04 de noviembre: Historia, presente y futuro de Puno y Juliaca


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Escribe: Los Andes | Regional - 06 Nov 2016

Las pugnas entre puneños y juliaqueños, que más tienen que ver con el orgullo que con la realidad, se acentúan cada 04 noviembre, cuando los primeros celebran un aniversario más de su fundación como ciudad, mientras que los segundos conmemoran un año más de la histórica gesta de 1965, en donde varios ciudadanos perdieron la vida reclamando obras para su localidad.


11 de mayo de 1964. Esa es la fecha en que comenzó la división entre puneños y juliaqueños. Y fue Natividad Soto Ruelas, dama juliaqueña que residía en Arequipa, quien originó todo. Ella, al sentir que su tierra natal estaba abandonada, difundió la idea que Juliaca fuese la capital de un nuevo departamento en el Diario "Noticias" de la Ciudad Blanca.

Fue tal el impacto de esta petición, que ese mismo mes la Liga de Fútbol de San Román y luego la de Vóley, rompen con sus similares en Puno. De esta manera, el que fuera en principio un pueblo fuerte, grande y rico, comenzaría una fragmentación espiritual que si bien no llegó nunca a materializarse, sí melló hondamente en el orgullo de sus pobladores.

Remigio Cabala, entonces alcalde de Puno, fue el primero en pronunciarse al respecto: le pidió una explicación al Municipio de San Román, de modo que se aclarara el asunto, pero no fue atendido. Ante ello, convocó y realizó un mitin el 23 de mayo de 1964, donde se acusó a las autoridades municipales y parlamentarios de Juliaca de divisionistas.

Tras de ello, se pronunció por la defensa de la integridad departamental y decidió declarar la recordación, cada 23 de mayo, del “Día de la unidad e integridad del departamento”. Desgraciadamente, no caló en los juliaqueños, quienes liderados por su alcalde de turno (Luis Cáceres Velásquez), decidieron hacer caso omiso de todo lo propuesto.

Y es que, entre otras cosas, los calceteros adolecían de muchas atenciones para su localidad. Pero no tanto porque hubiera centralismo en la capital departamental, sino porque el sistema que se aplicaba en la CORPUNO (la que cumplía la labor de la actual Gobernación Regional de Puno), tenía muchas deficiencias y era excesivamente burocrática.

El problema cardinal de Juliaca, en aquella época, era que no había un plan conjunto de servicio de agua potable (esta se venía instalando fragmentariamente desde 1955), por lo que carecía de servicios de agua y desagüe. En tal sentido, los pobladores reclamaban la canalización y drenaje de los riachuelos que atravesaban la ciudad, urgentemente.

Algo que fue puesto en agenda por la CORPUNO desde agosto de 1963, pero que no llegó a efectivizarse oportunamente, debido a lo cual el costo de las obras se comenzó a incrementar. Además de ello, estaba el hecho de que en Juliaca, sin motivos, desde 1961, el motor nuevo de luz no era puesto en funcionamiento, por lo que el servicio de luz era precario, entre otros problemas.

EL 04 DE NOVIEMBRE DE 1965

Tras una reunión infructuosa (ocurrida en Puno el 30 de junio de 1964) sobre la Unidad Departamental, puneños y juliaqueños fueron protagonistas de una intensa lucha que, además de involucrar a sus respectivas autoridades, los iba envaneciendo cada vez más respecto de su importancia para el desarrollo regional.

Los líderes del departamento de Puno se habían dividido entre los que buscaban mantener el centralismo administrativo en la ciudad capital, y los Cáceres y sus seguidores, que buscaban descentralizar esta administración en beneficio del crecimiento de la ciudad de Juliaca.

Todo llegó a su punto más álgido cuando, en el aniversario calcetero de 1965 (el 24 de octubre), en una muestra de oposición a los planes de la CORPUNO, Luis Cáceres colocó la primera piedra del Parque Industrial de Juliaca (con un dinero dado por la CORPUNO para otros fines).

Esa noche, en sesión solemne, al alcalde calcetero afirmó que la administración puneña no había inaugurado ninguna obra en la Ciudad de los Vientos y que, si eso continuaba así, San Román y otras provincias se separarían de Puno y se anexarían a Arequipa.

El alcalde de entonces de Arequipa, Ulrich Neisser, que era invitado especial de la ceremonia, como para avivar las diferencias, señaló que “Arequipa los recibiría (a los juliaqueños) con los brazos abiertos". Y como prueba protocolar de aquello, le entregó un ladrillo de sillar al alcalde calcetero, lo que fue aplaudido por la concurrencia.

Días después, el 28 de octubre, Luis Cáceres y sus concejales acordaron realizar un paro de 24 horas o de 48 horas, para el 4 y 5 de noviembre, para mostrar que los directivos de CORPUNO no dejaban hacer las obras que querían y que habían abandonado a Juliaca.

Conocedores de ello, en Puno hubo alarma y las autoridades pidieron ayuda policial, argumentando que el paro estaba siendo preparado por comunistas. En consecuencia, cerca de un centenar de policías de asalto llegaron de Lima a Juliaca, el 30 de octubre, según el historiador René Calsín (esto mismo, para Hugo Apaza, sucede el 1 de noviembre).

Luego, el 3 de noviembre, el ministro de Gobierno y Policía, Javier Alva Orlandini, acompañado de otros Ministros y tres Diputados, llega al aeropuerto de Juliaca, pero ignora todo cuanto sucede en esta ciudad, aduciendo que había llegado a inaugurar obras en Puno, aunque se dio el tiempo de pedir a Luis Cáceres que disuadiera a los pobladores calceteros de su protesta.

Esto agrió más los ánimos de los juliaqueños, quienes decidieron y realizaron un paro contundente el 04 de noviembre. En tanto, en Puno, con motivo de su aniversario, desde las 9 de la mañana hasta las 12.30 de la tarde, se desarrolló un desfile escolar, militar y cívico, en la Plaza de Armas.

LA REPRESIÓN
Entre las 2 y 3 de la tarde de ese día se dio la confrontación fatal, cuando los pobladores se enteraron de que los tractores del Estado limpiaban las vías que ellos habían bloqueado. Debido a que los pobladores apedreaban las unidades vehiculares (lo habían hecho también en horas de la mañana), la policía abrió fuego sin temor, hiriendo a varios huelguistas.

Allí, Luis Cáceres y otros 18 cabecillas fueron brutalmente arrestados e introducidos en un vehículo. Entre esos otros detenidos estaban: Víctor Sáfferson, Sergio Dávila, Angel Aragonés, Luis Cervantes Ticona, Sixto Sáfferson, Luis Arfinengo, Mauro Catacora, Adrián Huamán, J. Aragón Núñez, Jorge Monzón Pezantes, Fredy Zuñiga, Alfonso Calatayud Yañez y Andrés Valero Miranda.

Poco después, a las 4.20 de la tarde, la población se reconcentró en la Plaza Bolognesi y la Comisaría Policial fue rodeada por una muchedumbre que pedía la libertad de su alcalde, atención a sus demandas y justicia. Entonces, nuevamente, se produjo el desborde: un vehículo policial empezó a ser apedreado, al tiempo que una botella con gasolina fue lanzada contra un carro de la Guardia Civil.

Al instante la policía salió disparando sus metralletas y sus ametralladoras ligeras al cuerpo de los manifestantes. Tuvo que pasar media hora para que la Plaza Bolognesi fuese controlada.

Cuatro personas murieron ese día: Santiago Mamani López (estudiante del Instituto Nacional Comercio Nº 32), Eulogio Patricio Quispe Quispe (obrero de Construcción Civil), Germán Humpiri Humpiri (obrero), y Mariano Pandia Arce.

Luego de los funestos hechos, en la noche del mismo día, el Ministro de Gobierno y Policía, Javier Alva Orlandini, que daba las instrucciones desde la Comandancia de la Guardia Civil, ordenó que las garantías Constitucionales se suspendieran por 30 días en Juliaca y estableció el toque de queda.

Así terminó el 04 de noviembre de 1965 en Juliaca. En Puno, en tanto, estas noticias sobresaltaron a algunos, mientras que otros continuaban los festejos de un aniversario más de fundación de su ciudad, alegres y risueños.

EL PRESENTE Y EL FUTURO
El panorama que hoy se vislumbra entre ambas ciudades, a 51 años de estos sucesos, es diferente y hasta aleccionador, aunque solo superficialmente. En efecto, hay juliaqueños que, merced a sus condiciones laborales, hacen su vida en Puno, como hay puneños que encontraron todo lo que necesitaban en Juliaca.

No obstante esto, el espíritu que gobierna en ellos, muchas veces, es uno que peca de un chauvinismo risible, enojoso y hasta vulgar, pues nada hay que nos distancie ni nos diferencie, como sí muchas cosas y aspectos que nos unen y que son sobradamente conocidos por todos, como nuestra identidad, por ejemplo, o que ambas ciudades se necesitan para innumerables propósitos.

Unidos por una historia común, que comienza a corregirse y encaminarse después de tantos años, las ciudades de Puno y Juliaca, hoy más que nunca, son los ejes fundamentales de una región que, hace ya tiempo, se distingue de las demás por su tesón y su voluntad inacabable. No dejemos, por ello, que problemas separatistas y obtusos, obnubilen nuestro objetivo común: el desarrollo integral de cada uno de nuestros pueblos.


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