Homenaje póstumo al Cura “misio”: Manuel Antonio Vassallo Pastor


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Escribe: Raúl H. Rodríguez Chalco | Sociedad - 26 Apr 2015

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El personaje entró atropelladamente a la habitación sin decir nada a nadie. Se encerró en ella y, por un buen rato, se sintieron ruidos extraños. El “visitante” levantó el colchón, escudriñó sábanas y frazadas, revisó hoja por hoja todos los libros y cuadernos que había en el pequeño cuarto. Abrió todos los cajones que encontró, tanto del pequeño escritorio, como del viejo ropero. Arrastró de un lado a otro la tarima y comprobó que, debajo del piso de madera, no había escondite alguno… muy a su pesar, no encontró dinero, tampoco joyas y menos antigüedades de valor… cuando salió de la habitación, su rostro era adusto, el disgusto mayúsculo y se retiró mascullando: “cura misio”.

Manuel Antonio Vasallo Pastor, el sacerdote que vivía en la pequeña habitación, había fallecido horas antes, en Lima, a donde fue trasladado después de un agudo ataque en todo su organismo, producto de la miastenia que se le declaró en julio, hace ya casi dos años atrás.

Manuel fue párroco de Caracoto por casi tres décadas. Nació en Lima, en julio, el mes de la patria, allá, en el año 1949. Desde muy temprana edad hizo notar a sus familiares y amigos su vocación religiosa. Terminada la secundaria, realizó estudios en Sociología.

Siendo estudiante universitario, se integró a la Unión Nacional de Estudiantes Católicosb (UNEC), en donde compartió sus inquietudes vocacionales con muchos contemporáneos. Su especial relación con el padre Gustavo Gutiérrez, autor de la Teología de la Liberación -hoy plena y totalmente reconocida por El Vaticano y particularmente por el Papa Francisco- le ayudó a esclarecer su vocación, pero el que definitivamente influyó en su decisión, fue el padre Jorge Álvarez Calderón, otro sacerdote de la Teología de la Liberación muy ligado a la formación de sacerdotes.

Cuando terminó sus estudios de Filosofía y Teología, se incardinó a la diócesis de Puno, allá por el año 1976, integrándose al equipo pastoral de la Parroquia de Azángaro. Dejó atrás a la familia, a los amigos y las comodidades de la capital. Después de un año en dicha parroquia, viajó a Francia, en donde profundizó sus estudios en Teología.

A su regreso, hacia el año 1981, fue nombrado párroco de Caracoto, en donde permaneció hasta su muerte. Nunca le gustó ostentar título alguno, a pesar de que todos los obispos del sur andino de aquellos años lo hicieron responsable de la formación de los seminaristas nombrándolo director de Estudios, habiendo trabajado, incansablemente, primero en Lampa, luego en Juliaca y, también, en Chucuito, lugares en donde funcionó el Seminario Nuestra Señora de Guadalupe. Eran los tiempos cuando la Iglesia del Sur Andino estaba comprometida con su realidad.

Pero, como todos sabemos, en los últimos años, la Iglesia Católica ha cambiado mucho. Al compromiso con los desposeídos, que en décadas pasadas era el pan de cada día, ahora, la mayoría de las autoridades eclesiales, lo llaman “política” e insisten en afirmar que el sacerdocio, y la vida religiosa en general, debe dedicarse a “salvar almas”, como si el ser humano -hombres y mujeres- no fueran un todo formado por espíritu, cuerpo, sentimientos, quereres…

Hay un pasaje de la Biblia muy hermoso y hasta más que eso, desafiante. Lo encontramos en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo, en los versículos del 31 al 46. Textualmente, es así: “Cuando ese Hombre venga con su esplendor acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria y reunirán ante Él a todos los pueblos. Él separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de las cabras, y pondrá a las ovejas a un lado: ‘vengan benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era forastero y me acogieron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y me fueron a ver’. Entonces, los ahí presentes le replicarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer o con sed y te dimos de beber?, ¿cuándo llegaste como forastero y te acogimos o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?’ Y Él les contestará: ‘Se los aseguro, cada vez que lo hicieron con cada uno de estos hermanos míos tan pequeños, lo hicieron conmigo’. Después dirá a los del otro lado: ‘Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, era forastero y no me acogieron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y no me visitaron, estuve en la cárcel y no me fueron a ver’. Entonces, éstos replicarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, forastero o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?’ Y Él les contestará: ‘Se los aseguro, cada vez que dejaron de hacerlo con cada uno de estos hermanos míos tan pequeños, dejaron de hacerlo conmigo’. Éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”

Más claro, ni el agua de un cristalino manantial. Y nuestro querido y entrañable Manuel cumplió a cabalidad este pasaje de la Biblia, pues, entre muchas otras cosas que hizo, acompañado de mujeres y hombres, también fieles al mensaje del Dios de la Vida, dieron nacimiento al Comedor Estudiantil “Giordano Liva” con el fin de alimentar a niñas y niños desnutridos de Caracato. Con el paso de los años, el servicio se ha consolidado y, en la actualidad, cerca de doscientas personas, entre niños, niñas, adolescentes y jóvenes, todos en edad escolar, toman desayuno y almuerzan en el comedor, recibiendo raciones debidamente balanceadas y nutritivas. Lo hacen pagando un precio irrisorio, alrededor de dos soles por el desayuno y el almuerzo. Sin duda, las tasas de desnutrición en la población en edad escolar de Caracoto han disminuido.

Hay personas que, equivocadamente, piensan y afirman que para leer la Biblia hay que tener muchos estudios previos, que es cosa exclusiva de obispos, curas y monjas… nada más alejado de la realidad. La Biblia es un conjunto de hechos y experiencias vividas por el pueblo en su relación con el Dios de la Vida. Concordante con este pensamiento, a Manuel se le ocurrió la idea de hacer, cada año, un evento en torno a la Biblia, de manera que, movilizando a hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes, niños y niñas, se acercaran a la Biblia, la leyeran, la comprendieran y sacaran en claro su mensaje central: todas y todos debemos comprometernos en la construcción del Reino de la Justicia entre nosotros. Así fue como nació, se dio a conocer y creció Festibiblia, otro aporte de Manuel.

Una más de las múltiples e innumerables iniciativas que emprendió Manuel, fue la creación de la Institución Educativa de Inicial y Primaria “Giordano Liva”. Él solo no lo podía hacer, así que, otra vez, acompañado de hombres y mujeres -entre ellos, varios voluntarios y voluntarias de Italia- fue dando forma a la pequeña escuela que hoy ofrece sus servicios a niñas y niños en los tres años de educación inicial y los seis grados de educación primaria.

Volvamos a la Biblia, esta vez con un pasaje corto. En la Carta de Santiago, capítulo 2, del versículo 14 al 17, leemos: “Hermanos míos, ¿de qué sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras?, ¿Es que esa fe podrá salvarlo? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen qué ponerse y andan faltos de alimento diario y que uno de ustedes le dice: ‘anden con Dios, caliéntense y buen provecho’, pero sin darle lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve eso? Pues lo mismo la fe: si no tiene obras, ella sola es un cadáver, está muerta”. La fe de Manuel fue grande, muy grande, porque sus obras son, también, grandes, muy grandes.

A pocos meses de cumplir los 66 años de edad, Manuel Vasallo nos ha dejado. Su forma de vida fue muy sencilla. Siempre vivió en aquel pequeño cuarto de paredes de adobe, de piso de madera, de techo de calamina y de ventanas pequeñas, casi imperceptibles, como son las de las casas de nuestra gente del campo… “cura misio”, sí, porque optó por servir a su pueblo, por hacerse uno más entre muchos y porque hizo el bien con los más pequeños e insignificantes hijos del Dios de la Vida.

Descansa en paz, querido amigo.

(*) Sociólogo y Periodista

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