Columnista: Walter Paz Quispe Santos
Las reformas políticas en un país son cambios racionalmente orientados, es decir, el reconocer “cómo están las cosas” en un sistema político y proponer el “cómo debe ser”, pero con legitimidad y consenso. El presidente Vizcarra, como sabemos, encargó acometer esta tarea a un grupo de intelectuales o académicos presididos por Tuesta Sobrevilla, personajes de las élites simbólicas de nuestro país sin representatividad cuyas propuestas pecan de no ser participativas y son absolutamente arbitrarias.
¿A quiénes representan estos personajes desconocidos en el ámbito internacional y muy conocidos en el cercado de Lima? qué duda cabe, a los intereses de Vizcarra, a las elites dominantes que piensan que estratégicamente las reformas políticas de un país tan complejo y diverso es cuestión de cinco personas y a la social democracia cristiana que al parecer pertenecen. Si algún lector se inquieta con esta opinión le permito recordar que alguna vez pregunté por Martín Tanaka a un experto reconocido en ciencia política en Europa y me respondió que no lo conocía. Yo le aseguré que era muy reconocido en mi país y el me increpó señalando que en las diez revistas científicas sobre Ciencia Política más importantes en el mundo no había logrado publicar ningún trabajo interesante, y que “tu autor favorito” era solo lo que es un desconocido para el “mundo académico”. Seguramente que algún miembro de la universidad Católica de Lima se molestará por mis expresiones sobre su profesor estrella. La verdad es que no representa a nadie más que los intereses de las social democracia cristiana pero no a una institución provinciana, comunidad campesina u organización cuyas voces son trascendentales para el diseño de políticas de un Estado. Está de más decir, que si uno revisa el mapa del control político en América Latina encontrará que el poder político se reparten los miembros de las pontificias universidades Católicas, brazos derechos de la iglesia Católica dominante. No está mal que participen en la repartición del poder sino que nosotros aspiramos a un país más plural y democrático con presencia de intelectuales sensibles de un país de todas las sangres, no redundo en los demás convocados por Vizcarra porque igualmente carecen de representatividad y sin ella no tendrán legitimidad para el microempresario, el comerciante, el campesino, el profesor o la enfermera.
Nos hemos permitido revisar las metodologías con las que construyen y proponen sus “reformas políticas” y no tienen el consenso requerido. Es decir la participación plena de un mapa de actores visibles e invisibles que le den relevancia social y sobretodo pertinencia cultural para que sean reconocidos como políticas de aceptación social, por lo tanto son ideas del gabinete, a la que nos tienen acostumbrados desde hace muchos años atrás. Estos expertos olvidan que las políticas de diseño de un estado dejan de ser funcionales si no representan a un consenso social y que los diseños de carpeta no han sido parte de la cohesión política en la historia de nuestro país. No hace mucho los peruanos hemos sido convocados a un referéndum y en ella por una mayoría significativa decidimos de no a una reelección de congresistas ni a la bicameralidad del congreso, posiciones sociales que deben aprender a respetar y a valorar.
Hay algo en lo que sí son impecables: “El estado de la cuestión”, buen marco teórico, buen manejo de políticas comparadas en las referencias.
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