Keiko Fujimori y el ejemplo recibido



Escribe: Los Andes | Política - 20 Aug 2017

José Távara

Con bastante frecuencia me ha llamado la atención el comportamiento de la familia Fujimori. Tanto el de la familia “nuclear” Fujimori-Higuchi cuanto el de la familia extensa Fujimori-Fujimori.

Desde que en los años 90 uno de los miembros de dicha familia, con el resultado que conocemos, ingresó a la política, toda la familia se ha visto involucrada de diversas maneras en el gobierno, dirección, administración y representación del estado peruano: presidente, congresistas, primeras damas, embajadores, operadores sin nombramiento, etc.

El desempeño de los diferentes miembros de esta familia en el ejercicio de las responsabilidades y encargos recibidos ha estado signado siempre por un manto de nubosidad, opacidad, falta de claridad, como si sobre su actuar no se pudiera, o fuera sumamente difícil, hacer plena luz.

En estas líneas quisiera presentar mis reflexiones o impresiones sobre la conducta de una de las integrantes más representativas de esta familia y que parece ser la heredera de la jefatura del grupo.

Se le critica hoy que al parecer no actúa en favor de la libertad del padre o que no la gestiona con acierto ni éxito. Y se arguye que ello se debe no a que no existan posibilidades reales de conseguirla, sino porque en verdad no le convendría o porque ella creyera o habría llegado a la convicción de que la libertad del padre no es conveniente para su objetivo político más cercano o inmediato que es la presidencia de la república el año 2021. Teme quizás que, libre el padre, su liderazgo o su control sobre el partido Fuerza Popular, sobre la bancada de setenta congresistas, que le da el control del Congreso de la República, y sobre el movimiento fujimorista en general quede mellado, menguado o tenga que ser compartido. Y nótese que es un gran poder y cuasi omnímodo, poder que le da la capacidad de sentarse de tú a tú con el presidente de la República para tratar diversos asuntos claves en el manejo del estado y del gobierno. Entonces, es este poder el que quedaría en entredicho si el padre fuera liberado.

¿En qué momento se dio cuenta o llegó a la convicción de que su deseo o su meta -la presidencia de la República- era independiente del (destino del) padre?

En su vida política se pueden encontrar momentos u ocasiones en los que se puede observar una relación distante y fría con personas con las cuales normalmente se establecen y mantienen lazos afectivos y emocionales muy fuertes, como la madre. Momentos en los que quizás haya ido aprendiendo a vivir en frialdad de sentimientos o en que esos sentimientos y esas afecciones habrían aparecido como carentes de valor, o subordinados a otros valores, a su juicio más importantes.

Cuando el padre la puso en la situación de ocupar el puesto de Primera Dama (que muchos consideran inexistente, pero que muchísimos piensan que debe ser ejercido por alguien) que su madre ejercía y del cual había sido echada malamente por el padre, le estaba diciendo que el lugar central que, según nuestra cultura, ocupa la madre en la vida de una persona, tenía que ser dejado de lado en ese caso y que los sentimientos y las afecciones tenían que ser subordinados o quizás acallados frente a un interés superior, o imaginado superior, el interés de la política.

Ver al padre caminando satisfecho casi vanagloriándose, entre cadáveres de jóvenes tirados en escaleras, casi como pisándolos, no es una imagen que se pueda borrar fácilmente o que no deje huellas de cualquier signo en la mente de la hija que tendría una edad similar a la de esos jóvenes sobre cuyos cadáveres el ufano padre caminaba.

Entonces, cuando ella no parece interesarse en la libertad del padre está siguiendo fielmente la enseñanza recibida: frente a los intereses políticos, las afecciones y los sentimientos, las relaciones filiales o maternales y ahora fraternales carecen de sentido y, si hay que pasar por encima de ellos o través de ese dolor en pro de un objetivo (considerado) superior, hay que hacerlo. La vida del padre consiste en una sucesión de deslealtades, a la palabra empeñada, al juramento, a la propia firma, a la esposa. Cuando parece que ella decide que el padre siga en la cárcel porque, desde el punto de vista de su interés político, así le conviene, está actuando conforme al ejemplo que ella recibió.


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