Ciudad abstracta, ciudad concreto


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Escribe: Luis A. Hallazi Méndez | Sociedad - 21 Sep 2014


El escenario en las ciudades de hoy, ha perdido cierto encanto que la hacía única en su contemplación, en su arquitectura, en su espectro matutino y magia nocturna. Ahora conserva más bien ese sentido único degradado a una mera cuestión de tiempo- espacio; lo único, como simple consuelo a la mirada de una vaga existencia, que ciertamente la hace irrepetible pero en base al sujeto que la contempla. Paolo Pasolini ya daba cuenta de ello, cuando en un pequeño documental “La forma de las ciudades” nos advierte sobre esa rápida “deformación” de ciudades históricas como Alejandría, Bagdad o las antiguas urbes europeas, haciéndonos notar la pérdida de esos rasgos tan particulares que las hacían únicas. Por momentos, Pasolini es hasta excesivo en sus apreciaciones estéticas en cuanto a la forma que adquieren esas antiguas ciudades; lo que me obliga a pensar que las ciudades tampoco son museos; sin embargo, de un tiempo a esta parte una defensa cerrada basada en patrones estéticos, como la que hizo Pasolini hubiera terminado beneficiando al objeto-ciudad y quizás ahora contaríamos con una Jerusalén sin tantos asentamientos de concreto y barbarie israelita y que se puede decir ya de Bagdad, después de la invasión de Estados Unidos.

Es cierto que aún quedan ciudades singulares donde muchas de sus arterias y cascos centrales aún conservan su identidad aunque sean vistas como simples postales, sin embargo abundan las que se parecen entre ellas. Hay un patrón imperante que las transforma y deforma, con acciones concretas como reemplazar espacios públicos por grandes almacenes privados, plazas y parques convertidos en centros comerciales y dentro de ellas los encuentros casuales terminan siendo transacciones comerciales. Pasolini refiere también ese evento y hace habitar a esa fuerza transformadora con el alma del capitalismo.

Entonces en estos tiempos da igual despertar en Lima que en Dubái, cuando lo que tenemos que hacer es intercambiar espacios tan desoladores como los rascacielos por un “mall”. Es tanto nuestro despiste que muchas veces le atribuimos a esas enormes cajas frigoríficas de consumo, el significante de progreso y de esa extraña forma nuestras ciudades buscan parecerse cada vez más a Miami que da igual si unas nacieron de la civilización incaica y la otra del consumo; puesto que ambas ciudades han sido invadidas por la enfermedad del ladrillo embarrado de concreto; donde las playas (en su antigua acepción) son lugares que decrecen de espaldas a la ciudad, en su lugar priman las nuevas playas de estacionamiento o en lugares como Puno donde el aliento de un lago es más frágil que la del mar convirtiéndose directamente en un vertedero.

Si bien es cierto que podríamos llegar a la conclusión de que las ciudades han dejado de ser lugares de contemplación, mal haríamos en que esta nueva geografía no siga resultado atractiva en su internamiento pero sé que ello, más que a su estructura, se debe a la diversa geografía de su gente, al fin y al cabo son ellos quienes las habitan y hay tantos significados de una misma ciudad como ciudadanos que la ocupan.

De ahí que transite por Lima con todavía algo de asombro, como lo haría por Madrid o imagine en el techo de mi casa un Managua revolucionaria. A las ciudades hay que empezarlas a conocer por su historia y esa está ligada a su gente, cualquiera de sus formas raras son dignas de respeto, a fin y al cabo son resultado de una infinidad de fuerzas que interaccionan y van construyendo esa ciudad. Así no esté de acuerdo con el molde que las diseña. Aun así las ciudades te pueden sorprender por lo que esconden dentro. Juliaca mi ciudad natal lo sabe, su historia compleja, acompaña las miles de preguntas que me hago cada vez que estoy en ella, hay algunas que resuenan más que otras como estas: ¿Cómo así se construye una ciudad con tantos obstáculos en la historia de cada uno de sus pobladores-arquitectos? ¿Cuánto de su identidad andina y altiplánica posee aún esta ciudad concreto?, ¿Hacia dónde va esta ciudad?, ¿Estará igual de extraviada como la totalidad de ciudades peruanas?, ¿Qué significa el progreso, el desarrollo para sus habitantes andinos? Por el otro lado van siendo muchos los que lanzan calificativos despectivos contra nuestra ciudad y ¿Que hemos hecho sus pobladores para defender la ignorancia de esa gente?

Al final del recorrido por sus calles y recovecos término siempre maravillado por la geografía de su gente, sin dejar de pensar que debemos seguir luchando contra una ciudad impersonal, confundida en sus referencias y en las imposiciones que se le ha dado desde fuera. Luchar contra esa ciudad extraviada por las ofensas coloniales, contra una ciudad ausente de liderazgos colectivos que duele en cada semáforo. Y pensar en una Juliaca con identidad definida que respeta la tierra de sus ancestros, allá en lo alto de un cielo azul raso y altiplánico, una ciudad abstracta que solo sus habitantes concretos pueden defenderla.


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