Por Guillermo Yaguno*
La muerte de Alan García para la clase política, es un antes y un después para los propios apristas, los que tuvieron alianzas con la estrella y los que se colocaron en la orilla de la oposición a la simple presencia del Apra en la escena política.
Será cuestión de ser o no ser. De estar a la altura del tiempo y del espacio.
El Apra, un partido de larga data, que también fue parte de la denominada “crisis de los partidos políticos” de los noventa, ha sabido sobrevivir y aferrarse a la vida política, porque supo sentar sus bases de poder e influencia en los fueros de los poderes del Estado. Manejar para sus fines alianzas y acuerdos con los gobiernos de turno, representar intereses de grupos económicos y políticos de terceros en el Legislativo.
Para ello no necesitó mayorías en el Congreso, sino alianzas. Parte de sus energías y capacidad política la utilizaron para ser escuderos de su líder García, desde su primer gobierno. En ese afán giró el papel de las eternas cabezas visibles del partido.
En ese contexto, el Apra pasó a ser una vieja casa de añoranza, donde se afirmaba que sólo el Apra salvaría al país, allá en la Av. Alfonso Ugarte, también se decía que sólo Alan salvaría al Apra.
De un hayismo con doctrina se pasó a un alanismo con consigna.
El duelo colectivo aprista, como es natural, tomará su tiempo. Pasará por sus fases de dolor para aceptar la realidad y definir la suerte del partido.
García, cuentan los apristas, en estos últimos meses estuvo reunido con un grupo de jóvenes apristas participando de la formación de los nuevos cuadros.
La idea era relanzar el partido en el Congreso de octubre. Las expectativas hasta antes de la tragedia eran unas y otras ahora. Para los apristas la ausencia del líder les despierta esos anhelos de reencuentro y unidad partidaria. Para el resto, la extinción lenta del partido.
Nuestros actores políticos en esta era post García deberían redefinir su vida política a corto, mediano y largo plazo. Una clase política que se ha caracterizado por transitar por la coyuntura electoral y la agenda extra política que casi en nada ha contribuido a la solución de las demandas de diversos sectores de la sociedad peruana.
Peor aún, han conseguido un rechazo de parte de la ciudadanía, al punto de demandar el cierre del Congreso con la consigna de “que se vayan todos” en varias oportunidades. Situación que se suma al desafío que tendrán que afrontar y superar.
*Periodista
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