Política: lo que se hace y lo que debe hacerse


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Escribe: Julio Eduardo Torres Pallara | Política - 14 Feb 2016

ILUSTRACION: Internet
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El Perú, como país, es el resultado de una de las más infaustas invasiones a la nación de nuestros antepasados: el Tawantinsuyo, perpetrada por la vanguardia soldadesca y religiosa de la cultura occidental, en el siglo XVI, que con espada y la biblia en la mano, llevaron adelante su proyecto civilizatorio de saqueo económico, genocidio y de destrucción de la cultura construida por nuestros antepasados, los incas, una de las más avanzadas civilizaciones de aquella época, cuya grandeza invisibilizada viene siendo reconocida poco a poco.

Develando la historia y haciendo lectura de la realidad, aquel proyecto sigue vigente en este siglo XXI, con estrategias renovadas de sometimiento, despojo, manipulación y aculturación. Pues luego de mitigar de manera sangrienta al Taqui Onqoy, ante la decadencia del pensamiento medioeval, la emergencia de la sociedad industrial y el pensamiento humanista, fueron los mismos invasores y sus descendientes, los que, rompiendo con su madre patria (España), fundaron el Estado Peruano, y hoy son los descendientes de aquellos invasores, los inmigrantes europeos, orientales y del medio oriente, junto a nativos aculturados, convertidos en apologistas del decadente pensamiento neoliberal, quienes detentan el poder del Estado Peruano cumpliendo los designios del imperio americano, las transnacionales, y sus organismos internacionales tutores y calificadores del desempeño de los gobiernos incondicionales, que “legalizan” no solo la sustracción de la riqueza generada por nuestro trabajo de manera directa y vía los intereses financieros, la apropiación, depredación y contaminación de la madre tierra por parte de los hoy denominados “inversionistas”, sino legalizan la descalificación y degradación de las manifestaciones de todo aquello que no sea de la cultura hegemónica occidental, incluida la existencia misma de sus actores.

Para perpetuarse, estos poseedores del poder del Estado Peruano, de característica insincera, antinacional y plutocrática, han implementado esta comedia electoral en su versión peruana de política y democracia capitalista, bajo la dictadura del mercado, cuya “imperfección” ha procreado un mercado negro donde se vende y compra la representatividad de la población para participar en una competición de compromisos, de chantaje y de idiotización mediática, orquestada con una agenda que debate impertinencias distractoras, estimulada semanalmente por encuestas de dudoso procedimiento, cuyos resultados al final serán legitimados en el acto de sufragio al que el pueblo asistirá con su capacidad crítica despojada.

Esta realidad, poco debatida y sin explicación desde sus causas, se sustenta en el pensamiento unitario de los invasores y su paradigma post industrial: la competitividad, engendradora del individualismo, del oportunismo, del pragmatismo corruptivo, de la cosificación del ser humano.

En ese contexto, en la estructura de los estratos social, económico y político del Estado Peruano, a pesar de haber sido reducidos a la condición de marginales, sin derecho real a tener opinión y acción política, por la criminalización de las demandas reivindicativas y la apostasía de ocasionales “defensores” y “representantes”, los peruanos de a pie descendientes de los incas seguimos resistiendo a la embestida occidental, en esta era del conocimiento, del mundo globalizado y pluricultural.

Han sido nuestros Yatiris, nuestros Qhapaq, quienes cada medianoche, en sus cantares y proclamas, transmitieron de generación en generación el Taqui Onqoy.

Hoy, en estos tiempos nuevos, aquella oscuridad de las medias noches se rinde poco a poco ante el fulgor de la sabiduría inca, no como un volver al pasado, sino como un nuevo amanecer para construir el futuro.

Y desde las investigaciones de nuestros Amawtas, de nuestra juventud y niñez, el Taqui Onqoy, al revelarnos la filosofía de las penurias, de los sufrimientos, de las protestas y sublevaciones, del despojo, la marginalidad y resistencia vivida durante estos casi cinco siglos, debe transformarse en una nueva filosofía descolonizadora, emancipadora e intercultural, sustentada en los principios de la paridad complementaria y proporcional, en la concepción de que en el cosmos todo tiene vida y da vida, en la concepción dinámica y imperecedera del espacio-tiempo.

Esta nueva filosofía, llamada a ser una alteridad para esta nueva era pluricultural, nos convoca a todos los descendientes de la cultura inca (indígenas, cholos, mestizos o como nos motejen, incluido los inmigrantes que se adscriben), a:

Descolonizar nuestro pensamiento, desentrañando el pensamiento occidental en su secuela histórica, de invasiones y colonizaciones, de hegemonía y despojo, de utilización de las creaciones científicas y tecnológicas para la guerra, la muerte y destrucción de las condiciones de habitabilidad de la madre tierra.
Construir creativamente los factores del proceso emancipador, recogiendo la esperanza por un nuevo devenir, de todos los pueblos colonizados y despojados de su territorialidad y libertad, de todas las culturas invisibilizadas, de toda la humanidad, promoviendo la construcción de un nuevo tipo de sabiduría, construida desde la investigación científica, tecnológica y el emprendimiento al servicio de la vida, poniendo como objetivo estratégico de esta alteridad al Sumaq Kaway, la plenitud de la vida, en la búsqueda constante de armonía en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra Pachamama.
Expresar interculturalidad, superando nuestros complejos de inferioridad, revelando el mensaje científico, tecnológico y filosófico de la heredad lítica, cerámica, textil, metalúrgica, iconográfica, de la infraestructura productiva, etc., de nuestros antepasados, los incas, ejerciendo el legado de las manifestaciones de cultura viva y concibiendo la equivalencia cultural.

Desde estas responsabilidades y visiones, las expresiones y acciones del pueblo inca, en este escenario, no pueden reducirse a mendigar algunos mendrugos de la democracia neoliberal; debe, más bien, contrastar el pensamiento paritario pluralista del Sumaq Kawsay, frente al pensamiento unitario hegemónico occidental imperante.


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