¿Qué debe preocupar a la izquierda de López Obrador?


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Escribe: Humberto Beck | Opinión - 08 Jul 2018


Si algo debe hacer la izquierda es escribir, pensar y continuar el despertar cívico de este siglo que de alguna manera inició el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, las movilizaciones de #YoSoy132 y las protestas masivas sobre Ayotzinapa.

Andrés Manuel López Obrador será el primer presidente de la izquierda mexicana en llegar al poder. Esta victoria electoral, con un insólito 53 por ciento de los votos, cierra un ciclo histórico del México moderno y la izquierda está, con razón, de fiesta. Pero con la presidencia de López Obrador, el trabajo de la izquierda mexicana no culmina, sino que apenas comienza.

Habituada por décadas a ser la oposición política desde los movimientos sociales, los partidos minoritarios y la cultura, ahora la izquierda debe repensarse como poder y tendrá que ser fiel a su vocación crítica y vigilante, aunque el nuevo gobierno haya surgido de sus mismas filas. Con AMLO en la presidencia, la izquierda deberá señalar fallas y límites del presidente y reclamar una agenda más inclusiva y democrática. Así que, ¿de qué hablamos cuando hablamos de los alcances y las limitantes de la izquierda de López Obrador?

En ocasiones se ha descrito a AMLO como el integrante más reciente del ascenso de una serie de políticos autoritarios (que incluye a Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan o Donald Trump), pero en realidad forma parte de una nueva ola de líderes globales de izquierda (como Jeremy Corbyn, Bernie Sanders o Pablo Iglesias), quienes en sus respectivos países han identificado como la causa principal de la corrupción y desigualdad a la concentración de los recursos políticos y económicos en una élite. En ese sentido, el programa de López Obrador sin duda se sitúa en la izquierda: favorece a la democracia frente al capitalismo.

No es un capricho que AMLO haya evocado a Benito Juárez, el fundador del Estado mexicano laico, para caracterizar su proyecto. En el siglo XIX, Juárez trató de separar el poder religioso del político; ahora el presidente electo tratará de separar el poder político del económico. El gobierno, dijo en su cierre de campaña, “dejará de ser un comité al servicio de una minoría”. Y esta idea es un avance democrático genuino: propone resolver la inquietud de la injerencia económica en la política desde las instituciones democráticas.

Sin embargo, el planteamiento de López Obrador también presenta límites para la izquierda. Por ejemplo, su insistencia de que la corrupción es la única causa de los problemas de México. Concentrar una propuesta de izquierda en el tema de la corrupción puede ser un riesgo, puesto que los discursos políticos centrados en la corrupción generan la sensación de que hay unas relaciones económicas que son justas, pero que la corrupción les impide funcionar eficazmente. El objetivo fundamental de un gobierno de izquierda, no obstante, debe ser crear una nueva economía política equitativa que transforme las maneras en que se distribuyen los recursos materiales.

Otro límite más de la visión de izquierda de López Obrador es la carencia de propuestas sociales y económicas de dimensión internacional. Un eje fundamental de la izquierda contemporánea es pensar respuestas alternativas a los problemas de la desigualdad, injusticia y exclusión desde una perspectiva global. Esto implica, en primer lugar, la voluntad de encontrar un arreglo justo —adaptado a México— entre la soberanía nacional, el gobierno democrático y la integración económica internacional, eso que Dani Rodrik llama el “trilema”.

En el segundo debate presidencial, López Obrador planteaba que “la mejor política exterior es la interior”, pero tener una perspectiva internacional de México es urgente, sobre todo ahora que el país tiene una crisis migratoria al sur y al norte y numerosos vínculos comerciales internacionales.

Además de los límites de una visión centrada en la corrupción y enfocada solo en el ámbito nacional, el programa de AMLO enfrenta otros desafíos. Su enfoque eminentemente económico corre el riesgo de olvidar otros dos ejes fundamentales de una propuesta de izquierda del siglo XXI: el del medioambiente y el del reconocimiento de la diversidad.

Si bien por mucho tiempo nuestra idea del bienestar ha estado vinculada a la expansión de la economía, la aceleración del cambio climático ha demostrado los efectos desastrosos del crecimiento económico en el planeta. Esta situación ha puesto a la izquierda frente al reto de encontrar maneras de mejorar la calidad de vida no enraizadas en el modelo de expansión económica ilimitada del capitalismo. Sin un cambio en nuestras formas de producir y consumir, el crecimiento económico, aun distribuido de forma igualitaria, como plantea López Obrador, puede conducirnos al colapso ambiental.

Por otro lado, una orientación predominante hacia la desigualdad económica puede llevar a la tentación de relegar otras formas de exclusión. Las alianzas electorales de AMLO —que incluyen agrupaciones políticas, como el Partido Encuentro Social, conocidas por sus posturas hostiles a los derechos de las mujeres y la diversidad sexual—, han generado dudas acerca de su capacidad para poner en práctica un reconocimiento pleno de las minorías y garantizar la pluralidad.

Se tendrá que evaluar críticamente el futuro gobierno de López Obrador por la manera en que sus políticas contribuyan a resolver algunas de las grandes asignaturas pendientes que son indispensables para la izquierda, como el combate a la violencia de género y la discriminación por razones de orientación sexual, el reconocimiento de la autonomía de las comunidades indígenas, las reparaciones a las víctimas de la violencia o los derechos de todos los grupos de migrantes, que incluyen a los refugiados, los retornados y los desplazados internos.

Tras los días de espíritu festivo de estas elecciones históricas, hay que volver a reflexionar sobre los desafíos de la izquierda mexicana. El futuro gobierno de López Obrador implicará una cantidad considerable de ensayo y error y la izquierda, protagonista de los principales debates culturales y movilizaciones políticas de la historia reciente, deberá dar nuevos bríos a su espíritu crítico.

Con ese carácter incisivo, la labor del periodismo, la cultura y el activismo ciudadano —algunos de los bastiones más importantes de la izquierda mexicana de las últimas décadas, pero también del debate político más inteligente desde todas las posturas— serán clave para señalar y denunciar, vigilar y pedir cuentas en estos aspectos inquietantes del programa de López Obrador.

Si algo debe hacer la izquierda es escribir, pensar y continuar el despertar cívico de este siglo que de alguna manera inició el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, las movilizaciones de #YoSoy132 y las protestas masivas sobre Ayotzinapa.

La llegada de López Obrador a la presidencia es una buena noticia, pero no basta para la izquierda. Es su labor impulsar la agenda de la izquierda contemporánea para hacer que México sea un país mejor, más justo y más abierto.


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