Los Andes

¿Qué tiene detrás una mujer espectacular y perfecta? No, eso no es. No, eso tampoco; vamos piense, ¡exacto! Una mujer bonita tiene un terrible trauma adquirido que la jode de por vida, de por si todas las mujeres lo tienen pero las bonitas aún más y de varias clases. El principal o el más visible, ese que las condena a ser valoradas por algún rasgo de su físico extraordinario que se manifiesta a temprana edad y cuando éste se pierde o devalúa, entonces caput, se va la gloria, dejan de ser deseadas por los hombres y admiradas por otras calabazas, peor para ellas si basaron su seguridad personal en eso; no son todas, yo hablo de lo que he visto y es muy probable que me equivoque, pero debe haber algo de cierto en que existe una contradicción exacerbada en la personalidad de las mujeres jóvenes provocada por las exigencias sociales que puede incurrir en el futuro en traumas, en dislocados caracteres, en angustia, en insomnio, en amargura; pueden convertir a una joven dulce y tierna en una mujer loca, histérica y posesiva con alto potencial destructivo, y ese caso es el que más se ha repetido en mi vida.

He visto varias generaciones femeninas crecer y deformarse, prometer y defraudar, deslumbrar y apagarse; hermosas primero cuando inconfundible la pubertad se manifiesta en belleza, frescura, dulzura, inocencia, vitalidad; las futuras doncellas son buscadoras de ideales de justicia y paz, encumbran la familia, defienden filántropas a los desposeídos y abominan de los viejos verdes como yo, miran con intensa esperanza al futuro y ven a la sociedad que se ha vendido bien como un buen lugar para desarrollase sin perder sus ideales, no saben todavía que equivocarán en una filosofía aspiracional, que perderán demasiado tiempo en cultivarse externamente, demasiados selfies desde muy niñas, demasiadas imágenes y pocos sueños, demasiado querer parecerse a una modelo en una fotografía, demasiadas heroínas de barro en la TV.

Las vi amparase en su juventud tal vez demasiado, el tiempo pasó entre novios interesados sólo en sexo y pretendientes mentirosos que fingían ser amigos y amigas definitivamente falsas si es que las había, luego llegaron las arrugas, los rollos, la piel arruinada por el maquillaje y los excesos alcohólicos, llegó la histeria controladora, llegó la hipocresía, la soledad y perdieron la carrera por la más perfecta, mientras se alejaban más de lo que pretendían parecer, fingiendo expresiones inalcanzables, que no llegan a sentir, porque para ellas no hay mejor expresión que la fingida, no hay mejor risa o carcajada que la controlada, no hay mejor anhelo que el confesado en público, ser original ya no es ser auténtica, ahora es jugar a ser grandes. La niñez es cada vez más corta.

Resultado: Mujeres vacías, abandonadas o solas en su propia casa, en medio de su propia familia, mujeres vengativas, amargadas, incoherentes, insufribles, mujeres fatales, mujeres puñal, de las que hay que alejarse aunque se vea muy fácil o muy necesario estar cerca de ellas. Son una trampa –tenga cuidado amigo–, apelarán al deseo, a la bondad, al sacrificio, al malsano chantaje sentimental para seguir siendo admiradas, servidas, acompañadas, en el centro, en el ojo, en la cresta de la ola.

No hay mujeres feas, no como se entiende ahora, la mujer que es menos parecida a las que siguen a la mayoría, las que no se preocuparon mucho por lo externo, mujeres que se cultivaron espiritual o intelectualmente y sobre todo sexualmente, son las que valen la pena conocer. No importa si sobra un rollo o la cara es un poco rara, que si un diente allí y el otro allá, que sea divertida, tierna y sabrosa, que sea sagaz, decente y crítica. “Todo es una gran shit� decía una mujer interesante que no llegaré a conocer, lástima, ella sí me gustaba.