Por: Guillermo Yaguno*
El presidente de la República Martín Vizcarra, sorprendió la semana pasada a los peruanos con un Mensaje a la Nación. Como es habitual, en estas prácticas presidenciales, diversos sectores de la sociedad, incluidos los medios de comunicación, prestaron la atención debida para tomar nota y resaltar el contenido de su alocución.
Pero concluido el mensaje, no dejó nada para la agenda. Más de lo mismo. Exigió al Congreso que se pongan las pilas en las reformas judiciales y políticas.
El llamado aludía directamente al fujimorismo, un sector que sintió la pegada de la salida del escenario político de su lideresa Keiko Fujimori, pero que ya empieza a recomponerse.
Un mensaje sin fuerza ni plazos y menos prioridades. Varios coinciden que ha sido una reacción política tardía a un desplome de capital de legitimad y respaldo que en sus inicios supo amasar en el pueblo, esa base de poder que sus cuadros inexistentes no le garantizarían por su misma ausencia.
Y es natural que eso haya sucedido, Vizcarra era uno más de los integrantes del club de amigos de Pedro Pablo Kuczynski, en esa aventura electoral de ser presidente y vicepresidente respectivamente, y demás amigos que también se embarcaron en Peruanos por el Kambio (PPK), terminando en las listas para el Congreso y otros, a la espera de copar los ministerios o viceministerios.
Al principio el panorama no les era propicio, Julio Guzmán, que recién aparecía en enero de 2015 con un 4% de aceptación, para julio del mismo año ascendía a un 17%, con tendencia a seguir sumando, posesionándose en el anhelado segundo lugar junto a Keiko Fujimori que mantenía su 33%.
Mientras PPK solo conseguía un 10% de preferencia electoral. Su bolsón electoral, en gran mayoría joven, que votó por él en la anterior elección, ahora giraba su mirada a Guzmán.
Pero cuando Guzmán y Acuña son retirados de carrera, las cosas nuevamente se recomponen y sus exelectores vuelven a la tienda de PPK, sumando los votos antifujimoristas y la historia ya la conocemos.
Cuando Kuczynski renuncia a la presidencia, al interior del club la situación se complicaba, se iba el presidente, y las lealtades, las obediencias, la identificación y representación fue lo primero que se cuestionó, una vez más el personalismo primó, Vizcarra no nos representa dijeron los mismos oficialistas.
Tal vez ese rechazo de su misma bancada en la partida de su carrera presidencial, fue bien vista por la calle, estaba mejor solo que mal acompañado.
La luna de miel llegó a su clímax más alto en diciembre de 2018, con 66% de aprobación, pero el 12 abril de 2019 la aprobación descendió 22%; es decir, le aprueban solo 44% de ciudadanos.
El rechazo, se centra en los temas que él mismo embanderó como suyos, 48% manifiesta que no está luchando contra la corrupción, mientras que un 24% refiere que no hay avances en la mejora de la economía, y un porcentaje similar opina que no se preocupa por la seguridad ciudadana.
Estos resultados le restan poder a Vizcarra en el escenario político, justo cuando quiere mover voluntades en las bancadas del Congreso para las reformas del Poder Judicial y del sistema de partidos políticos del país.
Peor aún, si su pieza clave en la relación con el Legislativo, Salvador del Solar, tiene una aprobación de sólo 33%.
*Periodista
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