Habladurías de un viejo verde: Libre vivir


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Escribe: Luis Pineda Valdivia | Sociedad - 13 Apr 2014

Cortesía de Publimetro
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Desconozco de alguna época en la historia en donde no hayan ocurrido cambios severos y no tanto en la estructura de las sociedades modernas, éstas cambian a nivel profundo y cambian también de piel regularmente, sino veamos cómo cambia la moda año tras año, vean cómo cambia la música, cómo cambia la TV; quiere decir que van cambiando las tendencias, las formas de pensar y los gustos, fíjense cómo cambia la forma de comunicarnos con los demás. Hace sólo 20 años o un poco más quizás no existían celulares y el internet apenas empezaba a manifestarse, aún recuerdo que le escribía cartas de amor a puño y letra míos a la última novia de verdad que tuve, recuerdo que los mundos internos eran vastos, numerosos y diferentes entre sí, recuerdo que fácil mientras caminaba volteando una esquina saludaba algún vecino o desde su ventana me hacía señas algún compinche, recuerdo largas charlas a la luz de algún poste hasta que el frío o el hambre reclamaban, recuerdo que el tiempo duraba más tiempo y había más tiempo para todo y recuerdo también que no envejecíamos tan rápido; pero entonces era difícil notar los cambios estructurales en mi sociedad o en la ajena, ahora me doy cuenta que la vida es dramáticamente inestable y sólo los viejos y los sabios y tal vez los científicos sociales se dan cuenta de eso.

Ahora me doy cuenta que se dan algunos cambios trascendentales sin que nos fijemos a pesar de la resistencia que los detractores de la renovación contraponen a lo natural; porque el cambio implica movimiento y eso significa vida, pero los amigos de lo establecido no permiten que se falten a las normas o leyes sacramentadas, apelan entonces a la difamación inmediata obviando el escrutinio necesario y movilizando todo su arsenal represivo. Estos artífices de la censura operan en el gobierno, en las iglesias, en los mercados, cerca de tu casa y aparecen disfrazados siempre de sensatez y prudencia inequívoca, se pueden presentar en forma humana o en figura corporativa y atacan siempre a lo raro y novedoso, estos seres abdican del arte y las ideas libertarias canibalizando su entorno hasta que la putridez y la monotonía se convierten en su día a día mientras alertas esperan vientos locos de nuevas revoluciones que hacen temblar sus corazones momificados en lo estático y lo enrarecido.

Entonces entre las sogas del viento y las tijeras del mal, los colectivos sociales con los grasosos cerebros que nos gobiernan debaten a muerte los derechos de unos y los poderes de otros sin usar el mismo lenguaje y en desventaja siempre para el minoritario que si no se organiza queda destruido; la voz emergente de los nuevos pensadores, de los que reclaman redención o respeto siempre es mínima y manipulable; los pobres, los enfermos, los olvidados, los reprimidos, los abusados nunca tienen fuerza suficiente para hacerse escuchar y tampoco cuentan con recursos para ello. Los reclamos por la igualdad y los derechos civiles se alejan como una utopía conceptual en sociedades laceradas y amordazadas, las demandas de dignidad y orgullo son incongruentes entre la gente que obedece ciegamente a pesar de lo insano que es callarse cuando siempre hay algo para decir. Ten piedad y deja de darles patadas a los locos, deja de comprar la opinión pública, deja de manipular la verdad.

Todos somos diferentes así exista Dios o no y precisamente por ser tan diferentes es que todos debemos tener los mismos derechos ante la justicia, ante los poderes del Estado, ante la iglesia, ante el vecino, ante nuestros propios espejos. Yo no quiero que me consideren igual a los demás ni mucho menos parecido, yo sólo busco que se respeten mis derechos como persona y no se cuestione mi sexo, mi religión o mi opción política y menos mi forma de pensar que mientras no haga daño a los demás estoy en uso y derecho de parecer lo que yo sea o lo me que dé la gana de ser.

La propuesta de la Unión Civil nos concierne a todos, lo que derive de esta batalla mediática afectará profundamente nuestra sociedad, ya sea para bien o para mal y nos hará justos ciudadanos o estúpidos ignorantes, y si pasa lo peor nadie salvará de ser librado del delito del inconsecuente que mira a su costado y por sobre el hombro lo que no entiende y lo margina sólo porque está lejos de su pequeñez.


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