No más tijeras, desde ahora es con libros


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Escribe: Armando Villanueva Turpo | Sociedad - 23 Nov 2014


No hubo tijeras que temer ni mechones que rapar. Insólita, esta vez la ceremonia de bienvenida a los cachimbos de Lengua, Literatura, Psicología y Filosofía (UNAP, 13 de noviembre, 2014) optó por una solemne imposición de libros. Y, sin la necesidad de que alguna amplificadora removiera el trivial morbo reggaetonero o cumbiambero en los concurrentes, se dio el grato lujo de contar con la participación de intelectuales, poetas, músicos y artistas plásticos invitados, que consolidaron su significado, su elegancia y su fastuosidad.

Un jueves excepcional. Todo empezó a las tres de la tarde. Los invitados de honor y padrinos del semestre bienvenido, fueron Feliciano Padilla, José Luis Velásquez Garambel y Javier Núñez, todos escritores, notables intelectuales del medio. Y también docentes de la especialidad. Totalmente colmado de espectadores el ambiente de la Sala de Grados… Tras las palabras de presentación, Fredy Yanarico, poeta y trovador, rasgó su guitarra cantando temas inéditos, unas letras conmovedoras. Cada padrino impuso el libro a los nuevos estudiantes, cuyas fisonomías no podían simular la emoción que les embargaba al recibir una novela o un cuentario o un ensayo de la autoría y de las propias manos de un escritor padrino. Profundamente simbólico el acto, irradió un aura religioso, una atmósfera poco común. Velásquez Garambel fue el más explícito padrino. Dijo: “En esta especialidad se lee harto. Si esto no les gusta, todavía están a tiempo de retirarse, de decidir por otra vocación”. ¿Estarían dichosos, asombrados, aterrados, los cachimbos de letras? Este era el modo de cachimbear ahora.

Los entretelones se sumaron a la magnificencia de tan memorable escenario. Estuvo también la Tuna Universitaria, cuya música, gala y picardía de sus integrantes infundió singular deleite en los oídos. El poeta Luis Ormachea, andariego transhumado, llegado desde Arequipa, y visitante honorífico de aquel instante, tuvo la generosidad de leernos su excepcional lírica existencial. Así como los poetas integrantes de Escribidores, de cuyo círculo de amigos estuvieron Hermes Apaza, que dio lectura de las últimas páginas de su poemario “Destiempos”, Alexánder Hilasaca, que leyó sus mórbidos versos de amor impío, Wilson Chiara, que leyó una de sus inolvidables cartas líricas; presentes estaban también el crítico Luis A. Rodríguez, los poetas Horacio Cano, Ditmar Castro, Luis Pacho, el narrador Abelardo Checca, el pintor y dibujante Lizardo Bustamante, el fotógrafo Carlos Alp, que se encargó de capturar todas las circunstancias, y quien escribe estas líneas, que tuvo su increíble debut de pintor en vivo. Entre otros.

Este ha sido, sin lugar a dudas, un hecho sin precedentes. Como es de conocimiento general, ha sido una costumbre, una tradición, en esta carrera, hablando sólo de ésta, arremeter con la tijera y la música rimbombante como el único modo de dar el bautizo a los recién llegados. Yo fui cachimbo en el 2005, y puedo asegurar que ni en aquel entonces ni después tuvo lugar semejante acto. Y, durante todos estos años, siempre tuve la sensación de que una cachimbeada fuera una fiesta de amplitudes algo cosmetológicas o castrenses sino domésticas o bárbaras. Jamás fui a alguna.

Aparte de que hubiera odiado que me arruinasen el peinado que imitaba a mi novelista predilecto, lo que con intensidad me preocupaba, más que bailar a la salud del inicio de una etapa estudiantil o conocer a mis compañeros de aula, era saber qué podía leer de literatura en la universidad, dónde estaban los escritores que suponía iban a dictar clases de literatura. Si mal fui egoísta o abstraído en mis intereses sumamente íntimos, es obvio que este mismo ego y estos mismos interesesme hubieran arrastrado a una imposición de libros, claro está.

Dije en el Facebook al respecto: “Una forma de hacerle frente a la rutina del bautizo de las tijeras, de darse lugar y gusto como especialidad, de encontrar un rasgo propio en el carisma de nuestras cachimbeadas. Y que esto sea de por sí, a iniciativa de los compañeros del X semestre (2014), es digno de saludar”. Ratifico este saludo a nombre de todos los que estuvimos allí, y, de manera muy especial, a Jorge Luis Panca Masco, quien apostó, impulsó y supo llevar a la realidad tan espléndida idea, cuyo alcance, estoy seguro, acaba de innovar una tradición, romper con la monotonía o con la misma música de todas las fiestas, escaparse de las reglas cotidianas que nos acosan a diario. En cada momento, en cada semestre.


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