzado a agotarse republicanamente, para ir sustituyendo los procedimientos parlamentarios por formas de democracia directa, de la cual el Perú es un bastión.

En tercer lugar, hay crisis del poder y política, porque para actuar se necesita poder (capacidad de hacer las cosas); y se necesita política (capacidad de decidir qué debe hacerse). El modelo neoliberal ha roto la conjunción entre poder-política, que estaba en manos de las instituciones del Estado-Nación, donde el poder se ha globalizado, pero las políticas siguen siendo desde el MEF, BCR y SUNAT un real gobierno al servicio del modelo global transnacional.

Existe un vacío de norte para el ciudadano, existiendo la incertidumbre de que no se sabe qué puede reemplazar a esto, por ello surge un nuevo curso de la construcción de una nueva arquitectura política hacia una democracia real y una ciudadanía plena, cuya profecía sea lanzar una nueva visión de Perú en el marco de la globalización.

En cuarto lugar, hay crisis de liderazgo; ya no hay gente como Mariátegui, Haya, Basadre, Víctor Andrés Belaunde y otros insignes peruanos, quienes se caracterizaron por generar liderazgos consistentes con ideología, doctrina, programas y con capacidades para el debate de ideas. El líder se mueve fundamentalmente en comunidad, para hacer diálogo real entendido como la capacidad de ejercicio de una ciudadanía plena con personas que no piensan igual que nosotros.

En el Perú, los “indignados” jóvenes han sabido despejar el terreno, pero no plantean la salida sobre una “roca sólida”, porque carecen de liderazgos políticos, que no producen permanencia y unidad para acciones prácticas, sino coyunturales.

Hoy las redes sociales tienen las características de pertenecer solo a una persona, creando espacios “muy personales” a diferencia del liderazgo, que es un trabajo en comunidad que requieren ciertas habilidades sociales que se desarrollan en contacto pleno con la ciudadanía y que obliga a interactuar, involucrarnos para enfrentarnos a dificultades para tomar decisiones políticas vitales.

Debemos advertir que las redes sociales no enseñan a dialogar, sencillamente porque evitan la controversia y la lucha de ideas. Las redes sociales son un buen pasatiempo, pero es peligroso para desarrollar un sano ejercicio de la política en una aldea global.

En quinto lugar, hay crisis de representación política, que se manifiesta en aspectos vitales de la democracia y la ciudadanía, como reemplazar las elecciones internas desde y con la ciudadanía, para reemplazarla por la cooptación de individualidades, que no tienen en cuenta el vínculo entre política y ética, permitiendo que una tecnocracia administre el gobierno como empresa, como hacedores de políticas de organismos internacionales globalizados. Esto sigue sin alternativa política.

En las elecciones presidenciales de este año, el manejo global internacional neoliberal está conduciendo a que el Gobierno y el Congreso podrían estar en manos de ciudadanos que no le deben lealtad a ninguna ideología, doctrina o programa de gobierno, ni a ningún partido, por ello los resultados de “partidos combi” son colectividades integradas por “tránsfugas golondrinos”, con los cuales es imposible concertar acuerdos nacionales y, lo que es peor, construir alternativas globales.

Una conclusión de este primer análisis es que en esta crisis política en el Perú, de 21 millones de electores, 10 millones no están interesados en política, 5 millones y medio rechazan la política, cuyos rasgos centrales de la PEA son jóvenes informales que desde los años 90 siguen buscando presencia en el Estado, el “mal menor”, el “outsider” mesiánico salvador que no toque el sistema.

El 10 de abril del 2016 será un episodio más de esta crisis política en el Perú, que indudablemente rebasa el proceso electoral en su conjunto, con cuidadores de indicadores macroeconómicos (RIN, precio del dólar, UIT, balanza fiscal, commodities, pero de espaldas a la microeconomía -precio de la canasta familiar, el salario mínimo vital, empleo decente, educación y salud pública, etc.-) que sigue agobiando a las familias peruanas desde 1990, que no viven, sino sobreviven. Seguiremos analizando los resultados dentro de la crisis universitaria, hoy manejada desde el Estado (SINEDU) en contraposición a la autonomía universitaria.


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