Por: Walter Castillo Chávez
En Semana Santa se conmemora la Pascua, gran festividad que servía a los judíos para recordar la noche en que pasaron de la esclavitud a la libertad en Egipto.
Pero olvidamos que el manso Jesús de Nazareth, arrebatado por la indignación, protagonizó el hecho más violento de su vida, porque esta fiesta espiritual se convirtió en un escandaloso negocio.
Ocurría que llegada la Pascua, los judíos ofrecían sacrificios y los que vivían en el extranjero procuraban llegar al templo de Jerusalén.
Cuando alguien iba a ofrecer un sacrificio, Anás, Caifás y otros sacerdotes, exigían que los animales no tuvieran defectos, y tenían personal que inspeccionaba que así fuera.
Cuando los animales no habían sido comprados en el templo, encontraban pretexto para rechazarlos y así poder venderlos a precios altos.
De ser lugar de recogimiento y oración, el templo se convirtió en un lugar ruidoso con bramidos de animales y gritos de cambistas, quienes también se aprovechaban de los extranjeros, comprándoles a muy bajo precio sus monedas para negociarlas luego.
“Estaba cerca la Pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: “Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”. (Juan 2: 13-16).
Y les dijo: “Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. (Mateo 21: 12-17).
Hace pocos años, el Arzobispado de Arequipa recibió seis mil dólares de los empresarios mineros por permitirles utilizar la Basílica Catedral para una de las ceremonias de inauguración de su fastuosa Convención Minera.
El arte ha representado a Cristo en forma diversa; generalmente crucificado y sufriente en impactantes efigies, pero ha llegado la hora de que un lúcido artesano cree la escultura del “Cristo del Látigo“ que, triunfante y justiciero, ascienda a los altares y pasee por las calles aclamado por multitudes.
*Educador y periodista
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