Mónica (Puno, 26 años). Querida doctora, le escribo desde la intimidad de mi habitación. Y es que este “problema” que tengo, no puedo hablarlo con otras personas directamente.
Tuve mi primera relación a los 15 años, con el hijo de mi vecina; él era un chico muy guapo y con un magnífico cuerpo; yo siempre había tenido gran curiosidad por el acto, pero él me hizo sentir mucho más de lo que esperaba. Los días pasaron y a pesar que acordamos no sentir nada el uno por el otro, me pidió que sea su enamorada. Yo entré en pánico y le dije que no.
Sin embargo, el placer que había sentido con él me llevó a buscar, en otros muchos chicos, algunos de ellos compañeros de universidad, más y más sexo. Los años pasaron y yo disfrutaba enormemente la desinhibición de mi vida sexual; algunos eran tiernos… pero siempre me gustó la rudeza, la destreza… usted sabe. No había semana que no lo “hiciera”, era simplemente insaciable.
El problema comenzó cuando mi segunda pareja no pudo satisfacerme. Le dije que quería probar cosas nuevas, algunos… instrumentos… él se sintió avergonzado y terminó conmigo; lo mismo sucedió con mi tercera pareja: lo hacíamos con mucha frecuencia, era excelente, pero en una ocasión, cuando estábamos en la cama, le dije que quería amarrarlo. Así fue. Primero lo disfrutó, pero cuando saqué un pequeño látigo y un dildo, se asustó y no quiso continuar.
Esta situación me ha generado mucha tristeza, doctora; pienso que quizás debería frenar mis deseos, mi apetito, para poder tener una relación armónica y duradera, pero eso sería renunciar a lo que realmente me hace feliz, el sexo.
MAYU RESPONDE
Querida Mónica… Claro, deberías terminar con tus deseos sexuales, pero poco a poco. Haz ejercicio, practica natación, trata de emplear el tiempo en otras actividades. Y busca terapia y asesoría psicológica. Mucha suerte.
Comentario sobre post