Columna del Director
Aunque creo no tener enemigos, me asustó la rabia mezclada con alegría y burla, con que muchos peruanos reaccionaron ayer, ante la muerte del expresidente Alan García Pérez.
El odio fue ilimitado. La cólera de muchos ciudadanos se esparció en las calles y en las redes sociales. Muchos celebraban su muerte, otros exigían que no muera para que pague sus delitos.
Las primeras horas de ayer, cuando aún se especulaba sobre si las fotos de un ensangrentado Alan García que circulaban en internet, eran reales, muchos bramaban furia porque al morir, huía de la justicia.
Otros, incluso dudaban de su fallecimiento, y no faltaban quienes creían que era una cortina de humo, para que el tan odiado expresidente, escapara del país.
Nada puede entristecer más a una familia y amigos, que la pérdida de un ser querido. Y ese dolor es mayor cuando la muerte fue por suicidio.
Pero ¿qué nivel de depresión, mezcla de egocentrismo, soberbia y desesperación, habrá vivido Alan García para dispararse a la cabeza?
Sin pensar en su familia, en sus hijos, sin darse cuenta que su intento para que no lo vean enmarrocado o en una prisión, tampoco evitó que muchos se encarnizarán con su decisión.
El día anterior se mostraba sonriente, trabajando, declarándose inocente y víctima de una persecución política. Y pocos notaron que el expresidente creía en “la vida después de la muerte”, como declaró en su última entrevista periodística.
Quizás no podía sostener más su mentira. Su pose de intachable, de honesto, de que no nació para robar.
El peso de su consciencia lo habrá aplastado, y el miedo por enfrentar una sentencia condenatoria le puso su propia arma en la mano.
Y su suicidio solo confirma la forma como en vida evadió las sanciones por los ilícitos que cometió, por ejemplo, luego de su primer gobierno.
Pero el odio político exacerbado destilado en su contra, durante las últimas horas, no son pruebas para condenarlo por corrupción.
Pasa a la historia como el expresidente que murió inocente al no ser sometido a juicio. Quizá Alan pensó en ese escenario.
Ayer, en el velorio, muchos viejos militantes arengaban a favor del partido y de su líder extinto, pero el balazo de Alan García, también mató al Apra.
Comentario sobre post