Por Carlos Mategazza Ancaya
El poblador promedio del país no logra entender, el por qué y para qué se produce el cambio de un ministro, un premier o un gabinete.
Los ministros de Estado son los que lideran cada sector, y no necesariamente deben tener conocimiento perfecto de sus procedimientos, ya que para eso están los viceministros y técnicos especializados en cada materia.
No solo debieran liderar de la mejor manera sus respectivas carteras, sino también tendrían que ser comunicadores por excelencia, haciendo conocer a la población cada logro obtenido durante su gestión.
Son llamados también fusibles del ejecutivo, porque asumen responsabilidades políticas ante situaciones críticas de sus despachos, y finalmente, es también tarea del ministro, asumir la primera línea de defensa política del presidente y el gobierno.
Cosa que no sucedió con el anterior premier Villanueva y sus ministros, que no tuvieron la capacidad de reacción y defensa cuando la oposición desde el Congreso, cargó sus baterías contra el presidente por encontrarse de viaje en Europa mientras el país sufría crisis climáticas.
Ese hecho obligó al presidente suspender su viaje y volver con la convicción de cambiar su gabinete por falta de respuesta.
Aparece ahora la figura de Salvador Del Solar, como premier, más conocido por sus papeles artísticos que sus dotes políticos. Sin embargo, con una excelente capacidad de comunicar, rodeado de algunos políticos conocidos por saber defender al gobierno que sirven.
Me refiero a los congresistas Bruce, Montenegro y Zeballos, quienes tienen la tarea de revertir las encuestas de simpatía en las que se registró últimamente una tendencia a la baja.
Lamentablemente, cuando un gobierno no pertenece ni cuenta con un partido político, ni una bancada, ni tampoco un equipo político que lo apoye, respalde, represente y defienda como tal en las prefecturas y subprefecturas, no queda más que gobernar por simpatía, pendiente de los números que van dando las encuestas y teniendo que ceder a presiones populares como ya hemos visto en distintos casos, como el paro de transportistas, la minera Las Bambas o el oleoducto.
El gobierno enfrenta una tarea muy difícil. Ya tiene a los comunicadores y defensores en el nuevo gabinete, pero hay que darle contenido sólido a los próximos mensajes.
Debe tener una hoja de ruta trazada, definida, que no cambie de acuerdo a cálculos estadísticos reflejados en encuestas y mucho menos a las presiones o condicionamientos de algunos sectores que ya observaron la debilidad del gobierno y no tardarán en hacerle frente. La oposición podría utilizar esta arma como instrumento desestabilizador.
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