Los Andes

Dicen algunas teorías holísticas y algo zafadas que la frecuencia Shumman -algo así como los latidos de la Tierra- han ido aumentando desde 1980, cuando oscilaba entre los 7 y 8 hertz a los 12 que se registran hoy en día y esto se explica con los dramáticos cambios que sufre nuestro planeta desde hace mucho. Estos teóricos naturalistas señalan que dichas evidencias no son sólo terremotos o inundaciones de escala y frecuencia catastróficas sino también el aumento de guerras, conflictos internos, terrorismo, narcotráfico y corrupción; las epidémicas plagas sociales que nadie nombra todavía como la soledad o la dependencia de la tecnología, entre muchos otros que son el resultado del afectado ciclo electromagnético natural del mundo.

En este momento, en el Perú y en Chile un menospreciado fenómeno del Niño ha causado varias muertes y desamparados que se cuentan por cientos, las pobres defensas de ambos países contrastan con otras respuestas más avanzadas y previsoras, pero igual ningún país puede parar a la imbatible naturaleza.

Un amigo mío estudioso de este y otros temas me dice que nuestras ondas cerebrales son de 7.8 hertz y esta alteración mundial también está afectando psicológicamente a las personas, él supone que nuestro ciclo tiene que adaptarse genéticamente o vamos a desaparecer. Yo aún no entiendo nada.

¿Cómo te explicas -me decía- que los niños sufran stress, terribles dolores de cabeza y frecuentes desvaríos? Esto podría traducirse en el aumento de la violencia de todo género y en cualquier nivel socioeconómico, no se pueden explicar la incidencia y el crecimiento de varios fenómenos y alteraciones psicológicas en las personas sino se asume nuestra sociedad como un todo, algo así como los síntomas de una Tierra enferma; como para que lo entiendas mejor, la tierra está infectada y nosotros somos el virus; entonces como en cualquier ser viviente sucede: o matas al virus con tus defensas naturales o con antibióticos o éste termina acabando contigo.

La Madre Tierra puede sacudirse un poco como lo hace un perro melenudo cuando terminan de bañarlo y expulsar o eliminar de una vez a los despreciables bichos que la habitan, basta nada más que se limpie con buenos terremotos profilácticos, una buena lavada desinfectante con una tormenta dantesca o algo de fiebre extrema que obligue a estas alimañas a morir de una vez, y no es que sea mala, todo esto en términos de legítima defensa.

Pero si ya lo está haciendo -le propongo a mi idealista compañero-, mira a tu alrededor y mira cómo estamos. En una contemplativa pesimista se me ocurre que somos una especie que está extinguiéndose por sí sola, en un proceso por el cual los humanos se están matando entre sí por consecuencia de sus propios actos, negligencias, odios y ambiciones; sólo tenemos que comparar el tiempo de la tierra con nuestro tiempo para darle forma y entender mejor estos desvaríos lógicos. La tierra se está curando así misma.

Siento dolor y no he dejado de sentirlo en años, siento un odio incontenible que tengo que frustrar cada día, siento miedo ante casi cualquier perspectiva diferente, siento cansancio crónico, siento que no tengo ganas de nada, siento que esto no sólo me está pasando a mí.
Desequilibrios que se multiplican exponencialmente, desastres mundiales todos los días reportados en las noticias, la esperanza es totalmente incongruente; el Apocalipsis es una palabra que encabeza libros y películas, el infierno en la tierra, la risa del diablo en todas partes, los gobernantes ciegos y sordos y los intelectuales esperando una ola gigantesca que termine con esto de una vez, de una buena vez.