Por Rafael Mercado Benavente
En memoria de Erick y Leonardo
Muchos seguramente recordaremos a nuestra primera mascota con una dulce sonrisa, o quizás con una lágrima en los ojos, después de algún tiempo de contar con su compañía y cariño ellos han partido y seguramente nos han dejado con maravillosos recuerdos y con una gran nostalgia por volverlos a ver. Hace poco perdí a mi fiel compañero y amigo, y me quedé pensando sobre ¿dónde estará? Si tal vez en algún lugar especial como el cielo, o qué es lo que pasa cuando mueren. Ante estas preguntas me puse a investigar, y hoy les alcanzo algunos datos que pude recolectar sobre este misterio.
La palabra animal proviene del latín animalis: Ser dotado de respiración o del soplo vital (anima), la definición es clara, existe un alma que anima los cuerpos de los seres. Siendo el hombre un animal racional es natural que compartamos características con nuestros hermanos menores, ambos poseemos emociones, sentimientos, inteligencia e incluso facultades psíquicas, entonces es lógico suponer que por lo menos los animales mayores posean alma y espíritu al igual que nosotros.
La Biblia por ejemplo en el capítulo 3 de Eclesiastés refiere: “También pensé lo siguiente sobre el destino del hombre, Dios les hace ver claramente que no son más que animales, de hecho, el destino del hombre y del animal es el mismo, muere uno y el otro también, los dos tienen la misma alma”.
Así mismo para culturas milenarias y muy religiosas como la Egipcia y Mexica, el perro era un animal sagrado guardián y guía del reino de los muertos. Por un lado tenemos a Anubis el dios egipcio con cabeza de can, relacionado no sólo con la muerte, sino también con la resurrección, además era el encargado de vigilar junto a Horus, la balanza en la que se pesaban los corazones de los difuntos durante el Juicio de Osiris.
Para los mexicas el perro tenía un papel muy importante en los ritos funerarios, ya que acompañaría al difunto por el inframundo hasta llegar a las orillas del gran río Chiconahuapan (nueve ríos). Durante un viaje de cuatro años y muchos peligros, las almas de los fallecidos solo lo podían cruzarlo con sus perros, que al reconocer a sus amos los ayudarían a atravesar el río.
Según las religiones orientales no hay un orden fijo en la reencarnación, pudiendo la consciencia desplazarse a estadios superiores o inferiores, no siendo obligatoria la progresión del alma, el espíritu podría moverse entre experiencias humanas y animales sin distinción, siendo el karma el agente que evaluará y decidirá cuál será nuestra siguiente experiencia corpórea.
Para los Rosacruces existen dos tipos de animales, los que están en camino de evolución al hombre y los animales en los que involuciona el hombre. Es decir, la consciencia pasaría por diversos estados comenzando en el reino mineral, luego a una etapa en el reino vegetal para concluir con la misión de aprendizaje en el reino animal, pudiendo ser un perro o delfín el último estado antes de despertar en hombre, del otro lado, un hombre que falla en las diversas pruebas de la vida deberá bajar un peldaño y reaprender, para ello adoptará un cuerpo de algún animal en involución como una cobra o un cerdo, para luego volver ascender en la rueda reencarnatoria.
CONTINUARÁ…
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