Por Roger Tahua Delgado
En nuestro hablar coloquial, cuando alguien realiza alguna acción que no es correcta y a sabiendas la ejecuta, entonces decimos que es una payasada. Y no necesariamente nos referimos a algo jocoso o divertido, sino más bien a algo vedado y juzgable.
Y allí tenemos a ese alcalde distrital que anuncia con bombos y platillos que va a participar en la representación de Semana Santa y nunca se apareció (o se habrá dado cuenta de que en su distrito una parte nada despreciable de la población no es católica y lo prometido no les cayó nada bien). No dio mayor excusa, solo no se presentó.
Eso es una payasada.
O el corrupto ese, que nunca estaba acostumbrado a que le caiga la justicia y entonces se fuga a Miami y dice luego que viajó por problemas de salud y termina en la misma clínica y con el mismo mal de la vista que el anterior.
Payasada.
Ni qué decir del valeroso y mediático general que robó miles de galones de gasolina del ejército, o sea, del país, que se escudó en su inmunidad parlamentaria, que traicionó a la agrupación en la que fue elegido para terminar votando al lado de sus encubridores y, finalmente, para coronar su deshonor y el de su institución, huye y se esconde como lo que es: el peor de los ladrones.
Payasada.
Aquellos que salen a los medios a denunciar que la prisión efectiva es inhumana e ilegal, que se debería cambiar para tener un trato más justo con los acusados, ya que “nadie es culpable hasta que se le demuestre lo contrario” (cosa que es cierta, pero no en el sentido que quieren utilizarlo) solo defienden intereses particulares. La realidad es que sus reclamos y forzada indignación siempre terminan siendo la defensa de los corruptos.
Payasada.
Y es una payasada pensar que porque han sido elegidos tienen carta libre para hacer lo que quieran. Es una payasada ver como día a día estos corruptos y sus encubridores cometen tropelía y media y solo miramos impávidos. Es una payasada repetir argumentos que vayan en su defensa. Es una payasada ponerse de costado y pensar solamente en uno mismo.
A ver si aprendemos un poquito de esos payasos franceses vestidos con chalecos amarillos que están ejerciendo sus derechos ciudadanos a plenitud.
*Catedrático de la Unsa
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