Reflexiones luego de la primera vuelta electoral y lo que se viene


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Escribe: Luis F. Vilcatoma Salas | Política - 17 Apr 2016


Los resultados electorales proporcionados por la ONPE al 97.35% indican que Keiko Fujimori va con el 39.82% de votos válidos emitidos; Pedro Pablo Kuczynski con el 21.00% y Verónica Mendoza con el 18.81%, con lo que los dos actores presidenciables para la segunda vuelta electoral están prácticamente definidos: Keiko Fujimori y Pedro P. Kuczynski, quienes pasan a disputar el sillón presidencial en este nuevo escenario a ser definido el próximo cinco de junio.

El proceso electoral que arrancó con la contradicción política global fujimorismo y antifujimorismo, advino gradualmente en la emergencia de una contradicción inconclusa: derecha e izquierda como consecuencia de la meteórica subida de Verónica Mendoza, del Frente Amplio, hasta las elecciones del 10 de abril, luego de lo cual se ha configurado un nuevo escenario político donde hay dos candidatos de derecha en competición: keiko Fujimori y Pedro P. Kuczynski, en el marco general del reverdecimiento de la oposición fujimorismo antifujimorismo y en un escenario que no es el más satisfactorio para la derecha empresarial y política cerril cuyo corazoncito late apresuradamente más por el fujimorismo antes que por cualquier otro candidato de la derecha política en el Perú, por diversas razones: primera, porque el fujimorismo es el colectivo político que mejor ha construido una axiomática ideológica conservadora teñida de un utopismo plebeyo para el convencimiento subordinante de importantes sectores poblacionales especialmente en los niveles C y D; algo muy importante para la reproducción de la hegemonía ideológica y política de las clases dominantes en el país; y segunda, porque el fujimorismo constituye un modelo económico funcional a la derecha empresarial, el neoliberalismo chicha implantado por el padre de la candidata: el exPresidente reo privilegiado en uno de los centros de encierro del país: Alberto Fujimori; y el modelo político de este mismo neoliberalismo que implica, dentro de otras cuestiones, las siguientes: autoritarismo desembozado, uso prevenditario de los recursos del Estado, corrupción virulenta y a manos llenas, populismo desenfrenado y división de la oposición, control absoluto de los medios de comunicación, sometimiento vergonzante de los otros poderes del Estado, espionaje de la oposición valiéndose del SIN, destrucción de los partidos políticos o su conversión en simples cáscaras de épocas electorales y, cuando no, en cajas de resonancia del poder oficial burgués, y acicate de un transfuguismo pútrido que ha terminado por agusanar y excrementar la conciencia política de millones de peruano que todavía confían en el milagro de la reconversión democrática de la Sra. Keiko Fujimori.

La confrontación será, pues, de derecha contra derecha, con la particularidad de que si el fujimorismo es de amorío montaraz con la derecha “bruta y achorada”, Kuczynski está más inclinado a un centro derecha polícromo y poroso sin todavía el “ismo” de Fujimorismo que define, por el contrario, un cañamazo duro y compactamente perceptivo de la relación dominio dominación en el País. Empero, estas debilidades del centro derecha política en esta coyuntura, representado por la candidatura de Kuczynski, pueden revertir en fortalezas que si no las sabe aprovechar le estaría brindando un triunfo seguro a la candidata del Fujimorismo. Fortalezas que se suscitan en el techo políticamente más alto que tiene Kuczynski frente al techo político de Keiko para la determinación de su estrategia electoral y las tácticas consiguientes. Una estrategia que de insertarse activamente en el marco general del fenómeno antifujimorista, podría garantizarle el triunfo en el evento electoral del 5 de junio próximo. En otros términos, Kuczynski tiene más apertura y flexibilidad operativa para, en estas circunstancias, atraer votantes de otras fuentes políticas incluso del Frente Amplio y por qué no del propio fujimorismo dado que las propuestas económicas son básicamente las mismas; convirtiéndose en el mal menor frente al Belcebú de la maquinaria fujimorista de currículo impresentable. No perdamos de vista que la historia política de la democracia formal en el Perú es una historia del voto “anti” (contra) pragmatizada en el voto por el “mal menor” factible de reproducirse en la actual situación electoral, a pesar de que muchos todavía puedan estar optando por el voto en blanco o el voto viciado que más allá de una protesta simbólica legítima no tiene ningún efecto político paradigmático y efectivo en la configuración de la relación política en el país.

No hay que perder también el hecho de que al momento el fujimorismo cuenta con la mayoría absoluta en el Congreso, con 71 representantes, que si bien para algunos opinólogos ingenuos y desinformados es una excelente oportunidad para gobernar “bien” sin la molestia de una oposición activa y crítica, para otros, como el que suscribe estas notas, es la reedición de la oportunidad, más bien, para la imposición de una voluntad política lineal, única y arbitraria desde el ejecutivo, de ganar keiko Fujimori, hasta el legislativo; una imposición despótica e inconsulta, sin diálogo, sin consensos, sin alianzas, sin debate analítico y profundo; porque, dadas las cosas, el mutatis mutandi que de allí se desprende, por la naturaleza del modelo político del fujimorismo, abre las puertas para la resucitación del autoritarismo y la corrupción más que por lo que pueda hacer o no hacer la señora Keiko, sino por lo que pueda hacer o no hacer el círculo de personas de dudosos antecedentes morales que la sostienen, la orientan, la aconsejan.

Tampoco se puede descartar otra salida en la actual coyuntura política compleja: la salida de la renuncia de Kuczynski a la candidatura por presión de la derecha empresarial y política con el razonamiento de que, dado el porcentaje de votos que tiene su contendora, su derrota es inevitable en la segunda vuelta; a más de que es prácticamente imposible filtrar votos en el número suficiente de otras candidaturas por la manera como se ha procesado la primera vuelta electoral. De presentarse esta circunstancia se estaría cerrando rápidamente el ciclo político de la confrontación electoral para dar paso a un nuevo periodo político de reedición de la contradicción irresuelta de continuismo o cambio sobre la base de un nuevo realineamiento de las fuerzas políticas y sociales, donde la izquierda está mejor posicionada que antes con el liderazgo de Verónica Mendoza, para construir socialmente una nueva narrativa legitimante y motivadora del cambio social con justicia social, redistribución y equidad social, justicia, transparencia, soberanía nacional y derechos fundamentales para el pueblo sencillo. Si Verónica no pasó a la segunda vuelta por la guerra mediática sucia y millonaria de una derecha de pelos erizados y calambres estomacales ante la posibilidad de que siga incrementando su caudal electoral obtuvo, sin embargo, un triunfo contundente al abrir un espacio importantísimo para la actuación y el desarrollo, después de muchos años, de una izquierda democrática y pertinente como la principal sino la única fuerza material y moral para la activación del cambio que el Perú necesita y reclama.


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