Columna: Walter Paz Quispe Santos
“Un rufián muerto sigue siendo un rufián”, decía Jorge Luis Borges. Un corrupto muerto sigue siendo un corrupto. La muerte no beneficia tanto, así los Apristas crean lo contrario. En el velorio y en los funerales de Alan García, los líderes del APRA quisieron “normalizar” el suicidio. Hacer creer a la población que el acto suicida era heroico o de inmolación de manera muy irresponsable. En el país hay un sinnúmero de peruanos que padecen la depresión y alguna enfermedad mental que podrían tomar la misma decisión pensando que efectivamente es un acto heroico. No lo pensaron dos veces, Mulder, Del Castillo, Mercedes Cabanillas hasta el mismo Barnechea, todos con el único propósito de tapar los luctuosos actos de corrupción en los que se encuentra envuelto Alan García.
Otro hecho condenable de parte de la guardia vieja del APRA fue el aprovechamiento político de los funerales para como en épocas de disputas electorales lanzar sus candidaturas para la conducción política de su partido; y no solo ello, incluso permanecer con plena vigencia en las futuras contiendas electorales. Atrás quedó la memoria de García, más valió el oportunismo y la ambición por el rédito político. Los jóvenes apristas quedaron marginados y la renovación de su partido terminó solo en una simbólica firma de Federico Danton como futuro sucesor de su padre.
Manipulación deleznable de los viejos para sembrar el odio y la venganza contra quienes investigan los actos de corrupción de García y sus rivales políticos. Del que no se salvaron los jueces y fiscales que ordenaron su detención preliminar, el presidente Vizcarra, Ollanta Humala, entre otros buscando un chivo expiatorio. A todas luces fue una despedida de ghetto[L1] [L2] de fanáticos que no quisieron reconocer los escandalosos actos de corrupción del suicida Alan García.
Mientras ocurrían estos hechos, el historiador Hugo Neira, a veces brillante y talentoso en procesar hechos importantes en el país se ofrecía en un medio de comunicación en limpiarle la suciedad acumulada a Alan García, claro está que trastabilló y se descontroló por alguna emoción que lo vincula con el suicida García. Así como él aparecieron en los medios escritos otros historiadores dispuestos a borrar el largo camino de corrupción de García en las páginas de la historia. Esto me recuerda al sesudo Pablo Macera dando vueltas en un helicóptero junto a Alberto Fujimori en esas raras identidades que los peruanos aún no entendemos, lo cierto es que las investigaciones deben continuar en relación a los secuaces de García y esclarecer las millonarias coimas que el suicida presuntamente recibió de Odebrecht, sobre todo en su segundo gobierno. Ya aparecerá otro Alfonso Quiroz para continuar escribiendo la segunda parte de la historia de la corrupción del Perú en el que deben estar consignados estos maleantes de saco y corbata.
En tanto, el anciano Kuczynski hacía su propio papelón en una clínica privada para no cumplir con el mandato de una detención preventiva, el expediente de este lobista es singular, hay demasiadas pruebas en su contra y debe pasar sus últimos días en la cárcel. Una limpieza ética y moral del país requiere que estos supuestos ladrones paguen lo que han hecho con el país. La ley está hecha para todos por igual, a pesar de que la clase política empieza a unirse en torno a su edad y de discursos de victimización aduciendo que ya está anciano y que fue presidente de la república.
Finalmente el Perú de los políticos corruptos protagoniza sus mayores escándalos estos días y el otro Perú, el de las provincias especta esta miseria moral a veces con ganas de imitarlos sobre todo alcaldes y presidentes regionales. Hay otro Perú que debe preocuparnos que también mira con atención a los viejos actores de la clase política que son los niños y jóvenes que ya empiezan a dudar sobre qué es lo bueno y lo malo en la política peruana.
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